Augurios

Por Esteban Valenti (*) | @ValentiEsteban

Al comenzar el año es de estilo que todos nos deseemos lo mejor para el futuro. Es, obviamente, una costumbre totalmente convencional, simplemente cambia una página del calendario, ni siquiera corresponde a modificaciones en las estaciones. Pero queda bien.

En este año, una variante importante, dos meses después de cambiar el año, es que cambiará el gobierno nacional, y luego de 15 años de gobiernos del Frente Amplio asumirá el gobierno un presidente del Partido Nacional -Luis Lacalle Pou-, apoyado a nivel parlamentario y político por una coalición de cinco partidos: blanco, colorado, Cabildo Abierto, De la Gente e Independiente. Queda bien desearle lo mejor, pero en política, no siempre las cosas funcionan de esa manera.

A la población del país le vendría bien que al gobierno le fuera bien y, ya solo por ese hecho, todos deberíamos tener una preferencia clara y definida, aun perteneciendo a otros partidos. No es tan simple ni tan llano. La lucha política no cesa nunca. Al otro día de una gesta electoral, luego de los ensayos de balances y de los diversos análisis internos y externos, cada partido afila sus armas. Incluso en el Uruguay, que muchas veces y en las últimas décadas presentamos como un ejemplo de civilidad y buen funcionamiento de las instituciones. La lucha nunca termina, y en esa constante batalla se asienta la democracia, con sus sabores y sinsabores.

De todas maneras, vale la pena, más allá de los augurios, ciertos o forzados, interrogarse sobre el futuro. De una u otra manera todos lo hacemos. ¿Qué posibilidades tiene el nuevo gobierno de mejorar la situación del país y, sobre todo, cuáles deberían ser los factores claros e inequívocos de esos avances? No se trata de humores, de sensaciones, de una masa indistinta de resultados, sino de elegir con claridad dónde están los puntos clave para el éxito del próximo gobierno. No de todos los gobiernos por igual.

Lo primero que esperamos con ansias y premura los uruguayos son cambios visibles para los honestos y los deshonestos en la lucha contra la inseguridad, a todos los niveles, pero en especial para enfrentar las formas más peligrosas de la delincuencia, el delito organizado, la droga, la trata en cualquiera de sus expresiones (armas, seres humanos, entre otros) y la violencia contra las mujeres y los más débiles. Esa será, sin duda, la primera exigencia de la gran mayoría de los uruguayos. Queremos cambios visibles y positivos, con una estrategia clara, con medidas operativas, represivas y de recuperación para la sociedad, con una visión a corto, mediano y largo plazo. Es la tarea más compleja y urgente que debe afrontar el nuevo gobierno.

En segundo lugar, y como los gobiernos se miden por resultados que impacten en la vida de la gente, se requiere invertir la tendencia al crecimiento de la desocupación y la inseguridad laboral y empresarial. Es decir, al cierre de empresas de diverso tamaño y a la pérdida de puestos de trabajo. Esa es una consecuencia asociada a la marcha del conjunto de la economía, a los equilibrios internos y con el exterior y, sobre todo, al aumento de las inversiones productivas, privadas, del Estado o mixtas.

Las medidas, las políticas, las orientaciones pueden ser múltiples, pero los resultados deben ser concretos y con impacto social.

Con la complejidad que todos conocemos se necesitan resultados paulatinos, pero firmes y constantes en la educación. Menos palabras, menos malabarismos y mejorar el aprendizaje básico de nuestros niños desde los tres años en adelante y en todo el largo proceso educativo, en especial a nivel público. Las claves para lograr estas mejoras en los resultados son diversas, de programas, de recursos, de infraestructuras, de las instituciones, pero los que alguna vez estudiamos en una escuela, un liceo, una UTU o una facultad, sabemos que la clave es el nivel y el compromiso de los docentes. Nunca jamás habrá una buena educación con docentes malos o mediocres.

Los resultados concretos también refieren a construcciones, a infraestructuras, a darle una base más sólida y moderna a nuestra logística, a nuestros medios de comunicación, a vías, puertos, aeropuertos, caminos, a nuestra energía, estructura y tecnología productiva en general. Un gobierno también se mide, en buena medida, por su herencia material, tangible y concreta y, en particular, de grandes proyectos. Declaraciones recientes de futuros gobernantes nos dejaron preocupados.

Un país libre y democrático debe ser un país justo. No es solo un problema de sensibilidades, sino de cómo se construye el edificio social en su conjunto. La educación y la cultura nos hace libres y protagonistas más plenos de la democracia y del mundo del trabajo. La pobreza, y ni que hablar la indigencia, son las arenas movedizas de una república. Y una de sus expresiones más terribles es la infantilización y la feminización de la pobreza expresada, en particular, en el drama de las viviendas y los barrios miserables. Es una tarea que lleva tiempo, energías, mucha plata, imaginación, pero que forja los cimientos de una nación de progreso y avance.

Y no todo es sembrar y esperar las cosechas. Hay que combatir, contra la hipertrofia del Estado y sus deformaciones burocráticas. No solo ni principalmente por el equilibrio fiscal, sino por el equilibrio social y la justicia. Hay que combatir contra todas las formas de corrupción, desde arriba hacia abajo, con la ley, con la justicia, con la firmeza implacable y con la batalla cultural.

Hay que combatir por el equilibrio entre la producción material e incluso de los servicios y la protección y la defensa del medio ambiente. El Uruguay debe ser protagonista nacional, regional e internacional de esa batalla. Estamos lejos, y la solución no es volver a la economía pastoril, al contrario, esos fueron periodos de grandes depredaciones.

Desearle éxito a un nuevo gobierno es de estilo, así como hacerlo con sinceridad y con confianza en nuestras ideas, aunque seamos de otro partido. Lo otro es la forma más mezquina y miserable de la política, la que antepone el hambre por el poder a la vida de la gente.

Y corresponde también desearle una buena labor a la futura oposición, en particular al Frente Amplio, porque el país necesita partidos políticos con buenas y profundas discusiones y elaboraciones, con un proceso de renovación constante de sus generaciones dirigentes, pero sobre todo de las ideas que deben acompañar los nuevos tiempos. Partidos vigorosos y que sean un factor de crecimiento intelectual y cultural, por su aporte al debate y a la elaboración parlamentaria y política en general.

No todo es política; los augurios deben ser para el conjunto de la sociedad, para el mundo del trabajo, trabajadores y empresarios, de la academia, de la educación, de la cultura y el arte, de la investigación y del periodismo y la medicina. De todos los que construyen con su aporte este país, que viendo el panorama mundial y regional, reclama más que nunca construir una comunidad espiritual que refuerce nuestra identidad.

(*) Militante político, periodista, escritor, director de Uypress y Bitácora.