Por Rodrigo Goñi (*) | @DipRodrigoGoni
Cuidados paliativos versus eutanasia y suicidio asistido
Actualmente, la Cámara de Diputados tiene a consideración dos proyectos de ley, que aunque algunos pretendan presentarlos como complementarios, lo cierto es que se oponen entre sí radicalmente. El proyecto para legalizar la “eutanasia y el suicidio asistido” por un lado, y el proyecto para “universalizar el acceso a los cuidados paliativos” son contrapuestos en su finalidad, en su objetivo fundamental y en sus principios. Aliviar al que sufre no se complementa con eliminarlo, jamás.
Aunque ambos proyectos puedan coexistir legalmente, cabe advertir que adoptar ese camino no es neutro. Las experiencias internacionales nos muestran que la eutanasia legal desplaza a los cuidados paliativos, por ser la opción más fácil y cómoda. Por lo que debemos alertar sobre el peligroso camino de aprobar los dos proyectos, o unificarlo como algunos han anunciado querer hacerlo. Unirlos implicará un entierro de lujo para el que procura garantizar los cuidados paliativos de calidad para todos los uruguayos.
Aunque desconocido por muchos, el estado actual de la especialidad médica de los cuidados paliativos está en condiciones de aliviar el sufrimiento aún en las enfermedades más graves. Esto justifica promover su desarrollo a través de un proyecto de ley que mandate la formación de más especialistas y extender el servicio a todos los centros de salud, especialmente en el Interior del país. De no ser así, se vuelve un privilegio para algunos y la mayoría continúa excluida de los cuidados necesarios en los momentos más duros y difíciles de su existencia.
Por nuestra parte, desde el primer momento, hemos venido expresando nuestra postura contraria al proyecto para legalizar la eutanasia y el suicidio asistido por entender que atenta contra la vida, la libertad y la dignidad de los más vulnerables. Lo hemos hecho en forma dialogante y respetuosa, apelando exclusivamente a las razones jurídicas, éticas y de justicia social que, a nuestro juicio, son más que suficientes.
¿Cuáles son las prioridades del Uruguay?
Hoy queremos alzar nuestra voz para reclamar que no se avance en el tratamiento parlamentario del proyecto de eutanasia y suicidio asistido hasta tanto no se cumplan algunos requisitos previos e imprescindibles.
En primer lugar, es de sentido común esperar el fin de la pandemia y que se apaguen sus efectos, especialmente los relacionados con un aumento significativo de síntomas depresivos. La inoportunidad de considerar la legalización del suicidio asistido, en un contexto de pandemia, y en una sociedad como la nuestra que presenta los índices más altos de suicidios del mundo, nos exime de mayores argumentos.
En segundo lugar, no puede considerarse la aprobación de un proyecto de tanta complejidad sin antes realizar una reflexión profunda, serena, informada y transparente sobre lo que está en juego y sus previsibles efectos; extremo del que aún estamos muy lejos, al punto que hoy predomina el desconocimiento y la confusión, incluso en el ámbito parlamentario. Sería realmente inaceptable resolver un tema tan importante, con tanta liviandad.
En tercer lugar, constituye una falta de respeto y un atropello al Colegio Médico pretender cambiarle el Código de Ética sin antes darles el mismo tiempo y espacio que libremente se tomaron para aprobar el que está vigente en la actualidad. Sobre todo si se tiene en cuenta que la Asamblea Mundial de Médicos reafirmó en el 2019 el principio fundamental contrario a la eutanasia que rige desde hace 2.500 años.
¿Por qué estos dos proyectos no pueden ir juntos?
Más allá de las razones que justifican posponer por varios años la discusión sobre la legalización de la eutanasia, advertimos sobre el imperativo ético ineludible de aprobar previamente el proyecto de universalización de los cuidados paliativos y esperar un tiempo razonable para permitir su efectiva implementación, desechando la posibilidad de avanzar en el trámite parlamentario con los dos proyectos a la vez.
No podemos soslayar las evidencias estadísticas que nos muestran que de cada 10 pacientes que en primera instancia piden la eutanasia, al menos nueve revierten su solicitud cuando acceden efectivamente a cuidados paliativos de calidad. Aún en los casos excepcionales que piden la muerte anticipada, cuando son atendidos adecuadamente, la enorme mayoría desiste de la idea, porque realmente lo que quieren es acabar con su sufrimiento y no con su vida. No es un reclamo real de los uruguayos, sino un relato que presenta como “nuevo derecho” lo que en realidad es la pérdida de protección legal de los más vulnerables y la relativización de la dignidad humana de quienes no pueden valerse por sí mismos.
Hoy, muchos uruguayos -casi la mitad- no acceden a los cuidados necesarios que permiten no solo eliminar sufrimientos innecesarios, sino vivir con mayor dignidad, afecto y sentido en la etapa terminal de su vida o cuando les toca sobrellevar una enfermedad incurable. Por tanto, parece de toda justicia que, mientras este derecho no esté asegurado, no podemos peligrosamente abrirle la puerta a que elijan entre sufrir o morir, como se pretende cuando se quiere legalizar la eutanasia o el suicidio asistido; siendo esta una falsa disyuntiva.
Una inexplicable demora con los cuidados paliativos
Los cuidados paliativos no son un tema más en la agenda política, sino una respuesta necesaria y urgente para la calidad de vida de los uruguayos.
Sería un grave error y muy peligroso querer entreverar los cuidados paliativos con proyectos de eutanasia. Es más, tratar de introducir la eutanasia será relegar los cuidados paliativos.
Si todos estamos de acuerdo en universalizar los cuidados paliativos, ¿por qué lo demoramos? ¿Hay razones para esperar? Me temo que el mayor riesgo que tenemos es posponerlo para hacer una quimera donde, en forma aberrante y peligrosa, se pretenda mezclar como en una falsa idea de complementariedad, cuidados paliativos y eutanasia. Y es que la eutanasia por sí misma no es necesaria, ni urgente, ni aporta al progreso de la sociedad, sino más bien lo contrario: retrocederíamos en nuestro reconocimiento de la dignidad de todo ser humano al calificar algunas vidas de posiblemente eliminables si así lo desean.
Podremos seguir debatiendo sobre la eutanasia y es sano que así sea en una sociedad plural y democrática, en temas donde hay conflictos de valores y de visiones éticas, pero no tiene ningún sentido y constituye una injusticia social imperdonable seguir demorando algo en lo que todos estamos de acuerdo.
¡No más indiferencia ante el sufrimiento del otro!
Cuando en el mundo se avanza por lógicas egoístas y narcisistas hacia una cultura del descarte, donde las personas ya no importan, salvo por su valor productivo o donde los intereses económicos se ponen por encima de la dignidad humana, es que el Estado uruguayo, social y de derecho, debe distinguirse por la protección a los más frágiles de toda clase de abuso y violencia.
Lo que está en juego es nuestra capacidad política para hacernos cargo de nuestras responsabilidades ante aquellos a quienes debemos asegurar que sus derechos no sean vulnerados, para priorizar lo que de verdad es urgente, porque para quien sufre, cada día puede ser un infierno o un tiempo de paz y sanación.
Y es precisamente en esos momentos donde todos deberíamos contar con el acompañamiento adecuado, lo cual implica cuidados interdisciplinarios, desde los tratamientos médicos y psicológicos, hasta el acompañamiento espiritual y afectivo que tanto necesita todo ser humano, especialmente quienes tienen que enfrentarse a la muerte.
El verdadero derecho de toda persona es a morir en paz y sin sufrimiento. La mejor respuesta la podemos encontrar en el proyecto de ley que procura que todos los uruguayos puedan acceder a los cuidados paliativos y vivir hasta el último momento de la forma más humana posible.
(*) Diputado del Partido Nacional por Montevideo – Espacio 40.