Por Rodrigo Goñi (*) | @DipRodrigoGoni
El pasado 22 de enero el gobierno electo puso todas las cartas sobre la mesa. Presentó un anteproyecto de Ley de Urgente Consideración que contiene las principales medidas legislativas, que entiende conveniente se aprueben en los primeros cien días. Tanto para dar respuesta a los problemas que no pueden esperar, como para poner en marcha, desde el comienzo, el programa de transformaciones prometidas a la ciudadanía.
La forma elegida por el gobierno para su primera acción puede parecer arriesgada, pero es transparente y tiene sus fundamentos. Compartir de entrada y abiertamente todos sus intereses, garantiza la participación ciudadana, y es la estrategia recomendada por las metodologías más prestigiosas para iniciar una negociación compleja. Especialmente cuando se procura no sólo obtener buenos resultados en lo inmediato, sino además cuidar la relación entre las partes que será determinante para construir un mejor futuro para todos.
La presentación de un proyecto de contenido variado y con un número elevado de artículos, encontró una previsible resistencia en el Frente Amplio. Aún como borrador, y a pesar de no incluir ningún tema nuevo de los ya planteados en la campaña electoral, ha sido percibido por quienes estarán en la oposición, como una especie de avasallamiento.
En este contexto, y ante los cambios acelerados en el mundo globalizado en que vivimos, esta Ley de Urgencia nos coloca ante un enorme desafío. Y no solamente en relación con el contenido de la norma proyectada, sino también y muy especialmente en el campo de las relaciones políticas y parlamentarias. Sería penoso perdernos en cuestiones que no son las más importantes, y peor aún repetir dinámicas de polarización, de las que sólo se puede esperar “una sustitución de una parte por otra”. Una situación que el propio Luis Lacalle pidió prevenir y evitar.
¿Podrá la coalición de gobierno y la oposición superar esta prueba de fuego inicial? ¿Seremos capaces los legisladores de actuar y relacionarnos de forma colaborativa y priorizando realmente el bien común? ¿Lograremos en esta primera instancia parlamentaria vivir una experiencia fundante que le permitan al país abordar desafíos más complejos y de largo plazo? Para avanzar en esta línea, se necesitará actuar con responsabilidad ante lo que viene y se espera, a la vez que “prudencia y paciencia”, como lo sugería el presidente electo en Kibón durante los festejos. Y es que la urgencia no exonera de la prudencia y de la paciencia, necesarias para generar los espacios de escucha y recibir los aportes de quienes ven desde otras perspectivas.
Aunque algunos insistan en continuar apostando a la polarización, tenemos señales alentadoras como la del propio presidente electo, quién en lo que más insistió en sus últimos discursos, fue en que tenemos que unir a los uruguayos: “Somos hombres y mujeres de paz, de unión. El mensaje que tenemos que darle a todo el Uruguay, especialmente los dirigentes políticos, no puede ser cambiar una mitad del país por la otra, sino que tenemos que unir a la sociedad…” (30-11-19). Una actitud que reafirma con la forma abierta de presentar el anteproyecto de la llamada Ley de Urgencia.
Ahora hace falta la señal del Parlamento. Especialmente ante algunos signos de desorientación que muestra la sociedad uruguaya en relación con los valores y un destino común. No son pocos los que padecen el sinsentido, la desesperanza y la apatía ante el compromiso social y político. En estas circunstancias, la Ley de Urgencia nos presenta una ocasión inmejorable para concretar la aspiración popular que compartimos y que el presidente condensó en su frase: “El gobierno que viene tiene que desandar el camino del enfrentamiento. No es fácil, pero es necesario”.
Para demostrar nuestro compromiso con la gestión del gobierno y el proceso de cambio que eligió la ciudadanía, los legisladores somos quienes debemos predicar con el ejemplo, propiciando desde el comienzo, un ámbito de diálogo abierto, transparente y constructivo. De esta forma, estaremos construyendo un clima positivo que se transmite, amplifica y permea al resto de la sociedad, necesario para revertir los déficits sociales, éticos, económicos y ambientales.
El país necesita un Parlamento que sea un verdadero lugar de encuentro, de respeto mutuo y auténtico pluralismo, que no tema ni esconda las diferencias, sino que las reconozca y las viva como riqueza. Para lograrlo, hace falta practicar una política con más ética y menos ideología, con más racionalidad para buscar la verdad y el bien común, abordando con honestidad intelectual la realidad compleja que nos toca vivir y los retos que esta nos presenta.
La amplia mayoría de nuestra gente espera de sus representantes señales claras, que muestren que es posible transitar otros caminos para mejorar nuestra casa común. Por nuestra parte sostenemos que es fundamental apostar por la amistad cívica –de la que habla el Papa Francisco-, que no es una postura ingenua, sino un imperativo ético y eficaz para superar una situación de división social que limita nuestro potencial de desarrollo. Si queremos impulsar un gobierno verdaderamente transformador, necesitamos tender puentes y comprometer a los uruguayos en el objetivo común de avanzar en las grandes reformas que exige este cambio de época.
La buena noticia es que hay espacio y ánimo del gobierno para emprender la ambiciosa tarea de encausar al Uruguay hacia el desarrollo humano integral y sustentable. La Ley de Urgencia nos pone a prueba y a la vez nos presenta una extraordinaria oportunidad para dar un buen paso en esa dirección. Aprovecharla nos exige reencontrarnos con “lo que nos une” que en esencia son los valores fundamentales consagrados en nuestra Constitución.
En tal sentido, y con la esperanza compartida con el presidente electo de que “en los momentos difíciles, en los cruces de camino, siempre prima el Uruguay por encima de los intereses personales”, asumimos con confianza y desde el vamos, el encargo que nos hiciera a todos los nacionalistas en el acto en La Paloma el pasado 25 de enero, “la tarea de la unidad nacional. Porque ningún país sale adelante con una sola mitad”.
(*) Diputado por Espacio 40 – Partido Nacional