Por Luis Porto (*) | @Luis_A_Porto
El “futuro del trabajo” y el “trabajo del futuro” se han vuelto conceptos de uso común para analizar los impactos de la cuarta revolución industrial sobre la naturaleza del trabajo.
En el primer caso (el futuro del trabajo) se hace referencia a los puestos que desaparecerán, los que se transformarán, los que crecerán o los nuevos que aparecerán debido al avance de las tecnologías relacionadas a la cuarta revolución industrial[1], mientras que en el segundo caso (el trabajo del futuro) se hace referencia a las habilidades necesarias para insertarse en los mercados laborales en donde impacta la cuarta revolución industrial.
No es inútil remarcar que las diferentes empresas y los mercados en los que actúan se desarrollan en forma desigual y combinada.
En todos los países existe un solapamiento de empresas y trabajos con diferentes niveles de productividad, desde el trabajo informal, de muy baja productividad, caracterizado por la baja calificación del trabajador que realiza tareas simples y que requieren pocas interacciones con otros trabajadores dentro o fuera de la empresa, hasta aquel altamente calificado intensivo en el uso de conocimiento y tecnología embebido de múltiples interacciones entre trabajadores o entre trabajadores y otros factores productivos, dentro y fuera de la empresa.
No es la primera vez que ocurre una revolución industrial y tampoco es nuevo el temor relacionado con el mundo del trabajo[2] y siempre resulta prudente evitar caer en los augurios de desastres o maravillas del progreso. En las diferentes empresas, sectores, regiones, los efectos serán también diferentes, y la forma en que se adaptan las instituciones y se combinan los diferentes circuitos (moderno-tradicional, formal-informal, mercados lícitos-ilícitos) determinará los impactos (que serán diferenciados).
En los servicios relacionados a la economía de plataformas se incrementarán los trabajos temporales y contratos de trabajadores independientes de corta e incierta duración (aumentando la precariedad). Ya existen estudios que muestran que en algunos de estos servicios (de transporte de plataforma) los trabajadores (taxistas) de bajos ingresos sufrieron más el impacto que los de altos ingresos, y que estos impactos fueron muy leves o no hubo impactos en los mercados más regulados[3]. En este mismo tipo de servicios, al recorrer América Latina se encuentran también situaciones diferentes de coexistencia entre el servicio de taxis tradicional y el de plataformas a partir de diferentes regulaciones y los contratos que estas regulaciones permiten entre las partes. Una muestra clara de que (nuevas) tecnologías, (nuevos) productos, (nuevas) instituciones y (nuevos) mercados, co-evolucionan.
En los productos de baja complejidad como los del trabajo informal quizás no haya muchos cambios, y en los de alta complejidad, quizás la complejidad se incremente un poco y se desarrollen nuevos productos, más complejos (con mayor contenido de conocimiento), pero, en función de lo dicho en los párrafos anteriores, la co-evolución de las instituciones en estas actividades será determinante del impacto final, que ya sabemos será diferenciado.
El impacto diferencial también será entre países, así lo afirma el FMI en un trabajo reciente[4]. Los países desarrollados serán los que más rápido experimentarán los beneficios y perjuicios de la cuarta revolución industrial, en tanto los países subdesarrollados lo harán en forma más lenta. Esto debido a la estructura productiva de cada país, en particular en el caso de los países desarrollados, debido a una estructura productiva con empleos intensivos en conocimiento, que recibirán más rápidamente los impactos positivos y negativos. Y según mi punto de vista, también en función de cómo se adapten las instituciones.
En los países de América Latina es importante no adoptar en forma a-crítica las nuevas normas que se desarrollen en los países desarrollados. Nuestros países tienen una estructura productiva diferente, y diferencias notorias en lo que refiere a la importancia del informalismo y los sectores de baja productividad.
La estructura productiva importa pues la capacidad de adopción de nuevas tecnologías del sector formal es mayor que la del informal, por ejemplo, y en general los países subdesarrollados tienen estructuras productivas con mayor grado de informalismo que los países desarrollados.
La automatización de los empleos, el incremento del trabajo remoto o híbrido, la digitalización, la obsolescencia acelerada del conocimiento son algunos de los fenómenos que van a impactar en la “pirámide salarial” de los sectores formales y la consecuencia será el incremento del informalismo, la precariedad y los trabajos de bajo salario y al mismo tiempo incrementando los trabajos de alta productividad y altos salarios, que no necesariamente se localizarán en los países que se localizan hoy los trabajadores.
En términos más generales, la automatización que sustituye a trabajadores por máquinas o algoritmos puede incrementar la productividad y al mismo tiempo generar una reducción de salarios[5].
Desaparición de estratos medios y mayor desigualdad es la amenaza latente en esta transición.
El problema estará en los estratos medios. Es necesario “salvar” los estratos medios, lo que lleva nuevamente a la necesidad de identificar políticas para enfrentar la fragmentación y la desigualdad.
Y los estratos medios en los países desarrollados son mucho más importantes que en los países de América Latina, por lo que la preocupación es diferente.
Mientras en un país desarrollado puede haber pérdida de cohesión social, en los países de América Latina puede haber un incremento de la fragmentación social.
Parece una distinción de grado, pues la pérdida de cohesión lleva a la fragmentación, pero es una distinción cualitativa. Siempre dependiendo de cómo se adapten las instituciones, de cómo co-evolucionen con las nuevas tecnologías y nuevos mercados.
No es inútil insistir en este mensaje. La estructura productiva, social, económica importa a la hora de identificar los impactos no solo de la cuarta revolución industrial sino también de las políticas que se apliquen. No es lo mismo actuar sobre una estructura social cohesionada que sobre una estructura social fragmentada.
Se ha dicho, por ejemplo, que las personas que serán más impactadas por la cuarta revolución industrial son quienes tienen menos educación, habilidades y aptitudes ligadas a la tecnología y al mercado global.
Es casi un lugar común que se debe invertir en la educación para la mejora de las habilidades de la juventud.
Pero estas políticas deben ser revisadas a la luz de la fragmentación social (no es más que una forma de la morfología de la estructura social) que sufren nuestros países y que se profundiza por el desarrollo de la “economía de plataformas” que incrementa la precariedad del empleo.
Asignar más recursos para la educación sin abordar las causas de la fragmentación económica y social puede ser ineficiente e ineficaz. Los problemas estructurales de desigualdad, las condiciones de vida de los hogares, las normas sociales de los grupos económicos y sociales vulnerados, las barreras a la movilidad social, deberían estar en la agenda de los países que buscan destinar más recursos a la educación y el desarrollo de capacidades y habilidades de la juventud; si no lo hacen, dilapidarán sus recursos.
Pero no estamos condenados a este proceso. Si las nuevas tecnologías que generan nuevas actividades y nuevos productos (y por lo tanto nuevos empleos) crecen a una tasa mayor a las que aumentan la productividad, pero reducen empleo y salarios[6], la dirección de la actual revolución industrial puede no ser distópica.
Nuestra preocupación no debe centrarse en recrear los trabajos ineficientes que se pierdan, sino en el desarrollo de capacidades en esos trabajadores para poder ocupar los empleos del futuro y en la regulación en la aplicación de las tecnologías; en direccionar las nuevas tecnologías de forma de generar nuevos productos, servicios, actividades, y por lo tanto nuevos empleos, que compensen la pérdida de empleos por la mayor automatización y utilización de algoritmos.
Las claves de una nueva agenda para los países de la región en esta cuarta revolución industrial entonces (siempre tomando en cuenta las especificidades de cada país) deberían ser:
- Regulación de las nuevas tecnologías con enfoque de derechos humanos.
- Nuevas políticas industriales para el desarrollo de “los medios”.
- Políticas de desarrollo infraestructural y de preparación tecnológica para el desarrollo de productos de mayor complejidad[7].
- Coordinación de las políticas educativas con políticas de cohesión social (acceso a vivienda, salud, empleo) para enfrentar la fragmentación. En particular, programas de empleo garantizado y de capacitación corporativa (finisihing schools como en India, por ejemplo).
No es inútil recordar que esta agenda se debe construir en concordancia con una agenda de políticas que fortalezcan la resiliencia de los países de la región en este momento histórico de bifurcación, debido a las incertidumbres de la gobernanza global y a los desafíos del cambio climático que se suman a las incertidumbres provocadas por esta cuarta revolución industrial.
(*) Consejero Estratégico de la OEA. Las opiniones son personales y no comprometen a la Organización.
Referencias:
[1] “La Cuarta Revolución Industrial es un término acuñado en 2016 por Klaus Schwab. Se caracteriza por la convergencia y complementariedad de los dominios tecnológicos emergentes, como la nanotecnología, la biotecnología, los nuevos materiales y las tecnologías avanzadas de producción digital. Este último incluye la impresión 3D, las interfaces hombre-máquina y la inteligencia artificial”. What is the Fourth Industrial Revolution? | Industrial Analytics Platform (unido.org)
[2] Por qué habrá muchos empleos en el futuro, incluso con la inteligencia artificial | Foro Económico Mundial (weforum.org)
[3] Driving the Gig Economy | NBER
[4] Gen-AI: Artificial Intelligence and the Future of Work (imf.org)
[5] Tasks, Automation, and the Rise in U.S. Wage Inequality | The Econometric Society
[6] The Race between Man and Machine: Implications of Technology for Growth, Factor Shares, and Employment (mit.edu)
[7] Ver artículo en Crónicas de agosto