Por Silvana Pérez Bonavita (*) | @perezbonavita
Actualmente en nuestro país se está dando el debate sobre la ley de paridad, que busca establecer la paridad de género en la participación política como una obligación. Esto viola varios artículos de la Constitución, así como también contradice de manera evidente otras leyes que han sido sancionadas con el fin de obtener una supuesta “igualdad” entre los uruguayos.
Recordemos que nuestra Constitución consagra a texto expreso el “principio de igualdad”, dejando como único distintivo nuestros talentos y nuestras virtudes. Ante una misma situación se nos debe aplicar la ley de igual manera, esto implica que tanto a hombres como a mujeres se les dé iguales posibilidades de acceder a puestos políticos, permitiéndoles a ambos postularse, sin necesidad de una cuota que lo imponga, y dejando la resolución en manos del soberano que al momento de sufragar optará por quien le parezca más idóneo para ocupar el cargo al que se postula.
A su vez, actualmente nada impide a la mujer acceder a un cargo público. Con este proyecto de ley se está limitando ese 100% de libertad y posibilidad a la mitad, es decir, se reducen a un 50% las posibilidades de que una mujer ocupe un cargo público, dado que la mitad de los ocupantes tendrán que ser hombres y la segunda mitad deberán ser mujeres. Hoy ya contamos con una aberrante e inconstitucional ley de cuotas (2,1). En lo personal, esta “cuotificación” en las listas me llevó a modificar en reiteradas líneas la propia lista que encabezo. ¿Por qué? Porque tuve que contemplar más nombres de hombres que no estaban previstos debido a que estaba imposibilitada de colocar tantas mujeres de corrido. Entonces, me pregunto a quién beneficia este tipo de leyes, cuando lo único que logran es coartar la libertad del candidato y del votante. Si quisiéramos, hoy ya no podríamos presentar una lista que solo incluyera mujeres, y con la paridad serían incluso muchas menos.
Un dato no menor es que la Cámara de Diputados se compone de 99 miembros, por consiguiente, siempre va a existir una disparidad entre los géneros de sus componentes, aunque sea por una cifra.
Otro punto de suma relevancia es que el proyecto en cuestión refiere al género como hombre y mujer, limitándose únicamente a dos géneros, dando paso a una contradicción enorme con otras normas que han sido aprobadas en anteriores legislaturas, que establecen a texto expreso que todo el mundo tiene derecho a la identidad de género con independencia de su sexo biológico. No logro entender cómo se contradicen tanto a sí mismos quienes impulsan este tipo de leyes. Lamentablemente, Uruguay también se ve contaminado con estas “modas” porque siempre se encuentran legisladores haciendo fila para cumplir con ciertas agendas. Ningún partido ha sido ajeno a este fenómeno a excepción de Cabildo Abierto, partido que integro y que no cuenta con este tipo de limitantes para ninguna mujer, al contrario, quiero destacar que en más de una instancia hemos tenido mayor cantidad de listas encabezadas por mujeres. Tal vez las legisladoras que ferozmente buscan abrir su paso hacia el poder con estas imposiciones no han descubierto aún que se encuentran en el partido equivocado o en la profesión equivocada. Encuentran más fácil victimizarse por la condición de ser mujer que tomar riesgos como liderar sus propios movimientos políticos. No sé de dónde nace este sentimiento de inferioridad u odio hacia el hombre, pero tampoco creo que vaya a comprenderlo jamás, porque en lo personal suelo analizar correctamente el lugar en donde debo y quiero estar sin necesidad de obligar a nadie a tenerme allí.
Otro punto que el proyecto no contempló y, nuevamente, viola no solo la igualdad ante la ley sino también el derecho a la identidad de género, es que no contempla el “cambio de género”. Si cada uno tiene el derecho a autopercibirse como lo que desea y siente, y basta solo con la autopercepción para que el género cambie y se debe tratar a esa persona como lo que se autopercibe, habría que preguntarnos qué sucedería si en medio de una campaña electoral donde las listas ya estén conformadas, o en plena legislatura, alguien que ocupe un cargo decide cambiar de género. Supongamos que era hombre y ahora es “mujer”, ¿habría que sustituirlo por otra persona que cumpla con los requisitos del género para mantener la paridad? El proyecto nada dice al respecto. Pero, supongamos que la respuesta sea afirmativa y haya que reemplazar el cargo por quien cumpla con el factor género, estaríamos violando, por un lado, el derecho que tiene la persona que “cambió su género” de ocupar el cargo al que se postuló y logró acceder legítimamente porque el soberano le dio el aval necesario mediante el voto y, por otro lado, se vulnera manifiestamente el derecho que tiene el pueblo de elegir a sus gobernantes, dado que habría que cambiar al candidato que el soberano designó únicamente por cuestiones de género, atentando asimismo contra la verdadera esencia de una democracia, donde es la misma nación quien elige a quienes quiere en el poder. Entonces, quienes impulsan el proyecto ¿se habrán puesto a pensar en el problema que generaría esta ley, sobre sus otras leyes ya votadas? Si uno lo analiza en profundidad, puede llegar a sentir que es hasta tragicómico en parte el poco análisis con el que plantean leyes inconstitucionales con tanta soltura y sin fundamentos válidos.
Las leyes de paridad también atentan contra la democracia, limitándole al pueblo las posibilidades de elegir a las autoridades que consideren, imponiéndoles como requisito votar de conformidad con el género del candidato.
Estos proyectos también vulneran la libertad que tiene cada partido político de elaborar las listas con aquellas personas que estime más pertinentes para ocupar un cargo representando a la fuerza política.
Pensemos en capacidad, en idoneidad, en liderazgo, en el trabajo y el esfuerzo antes de imponer esto, es una propuesta tan injusta como inconstitucional.
Como mujer y como política siento vergüenza ajena de que otras mujeres sientan la incapacidad de poder llegar a lo más alto por mérito propio y necesiten un refugio de cuotas que les recuerde día a día que sin eso no lo hubiesen logrado, que no hubiesen sido capaces ni merecedoras de llegar allí.
Más agallas y esfuerzo, menos proyectos para la tribuna.
(*) Diputada de Cabildo Abierto.