Por: Pablo Viana | @pabloviana_ok
Nuestra región vive una coyuntura política desafiante y Uruguay no es ajeno a ello. En 1848, Marx y Engels celebraban: “un espectro recorre Europa: el fantasma del comunismo”. En la actualidad, el mismo fantasma se pasea por América Latina, impulsado por el Foro de San Pablo, con diferentes disfraces. El pasado domingo, este espectro golpeó las puertas de Colombia, encarnado en el exguerrillero de extrema izquierda, Gustavo Petro, quien obtuvo más del 40% de los votos en las elecciones presidenciales. Afortunadamente, esta cantidad no le alcanzó para ganar en primera vuelta y deberá ir al balotaje contra Rodolfo Hernández.
De ganar Petro la segunda vuelta, que se llevará adelante el domingo 19 de junio, Colombia caerá en las garras del socialismo, lo que sería una gran tragedia para el país. El exguerrillero del M-19 es admirador de Ernesto “Che” Guevara, de la revolución cubana y era amigo del dictador Hugo Chávez. En este sentido, anunció que, en caso de triunfar, restablecerá relaciones diplomáticas con Venezuela. Colombia recibió a millones de venezolanos que tuvieron que huir del régimen tiránico de Nicolás Maduro. Lamentablemente, una parte importante del electorado colombiano no quiso aprender de la experiencia tan cercana del pueblo venezolano, que padeció y padece los resultados del sistema que se pretende instaurar en Colombia.
Un posible gobierno de Petro no solo sería perjudicial para Colombia, sino también para toda la región. ¿Qué perspectiva de paz y progreso puede haber si las fuerzas armadas más importantes de la región quedan a merced del chavismo? Más aún, Estados Unidos vería a su aliado estratégico en materia de defensa y seguridad convertirse en una réplica del desastre político, económico, cultural y social que es hoy Venezuela. Si Petro decidiese cortar los lazos con la Casa Blanca, se abrirán las puertas para que Rusia e Irán penetren en Colombia como lo hicieron, justamente, en Venezuela.
Dicho peligro trasciende las fronteras de América Latina y pone en jaque al mundo occidental en su conjunto. Muestra de ello es la influencia que ejerció la dictadura venezolana en Europa mediante su vínculo con Podemos en España. El crecimiento de la presencia marxista en detrimento de opciones compatibles con la vida en libertad es una amenaza latente a escala global.
Sin embargo, más allá de estas consideraciones, el mayor peligro frente a un posible gobierno chavista en Colombia y el consiguiente abandono del área de influencia estadounidense lo representa China.
El Partido Comunista Chino y su régimen totalitario que perpetra sistemáticas violaciones a los derechos humanos, se muestra deseoso de aumentar su ya enorme influencia en las Américas para imponer su agenda, controlar recursos naturales y tener una presencia estratégica.
Desde el Río de la Plata, es habitual que no se tome real dimensión de lo que significa esta situación que se da en el norte del continente. Es una falencia que excede al Uruguay y abarca a toda la centroderecha latinoamericana, que no ha sabido aunar esfuerzos para contener el avance del Foro de San Pablo. La izquierda entiende perfectamente la importancia de tejer una red de alianzas que no solo lleve al marxismo al poder, sino que logre perpetuarse y enquistarse en todas las esferas de la sociedad.
América Latina se encuentra hoy en una situación terminal, en tanto que el Foro de San Pablo gobierna en la gran mayoría de los países. Colombia también podría caer víctima de esta corriente y engrosar el dominio izquierdista en la región. En Brasil, resuena cada vez más la posibilidad del retorno de Lula, quien cuenta con el apoyo incondicional de la izquierda internacional, los medios de prensa y el establishment cultural. Dado el peso relativo y la influencia de Brasil, de llegar el expresidente al poder otra vez, la izquierda se vería entusiasmada con un resurgir de la hegemonía marxista a nivel continental.
Frente a esta penosa situación, Uruguay se erige hoy como faro para las ideas de la libertad y el desarrollo, debiendo redoblar esfuerzos para contrarrestar esta tendencia regional. Los socios locales de esta corriente de pensamiento colectivista, si bien perdieron las elecciones en 2019, trabajan intensamente por recuperar el poder. Muestra de ello es la persistente conflictividad que intentan imponer para torcer el rumbo del gobierno y frenar los cambios tan reclamados por la sociedad uruguaya.
Es por ello que los partidarios de un sistema de gobierno limitado, democrático, republicano y respetuoso de las libertades individuales debemos estar alertas y actuar con decisión en consecuencia para que estos valores que Uruguay representa no sean ultrajados por el avance de modelos destructivos de la esencia del ser humano y de la convivencia pacífica.
(*) Diputado por Montevideo – Partido Nacional.