Por el Dr. Federico Arregui | @Federico1Arregu
Para muchos de nosotros la Patria es algo más que lo etéreo, lo glorioso, los recuerdos de antaño, las heroicidades de su gente y de sus líderes, ya caudillos, ya grandes hombres ilustrados que pueblan nuestra Historia, los grandes gestos, los desprendimientos y la sangre derramada, la tierra purpúrea. Tanta sangre vertida en casi dos siglos de existencia independiente y más de dos siglos desde que se fundara la primera localidad: Santo Domingo de Soriano y luego Montevideo. Esa es una manera de concebir la Patria. Y está bien, no pretendiendo ponerlo en tela de juicio, por nuestra parte.
Para muchos de nosotros, la Patria no solo es el plato de comida que podemos ofrecer a nuestros hijos, el techo para cubrirse de la intemperie, la educación a recibir, la seguridad a brindar, sino que bregamos por el desarrollo de un país que, indefectiblemente, sigue siendo un estado tapón que se niega a jugar su rol en el concierto internacional.
Nos siguen dominando, de afuera y de adentro. De afuera por condicionantes económicas, tecnológicas, culturales, comerciales. De adentro por relatos ideológicos que ya no caben en un molde… mientras el mundo avanza y nos avanza con los algoritmos, el Big Data, la inteligencia artificial, la robótica, etc.
Los partidos tradicionales uruguayos: el Frente Amplio, el Partido Colorado y el Partido Nacional siguen viendo al Gobierno y las elecciones en el siglo que corre como la manera, civilizada, de tener poder y a través de él y con él, para, supuestamente, configurar una sociedad mejor. Y el Frente Amplio, además, demostrándose a sí mismo que aquella “superioridad moral” era tan solo un sueño, una quimera. Y que además de no ser, ya no será. Por eso mismo el criticar a los gobernantes del pasado que cometieron errores es pegarse a sí mismo pero siguen con la misma cantinela… critican y, al hacerlo, se critican a ellos mismos.
Ya no hay excusas, ni tiempos que esperar. Los últimos tres Gobiernos consecutivos en manos del partido oficialista han demostrado, lógicamente, que nadie escapa a la condición humana. Y que “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”.
Nadie, honestamente y con sentido común, puede negar que ha habido avances en los últimos 15 años. Nadie, tampoco, con honestidad, puede negar que la sociedad sufre un deterioro en muchos frentes, demasiados ya. El Fonasa, que pretende cubrir una amplia gama de colectivos, ha emparejado para abajo, y por ende la calidad de atención en la salud no mejora aunque salgan con estadísticas y mediciones, la clase media sufre una presión tributaria in-sos-te-ni-ble, los que poseen capital tienen la parte, tal vez, más fácil y dolorosa pensando en los sectores de trabajadores que quedan en la calle: cierran sus emprendimientos, venden y van a otro país a producir. Mientras tanto, los “bocaflojas teclados mediante”, se encargan de dividir en las redes sociales entre los buenos, justos, “puros de alma y corazón”, y aquellos otros que nos atrevemos a pensar, a cuestionar, a criticar sin renegar de nuestro pasado ni de nuestras raíces, que las tenemos. Es de cobardes pedir permiso para opinar, como canta por allí algún artista con su guitarra.
Introducción
En el año 2016 se informó, con información pura y dura, lo que sucedía en Ancap, el despilfarro, en Ancap y las inmoralidades con el patrimonio de los uruguayos, en Ancap y las conductas eventualmente delictivas que deberá dirimir el Poder Judicial (que no es lo mismo que hablar de la Justicia).
No es un ataque a las empresas públicas el que nos anima, porque si no, habría que hacerlo con UTE y Antel –que son ejemplos paradigmáticos de buen rendimiento y crecimiento empresarial-. No obstante lo cual es un capítulo, el de las empresas del Estado, que debe ser abordado nuevamente para que sigan mejorando y continúen en el camino de ser más eficientes aún, para la mejora de vida de la gente que habita esta tierra y un componente importante del costo para la producción y los servicios en general. Tal vez habría que abrir, remodelar las mismas, convertirlas en sociedades anónimas con acciones nominativas, y abrir el 10% o 20% de dicho capital, para que los uruguayos puedan invertir en ellas y controlarlas en su gestión. Con topes para que no inviertan grandes jugadores, sino pequeños ahorristas. Imaginemos las asambleas donde se controlen balances, inversiones, sueldos, gastos, tarjetas corporativas.
Ese es un tema aparte. Por un lado tiene un terrible peso sobre su espalda y que no es su responsabilidad, que es la contaminación de las aguas superficiales: cuenca del Santa Lucía, cuenca del Río Negro, cuenca del Río Uruguay, aguas subterráneas que la obligan a un esfuerzo hercúleo para mantener estándares mínimos de calidad. Porque nadie de nosotros cree que sea de buena calidad y la bebemos y utilizamos con temor –infundado o no, pero es así- . Pero otro tema es el de su gestión: debería, y esto sería un tema que trasciende a la empresa en sí e implica una política de Estado, aunque se produzca déficit, construir plantas de tratamientos de aguas residuales de ciudades de más de 10 mil habitantes como mínimo, sino en todas las poblaciones. Lo reclama la gente que sabe, el medio ambiente, y daría una legitimidad muy grande para exigir a productores, industriales, el tratamiento correcto de los productos químicos que usan.
La Institucionalidad del Uruguay
Todos creemos mirando alrededor, en la región me refiero, que estamos bien. Pues eso es un error. No estamos bien. Es aplicar el dicho “en el país de los ciegos el tuerto es rey”.
Como hace mucho no pasaba, fuertes señales de profundo y veloz deterioro están aconteciendo a nuestro derredor, y deberían activar nuestros mejores reflejos, músculos, lucidez y capacidad de indignación para buscar nuevos caminos que hagan retroceder lo que está aconteciendo. Pero vayamos al tema que estamos abordando.
Amenazas a jueces, fiscales, abogados… personas asesinadas, descuartizadas, enterradas, desenterradas y desaparecidas… que aparecen juntas en un auto incendiado…. Algo huele a podrido en Uruguay, atreviéndome a tomar prestado una expresión de un genio de la Literatura Universal. ¿A quién le está temblando la mano? ¡Legisladores de todos los Partidos hay que sacar de circulación por un largo tiempo a quienes quitan el bien Vida, lesiones personales!, a quienes amedrentan a quienes deben aplicar la ley…
Otro tema no menor que afecta la institucionalidad: se debe pagar a los funcionarios judiciales la sentencia ganada en todas las etapas procesales previstas en el Ordenamiento Jurídico del País. Punto y aparte.
(*) Abogado. Especialista en Law of Torts (Derecho de Daños) por Udelar. Fundador de Fogones Artiguistas. Contacto: federicoarregui07@gmail.com