Por Felipe Schipani (*) | @FelipeSchipani
El balotaje del próximo 24 de noviembre se presenta como una fecha decisiva para el futuro de nuestro país, ya que se jugarán muchos aspectos cruciales que definirán el rumbo de nuestra república.
No solo se elegirá al gobierno que nos regirá durante los próximos cinco años, sino que también se decidirá el futuro de la educación de nuestros hijos, un tema que debería preocuparnos a todos como sociedad.
La educación es un pilar fundamental para el desarrollo social y económico, y su calidad impacta directamente en la vida de cada ciudadano. En los últimos años, hemos sido testigos de una transformación educativa necesaria, impulsada por el actual gobierno tras la situación catastrófica en la que se encontraba la educación después de 15 años de administraciones del Frente Amplio.
Los resultados de este proceso de cambio ya son visibles: hemos observado un aumento en la tasa de egreso en la educación media y un mantenimiento del nivel de aprendizajes a pesar de los retos impuestos por la pandemia. Estos logros son prueba del esfuerzo y compromiso hacia una educación más inclusiva y de calidad.
Sin embargo, los resultados más significativos aún están por venir. Cambios en el paradigma educativo están comenzando a dar frutos, como el fortalecimiento del rol fundamental de los Centros María Espínola en contextos críticos y la profesionalización de la carrera docente.
La educación no solo se trata de adquirir conocimientos, también implica desarrollar habilidades esenciales como el pensamiento crítico, la creatividad y la capacidad para resolver problemas. En un mundo cada vez más globalizado y competitivo, estas competencias son vitales para que nuestros jóvenes puedan enfrentar los desafíos del futuro. El cambio curricular ha sido de los más relevantes en este período.
La comparación con otros países que han priorizado su educación es reveladora. Finlandia y Corea del Sur, por ejemplo, han realizado reformas significativas en sus sistemas educativos, lo que ha resultado en un aumento notable en su Producto Interno Bruto (PIB) y una mejora en la calidad de vida de sus ciudadanos. Estos países han demostrado que invertir en educación no solo es una responsabilidad social, sino también una estrategia económica inteligente. Una fuerza laboral bien educada atrae inversión extranjera y fomenta el crecimiento, generando empleos y oportunidades para todos. Por otra parte, es importante destacar el papel crucial que desempeña la educación en la reducción de la pobreza y la desigualdad social.
Los jóvenes con acceso a una buena educación tienen más probabilidades de acceder a empleos bien remunerados y contribuir al desarrollo económico de sus comunidades. Este ciclo virtuoso no solo mejora su bienestar personal, sino que también beneficia a toda la sociedad al fomentar un entorno más equitativo.
No obstante, los riesgos asociados con el posible regreso del Frente Amplio al poder son preocupantes. Tras 15 años de gestión donde implementaron políticas educativas que llevaron a un notable retroceso, su retorno podría significar un estancamiento o incluso un retroceso en la calidad del sistema educativo nacional. Su programa incluye propuestas como la reactivación del Congreso de la Educación, un espacio históricamente propenso a medidas retrógradas como la eliminación de evaluaciones estandarizadas y la estatización de la educación preescolar. Más precisamente, el programa del FA plantea que las resoluciones del mencionado congreso sean vinculantes, lo que además de ser peligroso por su contenido lesiona la autonomía de la ANEP.
A esto debemos agregarle que Yamandú Orsi ya ha anunciado que de ser gobierno derogará la LUC ratificada por el pueblo, reimplantando los Consejos desconcentrados y otorgándole nuevamente la conducción de la educación a los sindicatos.
Estas acciones no solo amenazan los avances logrados recientemente con la transformación educativa; representan un riesgo significativo para el futuro educativo del país. Además, si el Frente Amplio recupera el poder, los sindicatos educativos —sectores conocidos por sus posturas conservadoras— volverán a dominar la agenda educativa. Esto limitará aún más las oportunidades para implementar innovaciones necesarias y mantener estándares adecuados en nuestra educación.
En conclusión, el próximo 24 de noviembre no solo se trata de elegir un gobierno; se trata del futuro educativo de nuestros hijos y del desarrollo de nuestro país. La decisión que tomemos tendrá repercusiones profundas en las generaciones venideras. Por ello, es fundamental involucrarnos activamente en este proceso electoral y ser conscientes del impacto que nuestras elecciones tendrán sobre uno de los aspectos más importantes para nuestro progreso como sociedad: la educación.
(*) Diputado del Partido Colorado.