Por Alejo Umpiérrez (*) | @alejoumpierrez
El gobierno luce como un boxeador groggy sobre el cuadrilátero. Sin iniciativa, aguantando golpes y sin ideas. Si segundas partes nunca fueron buenas, Vázquez es la confirmación. Esperando todo al golpe salvador. UPM es la esperanza de la agenda. Y poca cosa más.
Dicen que el socialismo se acaba cuando se acaba la plata y la confirmación está a la vista. Astori en la Rendición de Cuentas presentó un panorama casi idílico. Una reedición actualizada y ampliada del clásico de Lewis Carroll que debiera llamarse ahora “Astori en el país de las maravillas”. Señaló las reservas que tiene el país, que creció contra lo esperado un 1,5 % del PIB, los créditos contingentes millonarios aprobados en el exterior que nos salvan de cualquier contingencia financiera, del gasto social, etc. Un relato perfecto para un auditorio de otro país, donde todo cierra perfectamente en forma circular. Salvo una cosa que queda afuera: la realidad.
La realidad es la que grita fuera de las estadísticas. Y nadie duda de ellas, lo que pasa es que siempre dependerá de cómo se evalúen los números y con qué se compare. El gobierno ama comparar su gestión con el annus horribilis del 2002. Y es obvio. No hay comparación sobre el tema que sea, donde cualquier gestión no luzca como positiva comparado con el foso de la crisis. Pero ya es un recurso gastado y no vendible 15 años después de ella y obviando comparar cifras y gestión con los años 90, por ejemplo.
La realidad no perdona. Hay 40.000 desempleados nuevos y los sectores que crecen en el PIB que no mueven la aguja del empleo como las telecomunicaciones y algunos del agro básicamente por un efecto precio y no de producción.
El cierre de empresas de los últimos tiempos va mucho más allá de la normal lógica capitalista de nacimiento-desarrollo-muerte de emprendimientos. Es una expresión estructural de que la infraestructura – la de costos – está mal. Así despedimos al grupo “El Tejar” que explotaba más de 33.000 has. en el país, el gigante UAG al borde de la quiebra, cerró Fripur buque insignia pesquero uruguayo, Fanapel después de una larga agonía sucumbió más allá del voluntarismo, los Molinos Dolores y Florida al borde la quiebra o cerrados, las empresas lácteas desaparecidas como Ecolat y Schreiber y otras con serias complicaciones a lo que suman otras empresas como La Spezia, Chery, la titubeante Lifan, el cadáver insepulto de Olmos, el voluntarismo de ALUR tomado más como política social que como empresa, el cierre de Foto Martín, Mr. Bricolage o Sherwin-Williams. O sea en todos los rubros, por todo el territorio y de todas las categorías.
Otras asfixiadas dejaron de producir y pasaron a ser importadoras como la tradicional Fumaya, otros deciden deshacerse del negocio y se van como Katöen Natie y Weyerhaeuser. Y nadie vende y se va si el negocio es bueno.
Las cifras hablan de un centenar de concursos en lo que va del año, cifra largamente superior a las conocidas hasta ahora.
El balance de más de una década de gestión frenteamplista es brutal. Desaparecieron 12.000 productores rurales, los granjeros se redujeron a casi la mitad, se perdieron 50 bodegas, salieron del sector más de 400 productores lecheros, más del 10 % del total, desapareció un 20 % de los arroceros y la flota de pesca pasó de más de 120 barcos a poco más de la mitad. El común denominador de todo esto es la desaparición de los más pequeños productores en cada rubro. ¿Es ello producto de la selección natural? No, es producto de la selección artificial. La creada por el gobierno con un incremento de costos impresionante que asfixia a los más pequeños y permite subsistir a los que tienen escala. Cuando crece la marea se ahogan los petisos. Y ello ha ido ocurriendo para peor en un momento de auge de precio de commodities que ahora desapareció, lo que es mucho más preocupante porque lo único visible es que esa tendencia se profundice en un contexto de estancamiento. O sea ahora estamos parados en una normalidad que no resiste el peso del Estado, ese que se lleva un tercio del PIB a sus arcas, en una recaudación primermundista que nos devuelve servicios del tercer mundo.
El peso del Estado es más gravoso porque es ampliamente deficitario. Acostumbramos a hablar de que el déficit es del orden del 3,5 a 4 % del PIB. Pero la realidad es mucho más cruda. Debiéramos hablar del dinero que le falta de su presupuesto. O sea el Estado recauda unos US$ 15.000 millones (en 2005 eran aproximadamente US$ 5.000 millones) y no le es suficiente pues necesita adicionalmente una cifra del orden de US$ 2.000 millones adicionales más. O sea recauda tres veces más que hace una década y le es insuficiente, lo que demuestra el disparate de un gasto que se ha ido de las manos. ¡Está desfinanciado en casi un 15 % de su presupuesto! Más de 65.000 empleados públicos nuevos en poco más de una década, creciendo un tercio el funcionariado sin que haya resultados visibles en los servicios de seguridad, educativos, de salud o vivienda. El ministro Astori dijo en 2015 que se iba a disminuir la plantilla de asalariados bajo la premisa de que ante 3 vacantes se llenarían 2. Sin embargo el año pasado aumentó la población estatal en 5.500 vínculos laborales más. O sea se designaron aproximadamente unos 23.000 funcionarios, ya que anualmente se jubilan, fallecen o se van unos 15.000 a 18.000 empleados. Y todavía existe un gran agujero negro que se sostiene con dinero público que son las sociedades anónimas del Estado que funcionan en el Derecho privado y las ONG compañeras que nacieron a impulsos del Estado y solo contratan y viven de él que ni la ONSC sabe cuántos son. O sea que estamos hablando de miles de empleados más y de otros excesos que se multiplican como la flota de autos oficiales que se ha expandido ad-infinitum.
Y ni hablar de infraestructura. Nada ha quedado del shock de infraestructura de US$ 14.320 millones prometido por Vázquez en el presupuesto en una suerte de keynesianismo que veíamos positivo pero entendíamos voluntarista en tanto no dependía de inversión estatal sino de la puesta en marcha de las afamadas PPP, esas mismas que hasta el día de hoy “no han logrado mover una carretilla” (Ministro Rossi dixit).
Mientras tanto el Estado no ha dado muestras de ajustarse el cinturón y su único reflejo, bien aceitado por cierto, es recaudar en una serie de ajustes fiscales por vía tributaria (25 % creció IRPF en los primeros 7 meses del 2017, más de medio punto del PIB) o de tarifas, sumada al endeudamiento externo bruto que sigue su carrera sin fin y asciende al 63 % del PIB y ha aumentado un 10 % el endeudamiento externo neto en solo 2 años. Este año habrá que desembolsar US$ 3.224 millones de dólares por concepto de capital e intereses de deuda externa, o sea casi dos años de la faena de la industria frigorífica con destino a la exportación. La emisión de deuda prevista por el gobierno a su vez para el año en curso la estima en US$ 1.788 millones más.
Se ha despilfarrado dinero a troche y moche. Más de US$ 2.000 millones se han ido por las letrinas en Ancap, Pluna, Fondes, la regasificadora, Alas U, puerto de aguas profundas y toda suerte de improvisaciones como si el dinero fuera un maná que cayera de los árboles.
El gobierno se halla ocupado en su interna y no en el país. Vázquez que no actúa y cada vez se nota más que carece de poder. No pudo cambiar el ADN educativo y las corporaciones le ganaron la pulseada; la madre de las reformas que enunció, la del Estado, no existió; no hubo TLC ni TISA; Sendic es un lastre y todos están pendientes a lo qué decide el Plenario, Mujica patotea diciendo que trabará el Parlamento si no se soluciona el tema de la marihuana, en medio del silencio atroz de Vázquez que no manda a parar.
Así es imposible pensar dirigir un buque en aguas complejas. El “modelo” está agotado porque está agotando al país. Se aferra a la esperanza de una oleada de precios internacionales como la que causa la ilusoria prosperidad que quedó en el pasado. Por suerte el país tiene opción de cambio. Con seriedad, con equipo, sin demagogias y como siempre: en las difíciles.
Somos los blancos.
(*) Diputado de Todos Hacia Adelante – Partido Nacional