Por Pablo Abdala (*) | @pabloabdala66
La Cámara de Representantes dio media sanción al Proyecto de Rendición de Cuentas correspondiente al Ejercicio 2018. De la exposición de motivos del gobierno surge, con inocultable nitidez, que el país enfrenta serias dificultades desde el punto de vista económico. En el contexto de dicho trámite legislativo, el ministro de Economía concurrió al parlamento a presentar las cifras. En su exposición comenzó reconociendo que, a lo largo del año 2018, el país asistió a un descaecimiento de la inversión y de las exportaciones, a una caída del consumo y a un deterioro del empleo. Todos los indicadores que hacen referencia a la buena o mala salud de la economía llevaron al gobierno, a la hora de venir al Parlamento, a reconocer que el Poder Ejecutivo está preocupado por la situación.
Los resultados sociales que derivan de esa realidad económica, también están a la vista. Empecemos por el empleo, con todo lo que el mismo representa para el bienestar de la población. Astori tampoco pudo desconocer, al respecto, la situación que el país enfrenta. Estudios realizados por distintas consultoras, muy serias y confiables, hablan de un proceso de precarización del mercado de trabajo. Es notorio que ha aumentado la desocupación, que hoy se sitúa casi en los dos dígitos. El último dato señala que la tasa de empleo cayó significativamente. Al conjunto de los uruguayos que se encuentran desocupados y que tienen problemas para encontrar una nueva ocupación, se agregan aquellos que están subempleados. El 20% de la población sufre situaciones de insuficiencia laboral, ya sea porque no tiene trabajo; porque, integrando la población económicamente activa, siente insatisfacción con relación al empleo; o bien, porque está subempleada, trabaja de manera intermitente o pertenece al sector informal de la economía.
El señor ministro, un poco más, un poco menos, reconoció esta realidad. Nos vino a decir ahora lo que ya nos había expresado el año pasado: que con relación a esto, el gobierno está impulsando una serie de estímulos para generar trabajo. Los estímulos son los mismos que nos dijeron que ya estaban desarrollando cuando acudieron, el año pasado, a presentar la rendición de cuentas de 2017. En esa ocasión se habló de los cambios al régimen de promoción de las inversiones, se invocó la ley de empleo juvenil como una gran novedad, se hizo referencia al programa de subsidios transitorios para generar empleo, y hasta se repitió la misma cifra: cinco mil puestos de trabajo ¿Qué es lo que confirma esto? Que el gobierno se ha quedado sin ideas, se ha agotado desde el punto de vista de la política laboral, y de la capacidad de generar nuevas cosas para mitigar esta circunstancia, absolutamente incontrastable. Se dijo que los proyectos presentados en el marco de la Ley de Inversiones están en pleno proceso de maduración, y que en el segundo semestre de este año empezaríamos a ver los efectos de esas medidas. No es creíble.
El Frente Amplio reivindica permanentemente la caída de la pobreza. El hecho de que haya caído estadísticamente la pobreza ‑que es un indicador asociado a un índice económico: la canasta básica alimentaria‑ no es suficiente para llegar a la conclusión de que vivimos en una sociedad que ha progresado, en la que la gente ha mejorado su situación, que ha alcanzado una mejor calidad de vida. La última información conocida del PNUD, que analiza la situación con un enfoque multidimensional, muestra que al Uruguay ya no le va tan bien. Se ha incrementado el número de hogares que viven en condiciones de vulnerabilidad, de fragilidad social, más allá de que estadísticamente estén por encima de la línea de pobreza. Según el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), el 40% de los hogares uruguayos se encuentran en una situación de esas características. Por lo tanto, hay familias que formalmente están por encima de la línea de pobreza, que desde el punto de vista técnico no pueden ser catalogadas como pobres pero, a pesar de eso, tienen dos, tres o varias necesidades básicas insatisfechas.
La situación de los uruguayos que viven en la calle indica, claramente, que las cosas no están bien. El último censo arrojó un crecimiento del 20% en relación al anterior, y esta no es una circunstancia ajena, divorciada o distinta al resto de la sociedad. Ese problema es de los que viven en la calle y, por añadidura, de la sociedad entera. Constituye la expresión más visible de una sociedad que se deteriora.
La ministra de Desarrollo Social, por su lado, reconoció los datos vinculados con todo esto y la gravedad de los mismos pero, después, frente al problema, asume una actitud de resignación que es muy alarmante. Ante esa realidad que rompe los ojos, el Ministerio de Desarrollo Social ha justificado su actuación, o se ha conformado, simplemente, con tener en los refugios cupos suficientes para que la gente vaya a dormir, como si con eso bastara. ¿Por qué ocurre todo eso? Porque las políticas públicas, en su sentido más amplio, han fracasado: fueron y son insuficientes para superar el problema. Eso es incuestionable.
En la medida en que no asumamos esta realidad en toda su dimensión y crudeza, caeremos en el análisis erróneo, que nos alejará peligrosamente de los hechos, y nos llevará a mantener un debate virtual, alejado de la situación que enfrentamos en el Uruguay de hoy. Las autoridades, dominadas por una visión materialista de las cosas, tienden a desconocer el verdadero diagnóstico, deliberadamente o no. Mientras tanto, la segmentación social se consolida, configurando una grieta que compromete el presente, hipoteca el futuro, y quedará como herencia pesada para el próximo gobierno.
(*) Diputado de Alianza Nacional – Partido Nacional