Mentiras verdaderas o verdaderas mentiras

Por Raúl Viñas (*) | @Uruguay2035

Según el diccionario, una mentira es una cosa que se dice, sabiendo que no es verdad, con intención de que sea creída.

Repetidas veces en los últimos años hemos escuchado que en el Uruguay ha crecido el área ocupada por “montes nativos”. Lo ha expresado así incluso el Ministro Carlos Uriarte en notas de prensa y también el Ing. Agr. Gustavo Daniluk en ocasión del Debate Forestal Nacional organizado por el Movimiento por un Uruguay Sustentable (Movus) (1).

A nivel internacional se entiende que el crecimiento del monte nativo es un índice positivo, en contraposición con la deforestación y la destrucción de los ecosistemas boscosos nativos, que es moneda corriente hoy en el mundo.

Un informe del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) explica que la base para conocer la cobertura del “bosque nativo” es la Carta Forestal de 1980, realizada en base al relevamiento “aerofotogramétrico” de 1966 y 1967 según los cuales los bosques nativos cubrían 667.315 hectáreas (2).

En el informe del MGAP se hace referencia además a otro estudio realizado en 2004 en base a imágenes satelitales (Landsat) según las cuales el bosque nativo cubría para esa fecha 752.158 hectáreas, casi 85.000 más que 36 años antes.

Siempre según el informe del MGAP, la cartografía más reciente de los bosques nativos realizada también con imágenes satelitales, pero del sistema Sentinel-2, es la de 2016. Esa registra 835.349 hectáreas, agregando otras 83.000 hectáreas por sobre las registradas a partir de imágenes Landsat en 2004 (3).

Fue también la del Sentinel-2 la fuente de imágenes y tecnología que se utilizó para elaborar la Cartografía Forestal de 2018, así como el Inventario Forestal Nacional, el que ha sido ampliamente difundido por la Dirección General Forestal (DGF) del MGAP y que puede encontrarse en su sitio web (4).

De esta forma, diferentes tecnologías y procedimientos parecen indicar un incremento significativo de la cobertura del bosque nativo entre 1967 y 2004, y también para el período 2004-2016.

Sin embargo, cuando analizamos el estudio con los datos de 2016 del que surge el último valor para la cobertura del monte nativo y los datos para la cartografía oficial de 2018, podemos comprobar que en el año 2000 esa cobertura era efectivamente mayor a la de 2016, por lo que en realidad lejos de crecer, el bosque nativo habría disminuido en su cobertura entre 2000 y 2016.

Esa parte el reporte, de alguna forma, no se incluye en la retórica oficial, la que, si hace intenso uso de otros datos del estudio -por ejemplo en la preparación del Inventario Forestal Nacional-la reducción del bosque nativo queda de manifiesto entonces con el uso de la misma tecnología, metodología y fuente de imágenes para estudiar su evolución en un período de tiempo considerable, de 2000 a 2016 evitando así las diferencias que pueden generarse del análisis con tecnologías y procedimientos diferentes. En este caso se constata la reducción utilizando la misma tecnología y metodología, con cuyos resultados se confeccionaron además las estadísticas oficiales

Aún así, tan cerca en el tiempo, como el 5 de abril de este año, la Sociedad de Productores Forestales (SPF) publicaba en su cuenta oficial de Twitter que en Uruguay creció el monte nativo junto con la forestación (5).

La afectación a la disponibilidad y calidad del agua por parte de las plantaciones masivas de árboles con densidades de hasta 1400 ejemplares por hectárea ha sido calificada de “mito” por algunos en Uruguay (6).

En algunos países, como el caso de Sudáfrica, estudios realizados desde 1937 ponen de manifiesto que el cambio de la vegetación nativa adaptada a los ciclos de lluvias anuales por árboles de crecimiento continuo como es el eucalipto, reducen la disponibilidad de agua (7).

En Uruguay, estudios similares realizados por las Facultades de Ingeniería y Agronomía de la Universidad de la República (Udelar) e incluso por la empresa forestal Lumin, han dado resultados que, lejos de justificar la calificación de “mito”, evidencian un marcado efecto de la plantación masiva de árboles en la calidad y disponibilidad de agua en las cuencas forestadas (8).

Los estudios muestran cómo el volumen de agua que llega a los ríos y arroyos a partir de las cuencas plantadas con árboles es entre 25 y 30% inferior al de cuencas similares que mantienen praderas. Estos estudios, denominados de “cuencas pareadas”, en los que se seleccionan dos cuencas de características similares -una con árboles y la otra sin ellos-, muestran además cómo el agua que escurre de las áreas plantadas con árboles es más ácida y contiene mayor proporción de sólidos en suspensión que las de otras superficies.

Evidentemente, esa reducción de caudales afecta directamente a los ecosistemas y también a otros usuarios del agua, incrementando la incidencia de sequías y fenómenos de déficit o stress hídrico en esas regiones (9).

La razón, además del consumo de agua que como toda planta hace el eucalipto, está en que el follaje intercepta una parte significativa del agua de lluvia que entonces nunca llega al suelo y no se integra al balance hídrico del mismo.

A nivel de publicaciones de la Sociedad de Productores Forestales se evita dar estos datos, que son en algunos casos resultado de investigaciones de empresas que integran esa organización,  y se hace hincapié en que la variación de la disponibilidad de agua en “reservorios subterráneos” no es “significativa” en la comparación de las cuencas pareadas (10).

Otro punto donde la verdad es víctima es cuando desde el complejo forestal se dice que es el de ellos el sector más controlado y regulado de los agropecuarios. Para ello se pone como ejemplo la obligación de hacer estudios de impacto ambiental cuando se pretende ubicar monocultivos masivos de árboles en áreas que superan las cien hectáreas. Lo cierto es que esa obligación se regula por el decreto 349/2005 que prevé igual tratamiento a explotaciones hortícolas, frutícolas e incluso vitícolas que superen las cien hectáreas.

Hoy existe temor por parte de las empresas forestales de perder algunos de los privilegios obtenidos en más de 30 años de lobby, durante los cuales una serie de leyes y decretos favorables a sus intereses (11) los colocaron, al decir de la Federación Rural, en una posición de injusta competencia con los otros rubros del sector agropecuario. Por sobre eso, lo que corresponde es defender los intereses nacionales pensando en el Uruguay de nuestros hijos y nietos.

 

(*) Magister en Ciencias Meteorológicas. Docente en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de la Empresa. Integrante del Movus (Movimiento por un Uruguay Sustentable).

 

Referencias: