Por Mariano Tucci | @MarianoTucci46
A lo largo del debate público suscitado por los énfasis y prioridades del gobierno nacional en su proyecto de Rendición de Cuentas que hoy discute el Senado de la República, me gustaría poner el acento en lo que entiendo representa su eje vertebrador.
Es notorio que en la composición del proyecto se refleja la cercanía del proceso electoral. Es evidente, además, que quienes lo defienden lo hacen casi que con fervor religioso porque están absolutamente persuadidos de que su aprobación es un triunfo para la coalición de gobierno.
No discuto su derecho a defender lo que piensan, porque el ser humano evoluciona al calor de sus convicciones, aunque muchas veces tropiece con la soberbia. Porque, en definitiva, triunfar no es votar leyes, cortar cintas o ganar elecciones.
Desde el ejercicio de la representación política, triunfar es transformar para mejor la vida de nuestros compatriotas.
Y este gobierno tiene vocación de agente transformador, pero con los de arriba, no con los de abajo.
Entonces, por más que este proyecto se presente como una cuestión de fe, algunos dirigentes de la coalición gobernante, ni lerdos ni perezosos, se dieron cuenta de que, en realidad, si existiera un triunfo votando este proyecto, por lo menos no es compartido, o no es equitativo.
Y es por esa razón, entre otras, que en la previa a la votación en Cámara de Representantes se presentaron casi 200 modificaciones en comisión, porque las diferencias internas del gobierno siguen estando. Lejos de diluirse, se acentúan cotidianamente.
Y volviendo al tema de los triunfos y de las victorias políticas, yo sostengo que, si existiere un ganador, si damos por bueno que su aprobación encarna una conquista de la coalición, ese triunfo sería exclusivo del Partido Nacional, porque en el reparto de recursos que realizó Economía en los diferentes estamentos del Estado, algunos socios ligaron más y otros socios ligaron menos.
Y en la perspectiva política de quienes no quieren, con toda razón y derecho, seguir siendo furgón de cola del herrerismo, representa un problema, porque tienen la necesidad de competir en el mediano plazo por el liderazgo de la coalición que todos integran.
Y si siguiéramos dando por bueno que existiría una victoria de la coalición con la votación de este proyecto de ley y del Partido Nacional dentro de ella, el éxito de quien lidera hoy la coalición estribaría en mantener la tranquera bien cerrada hasta finales del año que viene, para, ahí sí, abrirla hasta que haga tope por un año: el año electoral, un año que lo posicionará ante una nueva contienda electoral dándole la chance de competir nuevamente por el gobierno, desde la conducción de la coalición, colocando a su delfín.
Nada nuevo bajo el sol; abrirán la canilla en el año donde hay elecciones, como también lo hacen generalmente en los departamentos donde gobiernan.
Y no estoy diciendo nada que no se sepa, en todo caso estoy diciendo lo que todos conocemos y no se va a decir, porque es inconveniente, pero es parte de la realidad.
Por eso creo que, en términos político-partidarios, esta rendición asegura el futuro para algunos, y sella para otros su suerte electoral, porque esta es la “bala de plata” del gobierno del Dr. Lacalle, y por tanto el “tiro de gracia” de los socios minoritarios de la coalición.
Y en este sentido, resuenan aún en mi memoria algunas afirmaciones recientes de legisladores del Partido Nacional, donde con brutal honestidad dijeron alto y claro: “¿Cuál es el proyecto serio que no se preocupa por su continuidad? ¡Claro que estamos pensando en 2024!”.
Complementariamente, otro diputado invitaba a sus colegas en el marco del debate en Cámara, a “festejar” a la luz de las “bondades” de este proyecto de rendición, aunque algunos saben que celebrarlo es hacer gala de una victoria pírrica porque se obtiene con más daño del vencedor que del vencido.
Hasta aquí las consideraciones macro de una rendición que prioriza lo electoral por encima de las urgencias de la gente.
En otro orden, hemos sostenido durante el proceso de discusión que las rendiciones de cuentas son el instrumento de gestión que oficia como “unidad de medida” para quienes gobiernan, para quienes controlamos la gestión y para todos los ciudadanos, que en definitiva son los beneficiarios o los perjudicados de la eficacia o no de las políticas que el Poder Ejecutivo implementa.
Y yo quiero referirme brevemente a un capítulo de esta planificación bianual que tiene al engranaje institucional como actor central. Es interesante que puedan leer el informe en minoría del Frente Amplio en diputados.
Una vez más y con el dolor de no ver a los partidos defendiendo a sus empresas públicas como parte de su activo y de su identidad nacional —fundamentalmente, al partido colorado—, queremos decir que el Estado es visto como un obstáculo y no como una herramienta de construcción de igualdad y motor de desarrollo en este proyecto de ley.
Siempre ha sido así para los sectores conservadores de la política nacional. El poncho de los pobres, la herencia batllista, es para este gobierno una piedra en el zapato que hay que sacudirse rápidamente antes de que termine el período.
El poncho de los pobres creado como concepto en otras tiendas políticas, pero que desde hace muchos años es defendido por el Frente Amplio, sigue siendo torpedeado por aquellos que nunca necesitaron ni necesitarán de su abrigo porque tienen su vida resuelta.
En las empresas públicas, la falta de funcionarios, la carencia de inversión y el desmantelamiento de planes de desarrollo, coinciden con un impulso desenfrenado de desregulaciones, que se traduce en pérdida de soberanía nacional, en la que se entregan sin vergüenza a particulares, “las joyas de la abuela”: los recursos estratégicos del Estado uruguayo.
Se regaló el Puerto de Montevideo por 60 años, se concedieron licencias para la transmisión de datos a los canales privados, se revisaron sin ton ni son los acuerdos con los grandes consumidores eléctricos: vienen desmantelando de apoco a Ancap y al Instituto Nacional de Colonización.
Por tanto, advertimos, una vez más, que el riesgo de desguazamiento de las empresas del Estado comenzado de forma nada sutil en los 90, y que fue rechazado en las urnas, ahora en su versión 2020-2025 el herrerismo tradicional consolida su estrategia con la ayuda del Partido Colorado, del Partido Independiente, el Partido de la Gente y Cabildo Abierto.
No votamos ni compartimos el espíritu del proyecto de ley. Es una norma perniciosa porque sigue sin resolver las urgencias de nuestros compatriotas y por sobre todas las cosas, con intención o sin ella, genera mayor desigualdad y por ende menores oportunidades para nuestro pueblo.
(*) Diputado del Espacio 609, Convergencia Popular (Lista 46).