Por Mariano Tucci (*) | @MarianoTucci46
Así de sencillo. La política está asediada por situaciones que la ensombrecen desde hace ya un tiempo prolongado. La gente merece más y los partidos políticos debemos estar a la altura del desafío.
Paradójicamente, más allá de esta aseveración, me cuesta comprender que algo que debería ser la simiente de la actividad política, hoy represente un desafío para los actores del sistema. Seguramente muchos sean los factores que cooperan para que el desprestigio abrace con fuerza los pilares de la política. Pero también es cierto que quien gobierna tiene siempre responsabilidades mayores.
La gente necesita soluciones concretas en áreas estratégicas de la vida nacional: seguridad, economía, salud, vivienda y educación, entre otras. Pero nada de ello será posible si la gente no cree.
Tengo la firme opinión de que las gestiones venideras necesitarán del diálogo permanente entre los partidos, al menos para acordar cosas básicas que nos permitan andar, y dejar a un costado la crispación y el enfrentamiento que han vaciado a la política de contenidos relevantes.
A ello hay que sumarle una actitud colectiva proactiva de confrontación con las prácticas políticas que enlodan y llevan al zócalo el prestigio de la actividad que desempeñamos. La pasividad ante hechos vergonzantes no puede ser nunca la respuesta.
La reacción tiene que ser siempre rápida y ejemplarizante. Vale para la renuncia del intendente de Artigas a su partido, como para otros episodios del pasado y para todo el arco político.
En los últimos cuatro años y medio observamos un gobierno firme en algunos aspectos de la gestión y vacilante en otros. Nada más humano que hacer y equivocarse; el problema es que cuando los errores devienen de acciones de dudosa transparencia o que rozan la corrupción, o que generan suspicacias, por decir lo menos, dejan de ser problemas para transformarse en prácticas o hábitos vituperables en el ámbito de la institucionalidad, que, por supuesto, tienen responsables.
En estos años el Uruguay vio cómo se realizaban fichas a senadores de la República con fines extorsivos, cómo se vigilaba y seguía a periodistas, cómo se instalaba una oficina del crimen organizado en el edificio donde trabaja el presidente y la jefatura de la inteligencia estratégica de Estado.
En estos años, vimos cómo un intendente y una diputada fueron condenados por corrupción, cómo algunos mandos policiales fueron removidos por acciones de probada deshonestidad asociados a casos sonados con gente procesada y condenada por la justicia.
Vimos la agilidad del Estado en la tramitación de un pasaporte a un narcotraficante, vimos ministros, subsecretarios y asesores renunciados, aunque el presidente asegurara que eran “funcionarios ejemplares”.
Vimos cómo el mundo reconoció al Uruguay por sus escándalos políticos más que por su prestigioso recorrido institucional del cual siempre estuvimos orgullosos.
Y es por esa razón que cuando Yamandú Orsi nos decía, hace algunos días en la Convención Nacional del Frente Amplio celebrada en el Teatro El Galpón, que hoy nos planteamos “que gobierne la honestidad”, interpreto que se refiere a construir gobierno, desde los valores republicanos que el país siempre abrazó y que hoy son desconocidos por los elencos políticos que están al frente del Poder Ejecutivo.
Y, principio tienen las cosas, porque nada bueno puede surgir cuando la petulancia es el método elegido. ¿Cómo es posible que se sostenga desde la Torre Ejecutiva una acción deliberada y permanente de no dialogar con la otra mitad del país que representa nuestra fuerza política?
Ejemplos sobran. Las famosas mesas de diálogo en seguridad y otras idas y venidas a hablar con el presidente, han sido parte de una gimnasia mediática que el gobierno, cada tanto, practica para que se piense que le interesa en algo lo que nosotros pensamos.
Pues no ha sido así. No lo fue en pandemia con un conjunto de proyectos que presentamos. No lo fue en la Ley de Urgente Consideración y no lo fue en la reforma de las jubilaciones y pensiones, por nombrar solo tres. El gobierno hace como que escucha, pero luego, legítimamente, sí, hace lo que se le antoja.
Nuestro compromiso es cimentar los puentes que el presidente ha dinamitado: el diálogo natural entre los partidos políticos, ese que nos ha permitido desde el fondo de la historia relacionarnos con respeto y anticiparnos juntos a las dificultades futuras.
Y esto que digo no es una invitación ni una sugerencia para cogobernar, simplemente quiero un gobierno del Frente Amplio que asuma el compromiso de retomar un ejercicio que nos hizo fuertes y distintos en un continente convulsionado y desigual.
La honestidad al gobierno, ese reclamo popular que surge de la entraña misma de nuestro pueblo que no soporta más la avivada cortita de quienes desprecian el Estado, es un desafío de corto plazo que debe ser coronado con la reinstalación de un vínculo fraterno y tolerante con el resto de los partidos políticos.
Y Yamandú ha demostrado desde la gestión, que es posible administrar el disenso sin dejar de ser firmes, porque las crecientes dificultades que aparecen en el diario vivir, requieren de soluciones inmediatas. Los problemas de la gente no son blancos o frenteamplistas, son problemas y tenemos que resolverlos.
Yamandú ha demostrado también actitud y templanza en momentos de tensión política y personal y ha sido un conductor sereno y experimentado en tiempos de tormenta.
El Uruguay de los próximos años tendrá una deuda más alta y un déficit más abultado, entre otras cosas, y requerirá, por tanto, de un gobernante que tenga estas capacidades aceitadas, además de ser solvente en la conformación de equipos.
Por lo tanto, en tiempos donde muchos piensan legítimamente que en política “son todos iguales”, nosotros venimos a decirles que no aceptamos la generalización de estos conceptos.
Que a nosotros no nos da lo mismo. Que queremos recuperar desde el ejercicio del gobierno las mejores tradiciones del Uruguay. Que nos han empujado con inconductas reprochables, a ver como un “desafío” algo que es la neurona motora de la actividad política: la honestidad.
Y que con aciertos y con errores a cuestas, hemos aprendido y estamos preparados para gobernar, porque la gente lo reclama y el país lo necesita.
Es tiempo de retomar el gobierno con seriedad y con honradez.
(*) Diputado del Espacio 609, Convergencia Popular (Lista 46).