Por Felipe Schipani (*) | @felipeschipani
Cuando asumimos el gobierno en marzo de 2020, el país venía de quince años de administración frenteamplista que habían dejado una economía estancada, altos niveles de desempleo, creciente informalidad laboral, una educación en decadencia y un sistema de seguridad social al borde del colapso. Trece días después de la asunción de Lacalle Pou llegó la pandemia, y más adelante la peor sequía en un siglo. Pese a ese escenario, el gobierno de coalición dejó un país en mejores condiciones que el que recibió.
Lo primero fue tomar decisiones. La Ley de Urgente Consideración condensó el plan de la coalición, el “Compromiso por el País” traducido en acciones concretas. Seguridad, educación, salud, economía, vivienda, institucionalidad: allí estaba la hoja de ruta. Fue una señal clara de iniciativa y determinación. Al mismo tiempo, la pandemia exigía respuestas rápidas y equilibradas. Uruguay apostó a la libertad responsable, protegió la salud, sostuvo el aparato productivo y desplegó apoyos sociales sin cerrar la economía. Fuimos ejemplo a nivel mundial.
Los resultados están a la vista. El desempleo bajó de 10,5% a 7,9%. Se crearon 107.000 nuevos empleos. La informalidad pasó del 25% al 22%. El salario real alcanzó niveles récord. El ingreso medio de los hogares aumentó. La masa salarial creció 9%. La inflación, que era de 9% en marzo de 2020, se redujo al 5%. La pobreza por ingresos se mantuvo estable a pesar de las crisis, y la pobreza multidimensional bajó del 23,5% en 2019 al 18,9% en 2024. Estos no son relatos, son datos. Son hechos. Son familias viviendo mejor.
Y además de gestionar bien las urgencias, este gobierno enfrentó los desafíos estructurales que otros esquivaron. Se concretó la transformación educativa: se reformaron planes, se mejoró la formación docente, se amplió el tiempo pedagógico, se incorporó tecnología, se fortaleció la gestión. Por primera vez en décadas se empezó a cambiar de verdad la educación pública. También se impulsó y aprobó la reforma de la seguridad social, una reforma justa, necesaria y sostenible que busca cuidar a las futuras generaciones. Fue una decisión valiente que ningún gobierno anterior se atrevió a tomar.
La inversión pública no se frenó. Se ejecutaron obras viales, se mejoró la infraestructura educativa y sanitaria, y se lanzó el proyecto Arazatí, una obra estratégica que garantizará el abastecimiento de agua potable por décadas. Se fortalecieron las empresas públicas, se modernizó la gestión estatal y se mejoraron los indicadores fiscales. Uruguay alcanzó el riesgo país más bajo de la región y la mejor calificación crediticia de su historia. Eso es confianza internacional en la seriedad del país.
Mientras tanto, el Frente Amplio optó por una oposición sistemática. Fue oposición a la LUC, al manejo de la pandemia, a la transformación educativa, a la reforma previsional. A todo. Pero no propuso alternativas concretas ni presentó un rumbo distinto. Y hoy, en ejercicio del gobierno, la inacción es total. No hay proyectos, no hay grandes debates, no hay conducción política. Es una Ferrari con el freno de mano puesto. Tienen votos, estructura, recursos, pero no tienen ideas ni agenda.
Por supuesto que no todo se pudo hacer. Hubo cosas que quedaron en el tintero. Reformas que no avanzaron. Temas que aún requieren mayor atención. Gobernar es también convivir con las limitaciones del tiempo, de las mayorías y de las circunstancias. Pero incluso reconociendo todo lo que falta, el saldo es ampliamente positivo. Este gobierno que terminó tuvo agenda, tuvo liderazgo, tuvo rumbo. Y deja una base mucho más sólida para seguir construyendo.
Fue un gobierno que actuó en la emergencia y transformó en la normalidad. Que priorizó la libertad, el trabajo y la dignidad. Que enfrentó dificultades enormes sin perder el rumbo. Que eligió actuar donde otros optaron por la inercia.
El partido de gobierno podrá seguir repitiendo relatos. Pero los hechos, los datos, la realidad cotidiana de los uruguayos desmienten ese discurso. La diferencia entre 2020 y 2025 es tangible. Se ve, se siente y se vive. Y eso es mérito de un gobierno que no se conformó con administrar, sino que apostó a cambiar.
(*) Diputado por el Partido Colorado