Por Ope Pasquet (*) | @OpePasquet
El pasado 18 de setiembre se cumplieron 150 años de la fundación de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular (SAEP). Ese hecho marcó el comienzo de la primera y más importante reforma educativa que haya conocido nuestro país desde sus orígenes hasta nuestros días.
Una ardiente fe en la educación, como herramienta de progreso individual y social y de construcción democrática, fue lo que impulsó a quienes hace 150 años tomaron la decisión de no esperar por la acción del débil y enclenque Estado Oriental de aquellos días, y constituir, desde la sociedad civil, una asociación que trabajara por la educación del pueblo de manera eficaz, sostenida y sistemática. En el grupo de quienes trabajaron para forjar la formidable herramienta de cambio que fue la SAEP, la figura central fue la de José Pedro Varela.
Varela había nacido el 19 de marzo de 1845; tenía pues, en setiembre de 1868, 23 años. Acababa de regresar de un largo viaje que lo había llevado a Europa y a los Estados Unidos de América. En este país conoció a Domingo Faustino Sarmiento, quien ejerció sobre él una influencia que cambió su vida. Cuando Varela se bajó del barco que lo trajo de regreso a Montevideo estaba resuelto a acometer, desde el llano, la quijotada de la reforma educativa en aquel Uruguay al que un escritor llamaría, años más tarde, “la tierra purpúrea”, por la sangre que los conflictos armados derramaban permanentemente sobre ella.
Aquel año de 1868 en el que habría de fundarse la SAEP había sido particularmente violento y cruel. El 19 de febrero habían sido asesinados Venancio Flores y Bernardo Berro (tío, este último, de Varela) y con ellos murieron muchas personas más. La violencia política y la inestabilidad institucional iban de la mano con el desorden económico y financiero.
En estas circunstancias, el estado de la educación no podía ser bueno y, ciertamente, no lo era. El famoso “informe Palomeque”, de 1855, presentaba un cuadro general desolador.
Con este panorama se encontró Varela a su regreso de los Estados Unidos. No se desalentó; no desertó de lo que había llegado a sentir que era su misión en la vida. Difundió a través de la prensa sus ideas acerca de la reforma educativa que el país reclamaba. Otros integrantes de su generación lo acompañaron, como su amigo de la niñez, Carlos María Ramírez, que a la sazón contaba 20 años; el Dr. Elbio Fernández, de 26; y Alfredo Vásquez Acevedo, de 24. Estos jóvenes formaron el núcleo activo en torno al cual, el 18 de setiembre de 1868, se constituyó formalmente la SAEP. Su primer presidente fue Elbio Fernández; Varela y Ramírez fueron los secretarios, es decir, los brazos ejecutores de la Sociedad.
Elbio Fernández falleció prematuramente, menos de un año después. Por eso la primera escuela que en agosto de 1869 fundó la SAEP, verdadero emblema de la reforma educativa, llevó su nombre.
No vamos a insistir aquí acerca de las notas emblemáticas de lo que llegó a ser la escuela vareliana: gratuidad, obligatoriedad, laicidad; son sobradamente conocidas.
Varela y la SAEP se plantearon la cuestión de qué, cómo y para qué enseñar, y sus reflexiones y debates los llevaron a concluir en la necesidad de producir cambios profundos en la definición del objeto, el método, las técnicas y los agentes de la enseñanza. Aquellos jóvenes y audaces innovadores estaban atentos a lo que pasaba en las sociedades más adelantadas de la época y procuraban tomar de ellas todo lo que pudiera ser útil y factible en “la tierra purpúrea”. No se conformaban con remendar apenas lo que había; querían introducir cambios radicales, aunque fuera preciso hacerlo gradualmente.
Estamos hoy en condiciones incomparablemente superiores a las que existían en el Uruguay de 1868 para concebir y ejecutar una reforma educativa inteligente, democratizadora y audaz como lo fue la realizada por José Pedro Varela y la SAEP hace 150 años.
Aquellos jóvenes se atrevieron a querer lo mejor para el país. Tomemos su ejemplo. Propongámonos tener, en un plazo razonable, la mejor educación de América. Ese sería un objetivo nacional a la altura de nuestra mejor historia.
La SAEP fue una creación de la sociedad civil, no del débil e incompleto Estado Oriental del siglo XIX. Hoy nuestro Estado está consolidado; ha hecho y puede hacer mucho en pro de la educación popular. Nuestra sociedad civil es también más rica, más plural y mucho más democrática que aquella sociedad oriental de hace un siglo y medio. Desde el Estado, miremos a la sociedad civil como a una colaboradora necesaria y bienvenida en la tarea de mejorar la educación de los uruguayos. Tratemos de establecer sinergias entre todos los que trabajan en pro de la educación, tanto desde el Estado como desde fuera de él. La experiencia de la escuela Elbio Fernández le sirvió a Varela cuando fue Inspector Nacional de Instrucción Pública; quizás los centros de enseñanza privada que hoy obtienen resultados exitosos en zonas de contexto crítico puedan también aportarle algo útil a la ANEP. Se necesita, realmente, el esfuerzo de todos para obtener resultados de los que el país pueda, en el futuro, sentirse orgulloso.
Desde esta perspectiva, especial referencia merece la valiosa labor que viene desarrollando la Iniciativa Ciudadana Eduy21. Cualquiera sea el resultado de las elecciones del año próximo, no tenemos duda en cuanto a que el llamado Libro Abierto elaborado por Eduy21 va a estar en la mesa de trabajo del gobierno que asuma sus funciones el 1º de marzo del 2020.
De ese gobierno futuro y aún desconocido esperamos la puesta en marcha de la gran reforma educativa que el país precisa. Es indispensable el liderazgo político para la reforma de la educación. El país destina una muy importante masa de recursos a la educación pública. Los partidos políticos incluyen en un lugar destacado de sus programas de gobierno sus propuestas en esta materia, y con esas propuestas en la mano comparecen en las elecciones nacionales. El pueblo vota y decide; y una vez que el soberano tomó una decisión, los elegidos para gobernar en su nombre deben cumplirla.
Es obvio que toda propuesta de cambio va a encontrar resistencias de magnitud proporcional a la importancia y el valor de los cambios propuestos; pero las resistencias no justifican la pasividad ni la resignación, como lo demuestra el magnífico ejemplo que nos legaron José Pedro Varela y la SAEP. Un gobierno democrático debe emplear todos los medios que el Estado de Derecho pone a su disposición para realizar el programa por el que la ciudadanía votó.
Al celebrar la gran reforma que comenzó hace 150 años, no olvidemos que la reforma que tenemos que hacer los uruguayos de hoy todavía está pendiente. Atrevámonos. Propongámonos ofrecerles a las futuras generaciones de uruguayos, la mejor educación de América.
(*) Diputado por el Partido Colorado