Por Pablo Mieres (*) | @Pablo_Mieres
Es la frase que utilizó el presidente Tabaré Vázquez para dar por cerrado un complejo y difícil capítulo de nuestra política internacional. En efecto, el gobierno uruguayo, empujado por los reflejos ideológicos y las posturas radicales de ciertos sectores del Frente Amplio, se había enredado de manera lastimosa en el episodio del traspaso de la Presidencia Pro Témpore del Mercosur a lo que se agregó, en forma paralela, un grave error en su posicionamiento frente a la confirmación de la destitución de Dilma Rousseff.
No se manejó bien el tema de la Presidencia del Mercosur. El gobierno venezolano, por muchas y contundentes razones, no estaba habilitado para ejercer la Presidencia del bloque regional y, sin embargo, Uruguay defendió esa posibilidad generándose un distanciamiento con los tres países fundacionales del bloque.
En medio de ese lío, la situación se agravó por las consideraciones que hizo nuestro gobierno sobre la visita de la delegación gubernamental de Brasil, a la que se le adjudicó una intención indebida de comprar nuestra voluntad. Pero la situación se hizo aún más grave cuando la declaración del gobierno uruguayo hace una referencia innecesaria e impropia a la destitución de Rousseff calificándola como una “profunda injusticia”.
En fin, se cometieron errores importantes, quizás movidos por la necesidad de quedar bien con la fuerza política. Sin embargo, afortunadamente, fueron corregidos bastante rápidamente.
Hoy se ha restaurado la conducción política del Mercosur por un acuerdo de los cuatro países fundadores que excluye a Venezuela y que Uruguay aceptó por la vía de la abstención, y la reunión de Vázquez con Temer parece ser el símbolo de que se recupera el buen tono imprescindible en la relación con Brasil.
¿Por qué se hizo tan difícil el camino del gobierno uruguayo para reconocer la nueva realidad? Probablemente porque desde que el Frente Amplio llegó al gobierno en 2005, se acostumbró a interactuar con gobiernos ideológicamente amigos. En efecto, en aquellos tiempos gobernaba el PT en Brasil, los Kirchner en Argentina, Hugo Chávez ejercía un influyente, sólido y nefasto liderazgo en la región (apalancado por una billetera rebosante) y, por las dudas, poco tiempo después llegarían Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Fernando Lugo en Paraguay.
La lógica de la integración ideológica se apoderó de la región y fue la premisa de toda la actuación de los diez primeros años de gobierno frenteamplista. Es más, cuando surgió alguna iniciativa destinada a abrir el juego en el mundo, el gobierno uruguayo se enfrentó a la presión directa de los gobiernos progresistas de Argentina y Brasil, impidiendo que nuestro país abriera un diálogo con Estados Unidos buscando la concreción de un Tratado de Libre Comercio.
Fue la lógica ideológica, también, la que fundamentó el abuso cometido contra Paraguay, respondiendo al juicio político realizado a Fernando Lugo.
En definitiva, la lógica ideológica prevaleció durante todos estos años, sacrificando intereses nacionales y aceptando el encierro comercial sin garantías internas al que estuvimos sometidos en los últimos tiempos. Por supuesto que acompañada de un cálido apoyo de los sectores mayoritarios del Frente Amplio que creen y reivindican este tipo de política internacional orientada desde las afinidades ideológicas.
El Mercosur se parecía al “perro del hortelano”, no nos dejaba abrir caminos comerciales con terceros países y tampoco nos ofrecía un verdadero comercio libre intrazona. Pero “estábamos entre amigos” políticos.
Esto es lo que cambió drásticamente en el último año. Argentina y Brasil derivaron de diferente forma hacia gobiernos que se encuentran, desde el punto de vista ideológico, mucho más lejos que los anteriores, del pensamiento del Frente Amplio y el gobierno venezolano arrastra el final de una gestión corrupta, autoritaria y sin ningún respaldo ciudadano.
En este contexto, el gobierno uruguayo, quizás por la presión del aparato del Frente Amplio, demoró mucho en asumir la nueva realidad.
Le costó mucho asumir la regla básica de las relaciones internacionales para cualquier país del mundo que consiste en que los intereses nacionales deben ser el norte principal de la estrategia, con total independencia del signo ideológico de los gobiernos de aquellos países con los que nos relacionamos.
Es una obviedad, pero para el gobierno del Frente Amplio y, sobre todo para el partido de gobierno, este aprendizaje les ha llevado mucho tiempo.
Pero, además, el gobierno uruguayo se encuentra con el hecho paradójico de que los nuevos gobiernos de nuestros vecinos, a diferencia de los “amigos ideológicos” anteriores, están dispuestos a permitir y aceptar que Uruguay avance en acuerdos bilaterales de apertura comercial sin necesidad de que esto se realice en el marco de la región.
Desde que asumió la nueva administración, Rodolfo Nin Novoa desde la Cancillería ha impulsado con entusiasmo la idea de que Uruguay debe avanzar en acuerdos comerciales con terceros países y con otras regiones con autonomía respecto al bloque regional. Sin abandonar el Mercosur, pero asumiendo que es posible la gestación de acuerdos bilaterales propios.
Ha sufrido y seguramente seguirá sufriendo la oposición de una parte mayoritaria del Frente Amplio que defiende los alineamientos ideológicos como la premisa de la política internacional.
Sin embargo, la argumentación es de una solidez muy evidente. Uruguay produce alimentos para treinta millones de habitantes y tiene solo tres millones y medio. Ese simple dato es contundente para demostrar que nuestro país depende de la exportación y de la concreción de acuerdos que permitan el ingreso de nuestros productos en diferentes mercados en las mejores condiciones arancelarias. Y esto requiere de la aprobación de acuerdos comerciales variados y múltiples.
Tal orientación había chocado con los reflejos proteccionistas del bloque y los gobiernos amigos ideológicamente nos constreñían en un espacio comercial muy acotado. Pues bien, ahora con los nuevos gobiernos de Mauricio Macri y Michel Temer, las posibilidades se abren.
La prueba de esta nueva realidad es que Tabaré Vázquez anunció desde Nueva York que Uruguay iniciará un diálogo con China e, incluso, es probable que firme una declaración de intención junto al presidente de ese país con el objetivo de iniciar negociaciones para establecer un TLC con ese país. Otro tanto, señaló sobre el caso del Reino Unido.
Los anuncios, a diferencia de lo ocurrido en tiempos anteriores, no generaron ningún tipo de ruido entre los socios del Mercosur. Al contrario, la conclusión de nuestro presidente luego del encuentro con su par brasilero fue que están en línea con nuestra propuesta estratégica de apertura al mundo.
Parece que estamos a las puertas de una oportunidad histórica para el desarrollo de las mejores condiciones de nuestro comercio. Llega en buen momento porque la situación económica interna de nuestro país lo necesita con urgencia. Está en la voluntad política del gobierno que se aproveche en toda su magnitud y se lo haga con la celeridad necesaria. Business is business.
(*) Senador del Partido Independiente