Por Alejo Umpiérrez | @alejoumpierrez
“El Uruguay tiene que resolver su problema internacional consultando, en exclusivo sus conveniencias. Indumentaria diplomática a la medida de su cuerpo”.
“Pequeño el Uruguay y débil, su política internacional no puede igualarse a la de los grandes organismos dilatados y fuertes. Las circunstancias nos imponen, pues, una acción discreta, tan moderada como eficaz, y bien dirigida”.
Décadas atrás Luis Alberto de Herrera dedicó un preclaro ensayo sobre la política exterior de Uruguay. A él pertenecen las frases que sirven de acápite a este artículo. De hecho su pensamiento formateó nuestro posicionamiento global por varias décadas. El pensamiento central se resumía en la frase de Lord Palmerston: “Los países no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes”. Esa obra se llamaba “El Uruguay internacional”. Hoy es papel quemado en los hechos a pesar de su vigencia y vigor histórico.
La llegada al poder del Frente Amplio cambió los cánones de relacionamiento más allá de fronteras. Dejó la política internacional de ser una política de Estado para pasar a ser una política de partido. Antes que la izquierda asumiera el poder se consultaba a los máximos dirigentes de todos los partidos las decisiones trascendentes de la política exterior. Así ocurrió con el propio Frente Amplio cuando nació el Mercosur en el gobierno del Partido Nacional. Pero desde 2005 hasta el día de hoy, sin excepciones, se ha seguido la política internacional del “amiguismo”, entonces nos plegamos a “amigos” y enfrentamos o desdeñamos “enemigos” que los eligen nuestros “amigos”. Así hemos caído en posiciones vergonzantes o aun abyectas. La más notoria fue suspender a Paraguay del Mercosur para votar el ingreso de Venezuela por la ventana y la votación parlamentaria que se hizo de madrugada a las apuradas porque al día siguiente llegaba el Comandante Chávez y había que esperarlo con la votación en mano. Y faltó sin aviso… Pocas veces la historia nacional registra hechos tan vergonzosos. Habría que remontarse a los episodios de “Las Bases” o a la Triple Alianza.
Pero nuestro amor a las ideologías además ha sido muchas veces el amor masoquista de quien grita “Te amo” mientras lo aporrean. Proclamamos nuestra encendida defensa del kirchnerismo a pesar que nos hicieron la vida imposible económicamente durante años – y no solo con los puentes – como dando veracidad a la vieja máxima criolla de que el palo aquerencia.
La obsecuencia con Venezuela ha sido ejemplar. Nos hemos dado el lujo de desandar una de las más honrosas páginas de nuestra política exterior como la es en materia de Derechos Humanos. Y no se trata de violar el principio de no intervención y de autodeterminación de los pueblos sino que se trata de exigir el cumplimiento de pactos internacionales y de permitir precisamente que el pueblo sea el que pueda autodeterminarse. El tiempo se encargará de poner en evidencia las razones de tal condescendencia.
Ni hablemos de otra servidumbre ideológica como la ha sido con Cuba, a la que llegamos a condonarle la deuda que mantiene con nuestro país aquella nación. Algo increíble a ojos vistas con relación a la dictadura más antigua de América Latina mientras por otro lado proclamamos encendidas defensas a los DDHH, todos y cada uno de ellos violados por la dictadura castrense.
Nada se dice tampoco sobre los derechos humanos violados en Nicaragua a diario por el gorila y camarada del FSLN, Daniel Ortega, transformado en una caricatura de sí mismo. El Frente Amplio bloqueó hace pocos meses en el Parlamento una moción de repudio a la represión desatada por el sandinismo a su población por el ciudadano ilustre de Montevideo.
Podrían llamarse desatinos ideologizados a todos estos sin mayores consecuencias para nuestro país que no sean la pérdida de credibilidad internacional.
Ahora lo que ha sucedido con Brasil supera las barreras de la inocencia y ha sido totalmente pueril. Alarma el infantilismo que es la savia que nutre nuestra política internacional. El canciller Nin – que se olvidó de que alguna vez fue blanco o es quizás la demostración de que no lo era – apostó todas sus fichas a Haddad en un aberrante acto que en cualquier otro gobierno con visos de normalidad le hubiese costado el cargo. La reticencia de Vázquez a felicitar al gobierno electo asombra y cuando lo hace, lo hace tarde, previa autorización de la Mesa Política. El remate llega con la joya oratoria del presidente del Frente Amplio cuando dice que habría que evaluar la ruptura de relaciones diplomáticas si Brasil deriva al “fascismo”. ¿Alguna vez pensó Miranda en romper relaciones diplomáticas con Venezuela, Cuba, Irán o China en razón a los regímenes dictatoriales que los rigen?
Cuando se cae en el “infantilismo internacional” ponemos en peligro el trabajo de nuestros compatriotas y la economía del país y por ende la calidad de vida de nuestra gente. Poco significamos para Brasil económicamente, pero ellos son nuestro segundo destino de ventas y en muchos productos casi los exclusivos compradores.
No se ha logrado comprender todavía que somos una hoja al viento en el mundo internacional. No llegamos ni a la categoría de peones de ajedrez. Un país pequeño como el nuestro solo y únicamente será respetado si juega del lado del multilateralismo pleno y respetuoso, del apego al derecho internacional, a la composición de diferendos, al pacifismo y al diálogo. Si queremos ser enanos matones más o menos andaremos bien mientras tengamos amigotes, pero si los que dirigen a esos amigotes cambian de signo nos las veremos en figurillas. Por eso hay que defender no los intereses de partidos o grupos de otros países en sus pujas internas. En Política Internacional (con mayúscula) hay un único grupo a defender: el de los uruguayos sin distinción de ideologías que todos los días necesitan que el Uruguay venda al mundo para poder vivir mejor dentro de fronteras.
Ese es el único interés real a defender.
(*) Diputado de Todos Hacia Adelante – Partido Nacional