Por Pablo Anzalone (*) | @PabloAnzalone
El gran aumento de casos en el último mes nos expone a una situación que puede salirse de control. La expansión del virus puede superar la capacidad de seguimiento epidemiológico. Este agravamiento de la pandemia en Uruguay es un sacudón a las visiones exitistas y al desgaste de la temática entre la población. También es una oportunidad para aprender de errores y aciertos.
El negacionismo de personajes como Trump o Bolsonaro ha hecho estragos en la situación sanitaria de esos países. En Uruguay, la idea de que la situación estaba resuelta ha demostrado ser equivocada.
La recomendación principal de “quedarse en casa” y esperar la vacuna no es adecuada ni viable en la actualidad. Ya no puede subestimarse que el confinamiento tiene efectos perjudiciales para la salud mental y física. Es sugestiva (y cuestionable) la consigna del “distanciamiento social” para referirse a la distancia física entre las personas, incorporando de hecho muchas otras connotaciones. El mensaje de aislamiento y parálisis produce impactos negativos sanitarios y sociales, incrementa la incertidumbre, el miedo, la ansiedad, la angustia. Son fenómenos a superar, nunca a promover. Reafirmar la pasividad de las personas como respuesta a un problema de salud, impide verse como protagonista de los procesos.
Una estrategia integral requiere fortalecer los vínculos entre las personas y los colectivos.
Esto no significa dejar de cuidarnos y cuidar, sino por el contrario, implica tomar las medidas de prevención adecuadas. En este caso, la distancia física de dos metros, usar tapabocas, lavarse las manos con frecuencia, saludar con el puño, evitar aglomeraciones, reuniones largas, lugares cerrados y con poca ventilación. El transporte colectivo en horas pico, la realización de fiestas multitudinarias y la ausencia de medidas adecuadas en centros laborales son ejemplos de lo que no hay que hacer. Las inspecciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) -retomadas recién en noviembre- arrojaron un 56% de los centros de trabajo sin las medidas ni protocolos correspondientes.
Poder implementar un seguimiento de cada caso y sus contactos para asegurar las cuarentenas necesarias es una medida clave. Perder esa capacidad, desbordados por la multiplicidad de brotes es el inicio de una etapa más peligrosa de la pandemia. En ese sentido, se ha propuesto reforzar los equipos de seguimiento epidemiológico con la participación de intendencias, municipios, UdelaR y un fuerte involucramiento de la comunidad. Hasta ahora sin respuestas positivas del gobierno.
Hacer ejercicio, charlar, socializar y divertirse tomando los cuidados necesarios es imprescindible para nuestra salud. Considerando las tensiones sufridas, la perspectiva cercana de fin de año requiere insistir en las precauciones para evitar contagios.
La salud no puede concebirse, ni atenderse, ni promoverse, limitándose a una sola patología. La pandemia no puede abordarse adecuadamente sin considerar los demás problemas que son las principales causas de enfermedad y muerte en nuestro país. En particular, las enfermedades no transmisibles, los accidentes y los suicidios. El reciente informe MSP de mortalidad en el primer semestre muestra más de 4.600 muertes por tumores, otro tanto por enfermedades del sistema circulatorio, 343 suicidios, 224 muertes en accidentes de tránsito y 210 homicidios. Muchas de ellas prevenibles. Si bien la cantidad de muertes en el primer semestre bajó de 19.894 en 2019 a 18.500 en 2020, no es posible subestimar y dejar de actuar sobre estos problemas.
De ahí la importancia de fortalecer las políticas de prevención en todas esas áreas y un primer nivel de atención con mayor capacidad de resolución. El sistema de salud no puede replegarse como hizo cuando cerraron policlínicas zonales al comienzo de esta etapa. Pero tampoco puede quedarse en la mera atención a demanda, ahora debilitada por la pandemia.
Es preciso definir colectivamente objetivos sanitarios nacionales y locales que involucren a la sociedad para alcanzarlos y apostar a la participación social como un factor fundamental de protección de la salud.
Los organismos participativos del SNIS, como Junasa, Judesas, Julosas y Consejos Consultivos no han sido convocados y consultados en todo este proceso. A nivel nacional, pero también local, se necesitan espacios de diálogo donde se escuche la voz de comunidades, usuarios y trabajadores para definir prioridades y líneas de acción.
Mayores inversiones en salud se producen en todo el mundo y crecieron los apoyos sociales a la población vulnerable. No así en Uruguay, donde el objetivo central no ha sido la salud (ni la educación, la vivienda o la protección social) a pesar de la pandemia, sino la reducción del déficit fiscal. Federico Tobar, consultor de OPS/OMS, alertaba frente a un gran gasto en camas de CTI o respiradores mientras la cobertura horizontal de garantizar a todos una atención adecuada está lejos de alcanzarse en la región.
La crisis sanitaria generó una crisis alimentaria y una crisis económica y social que crean más desigualdades. Las respuestas estatales en estos planos han sido muy escasas y débiles. Como señalaba hace poco Miguel Fernández Galeano, el abordaje debe ser integral o sus aspectos sanitarios no funcionarán.
Los episodios de represión policial con la excusa de la Covid no tienen nada que ver con la salud, sino con señales autoritarias y estigmatización de jóvenes y pobres. No se verán estos operativos en fiestas de personas ricas.
La movilización social va a aumentar en este período. Hay cuestiones muy sentidas en juego, libertades, empleo, salarios y jubilaciones, alimentación, protección social, educación, salud, cuidados, vivienda y otros. Son derechos a defender y la resignación no es una alternativa.
El desafío es retomar ese componente esencial de la vida democrática sin dejar de lado los cuidados ante la pandemia. Cuidarse y cuidar a los demás. Con creatividad para usar la comunicación vía web, con formatos variados para intercambiar entre personas y colectivos de lugares distantes. Para conocer más y actuar mejor, cuidar y cuidarnos.
Los movimientos sociales, intersociales, redes y articulaciones, están cumpliendo un rol fundamental. Las respuestas al Covid serían muy distintas y peores sin la solidaridad gestada en estos meses.
Las crisis abren posibilidades para personas, colectivos y la sociedad toda.
Más que la metáfora de guerra contra el virus, Boaventura de Souza habla de pedagogía del virus, como defensa de la naturaleza y de la vida ante un modelo de desarrollo depredador y biocida.
Karina Batthyany [1] destaca que la pandemia desajustó los modos de vida tradicionales y enfocó un concepto del feminismo: todos y todas somos interdependientes. Esa idea es central para construir una sociedad que cuide la vida.
(*) Licenciado en Ciencias de la Educación. Doctorando en Ciencias Sociales.
[1] Batthyany 2020. La pandemia evidencia y potencia la crisis de los cuidados. Pensar la Pandemia. Clacso.