Por Graciela Bianchi (*) | @gbianchi404
El proceso de deterioro del Estado de Derecho en Uruguay comenzó lento pero persistentemente a partir de 2005, cuando el Frente Amplio llegó al gobierno. Lo denunciamos en 2010: hay indicadores de un régimen totalitario. Siete años después se han consolidado
Chile y Uruguay nunca padecimos regímenes populistas. Las ejemplares elecciones llevadas a cabo en el país trasandino el domingo próximo pasado, y el ejemplo republicano del entendimiento cordial entre la presidenta Bachelet, el presidente electo Piñera y Guillier lo demuestran. Nosotros estamos a tiempo de ser fieles a nuestra tradición.
La frase tan lamentablemente recordada del senador José Mujica, “lo político está por encima de lo jurídico”, ha sido la base de las acciones del Poder Ejecutivo y de los proyectos de ley que se han aprobado en abuso de las mayorías absolutas. Por ejemplo, normas que flexibilizan la ocupación de bienes inmuebles, perforaciones al régimen de seguridad social en especial en la que nos detendremos, la “Ley de Violencia hacia las Mujeres basada en Género”. El proyecto de ley elevado por el Ejecutivo estuvo dos años en la Cámara de Senadores (ingresó el 18/4/2016), no fue tratado en profundidad en la Comisión de dicha Cámara, se recibieron muy pocos asesoramientos, solo de la Asociación de Magistrados y el Instituto de Derecho Penal.
Los primeros advirtieron sobre la inaplicabilidad en el actual estado de situación del Poder Judicial y los segundos, las graves violaciones a los principios del derecho penal democrático. No importó, no se escuchó a nadie que supiera. Y el Poder Ejecutivo fue lo suficientemente soberbio como para no tener en cuenta que desde 2015, no incrementó en nada el Presupuesto del poder del Estado encargado de controlar el cumplimiento de las normas.
Más grave fue el trámite en la Cámara de Diputados, en la Comisión de Equidad y Género, cuando debió ser tratado por la Comisión de Constitución, Códigos y Legislación General. Y por si había alguna duda se votó a “tapa cerrada” sin asesoramiento y sin discusión.
El populismo, que a través del Frente Amplio está pugnando por consolidarse en el Uruguay, necesita una sociedad fragmentada, con altos niveles de marginalidad cultural y, en consecuencia, bajos niveles educativos. El Uruguay cumple todas esas condiciones al día de hoy, después de más de una década de bonanza económica, perdida en lo que refiere a resultados.
No es casual que la ideología de género provenga como tal, de los países más desarrollados, dominantes en el concierto mundial y penetre a través incluso de organismos internacionales, también contaminados por las relaciones de dominio sobre los países pobres. Es necesario tener un enemigo en común o varios, porque lo que interesa es estimular el enfrentamiento y la confrontación. Si tú pensás diferente sos mi enemigo, en consecuencia debo destruirte. Y la ideología de género cumple esta función y la de distraer el análisis profundo y real de las causas de la violencia en la que está inmersa nuestra sociedad, hasta el punto de no reconocernos. El video sobre la banda que hacía ostentación de armas -que se viralizó la semana próxima pasada- parecía de los países más violentos de Centroamérica.
La Ley Integral contra la Violencia de las Mujeres, basada en Género parte del principio falso que la sociedad uruguaya, especialmente los hombres, detentan un “patriarcado salvaje”. En consecuencia, se sesga el problema de la violencia que es general a toda la sociedad exclusivamente hacia las mujeres y si son niñas más que niños, porque todos recordamos a Brissa pero pocos recordamos a Felipe.
Desde la promulgación de la ley referida, quien viole y/o mate a un niño recibirá menos pena que si viola y mata a una niña. Porque estamos dejando de lado el principio fundamental del derecho penal democrático: no se castiga por lo que se hace sino por lo que se es. Por supuesto que dejamos por el camino el principio de rango constitucional: la igualdad.
Todo el proyecto es deplorable y vergonzoso, pero invito a quienes les importe el Uruguay a leer el artículo 6º de la ley que enuncia en forma difusa y mal redactada desde el punto de vista del idioma español DIECIOCHO FORMAS DIFERENTES DE VIOLENCIA BASADA EN GÉNERO, (…) no excluyentes entre sí ni de otras que pudieran no encontrarse no explicitadas, las que definen a continuación”. Nos tomaremos el atrevimiento de transcribir el inciso G, que refiere a violencia simbólica. “es la ejercida a través de mensajes, valores, símbolos, íconos, imágenes, signos e imposiciones sociales, económicas, políticas, culturales y de creencias religiosas que trasmiten, reproducen y consolidan relaciones de dominación, exclusión, desigualdad y discriminación, que contribuyen a naturalizar la subordinación de las mujeres”.
Otro principio básico del derecho penal democrático que se abandona, es que “no hay delito sin ley que lo establezca”. Y por supuesto, los tipos penales tienen que estar claramente definidos.
Estas leyes son la justificación del fracaso de un Poder Ejecutivo que, con mucho dinero no supo implementar las políticas públicas necesarias para detener la desintegración social. Un solo ejemplo, el Mides tiene un solo refugio para 32 plazas en Montevideo de “primera acogida”, como lo expresó la señora ministra Arismendi al ser consultada en la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Representantes. Un excelente humanista y profesional del Derecho como el Dr. Leonardo Guzmán expresó en el Diario El País el 1º de diciembre del corriente: “(…) y saliendo la patología de la genialidad y asomándonos a las conductas con que lidia el Derecho –no solo penal, también civil, comercial, laboral, etc.-, lo que está fracasando es la visión sociológica sectorizada, de unos contra otros, que azuza el divisionismo e impide ver claro que hay principios -¡mínimos humanos!- que para todos deben valer. Lo que está fracasando son las antropologías armadas desde materialismos relativistas y vulgares. Esas visiones impiden construir el yo ético, que es el que impone a la persona gobernar sus intereses, apetitos y pertenencias grupales desde la altura principista de un “yo – soy – tú”, sin el cual no nacen, y se abortan los más elementales sentimientos normativos. Quienes no creen en los principios, la prédica y la educación, pasan de largo ante estos fracasos estrepitosos. Prefieren emprenderla contra la ley o la justicia, a veces buscando rindes electoreros, a veces encerrándose en sí mismos. Pero estas tragedias de la crónica policial y la tragedia global de nuestro actual modo de vida, solo se resolverán si un día nos ponemos, juntos, a reflexionar en serio los errores de base que nos carcomen el alma”.
(*) Diputada de Aire Fresco – Partido Nacional