Por Valentina Rapela (*) | @ValentinaRapela
Días previos, se respiraba que este año no sería un 8 de marzo más. La Convocatoria masiva apoyada por organismos internacionales, invitaban a la movilización en nuestra principal avenida de la capital.
Desde mi colectividad política ya se sentía ese aire distinto. Las mujeres coloradas rememoramos los derechos de la mujer conquistados gracias a la lucha del Partido Colorado en la historia del Uruguay, desde Batlle y Ordóñez hasta Martha Montaner. Ese mismo día, a las 17 horas nos juntamos en la casa del Partido Colorado para marchar juntas. Nos unía la celebración de los derechos ya conquistados, al mismo tiempo que nos motivaba a seguir trabajando por más equidad de género y mentes abiertas. La igualdad depende del compromiso diario tanto de hombres como mujeres en todos los espacios sociales.
Una multitud de gente estaba presente en nuestra avenida principal, cifras posteriores arrojaron una cantidad de 300.000 manifestantes.
Ya comenzada la marcha, ubicada al frente comencé a observar ciertas actitudes que repudio completamente. Si bien compartí, y comparto aún el motivo de la marcha, rechazo los medios utilizados para el mismo fin. Creo firmemente que la verdadera igualdad material se consolidará a través de la lucha de hombres y mujeres juntos, concientizando a la sociedad toda. No podemos pretender, nosotras las mujeres, que se nos trate y se nos respete igual que a los hombres mediante un discurso que fomenta el odio entre nosotros. Lo único que generamos de este modo es confrontación, y no unidad que es lo que necesitamos.
El Siglo XX fue histórico en cuanto al reconocimiento de los derechos de la mujer. Pero no fue gracias a la lucha únicamente de nosotras, sino de mujeres y hombres que, gracias a su voluntad y esfuerzo, impulsaron y aprobaron reformas desde los ámbitos políticos y sociales. El resultado (tan reconocido y preciado hoy en día) no fue el triunfo de las mujeres en la lucha contra los hombres, sino el triunfo de la lucha conjunta de hombres y mujeres.
No comparto cánticos violentos, vandalismo hacia instituciones que piensan diferente, ni actuaciones violentas de ningún tipo.
Atacar a quien piensa y se expresa distinto, es atacar su libertad de pensamiento y expresión.
Posteriormente, hubo una espina que me quedó revoloteando durante días; “¿es Uruguay una sociedad patriarcal? ¿Vivimos inmersos en el patriarcado? ¿A qué nos referimos concretamente cuando realizamos tal acusación?”. Como todos haríamos, lo “googleé”.
Patriarcado: “Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje”. Esta es la definición de la Real Academia Española.
Indagando más profundamente sobre el concepto, hallé una interesante columna de Hoenir Sarthou en el Semanario Voces, la que me asistió como punto de partida para algunas interrogantes y posteriores conclusiones: ¿Vivimos realmente en una sociedad patriarcal? Primero, no somos una sociedad primitiva; y por suerte nuestra organización social tampoco lo es. Para que la autoridad la ejerza un varón, jefe de familia, y sus efectos legales recaigan a todos los demás descendientes, la misma debe estar legalmente respaldada. Eso en Uruguay no existe.
Es verdad que existía en otros tiempos, desde nuestra Independencia hasta principios del Siglo XX. Hubo en su momento disposiciones legales que no permitían a las mujeres votar, ni administrar sus bienes estando casadas, entre otras. Esto sí era una sociedad patriarcal: una mujer subordinada al hombre, cuya relación estaba respaldada por el Derecho de la época.
La realidad comienza a transformarse ya entrados a los 1900. La ley de reconocimiento del derecho a elegir, y ser elegible, de la mujer, se aprueba en 1932. En 1946 tres mujeres fueron electas. En 1946 se aprueba la ley de los derechos civiles de la mujer, que consagra: “la mujer y el hombre tienen igual capacidad civil”. Esto conllevó a obtener, formalmente, la mujer la misma autoridad en todas las cuestiones concernientes al Derecho Civil, particularmente en el Derecho de Familia (ya esta ley desmantela todo el concepto de “Patriarcado”, ya que ataca el privilegio que la ley le daba al hombre, y sobre todo que sus efectos recaían en su familia).
El último vestigio formal del ya inexistente régimen patriarcal, fue eliminado hace unos años, cuando se dio la posibilidad legal de que los hijos porten como primer apellido el de la madre.
Hoy ya no se encuentran leyes que sustenten el sistema de organización social recientemente mencionado.
Por ende, todo esto me lleva a pensar que la premisa que ciertos grupos feministas llevan de decir que en Uruguay existe el patriarcado, es inadmisible. Vivimos sí en una sociedad machista, hasta me animaría a decir “sumamente machista”; pero no patriarcal. Esto (compartiendo con la postura de Hoenir Sarthou), es una diferencia sustancial en la lucha en la que nos embarcamos como sociedad: El patriarcado se sostiene mediante derechos y privilegios al varón. Si no existe el patriarcado, la solución no está en el derecho. Si lo machista de la sociedad es, precisamente la sociedad, el punto neurálgico del cambio está en ella. Necesitamos diálogo, tolerancia, concientización, y evolución. No leyes. Necesitamos cambios sociales urgentes, antes que la violencia nos siga matando. Pero juntos. Todos. Hombres y mujeres. Si no, imposible.
A un mes de haber transcurrido este 8 de marzo aún dos mujeres por mes mueren en manos de su pareja. Siguen sin existir efectivas políticas de seguridad, culturales y sociales, enfocadas a la prevención y concientización de la problemática.
Seguimos ganando menos que los hombres; somos mayoría en la Universidad y la inmensa minoría en los altos cargos jerárquicos. Seguimos siendo objetivizadas en los medios de comunicación y en la vida cotidiana. Estas reivindicaciones no admiten la menor demora.
Resalto a modo de excepción a mi Partido Colorado por los logros históricos y actuales; Martha Montaner como la primera mujer en ocupar el máximo cargo de un Partido Político en Uruguay, y hoy en día contamos con 40% de bancada femenina en la Cámara Baja.
Como dije el día 8 de marzo en el desempeño de mis funciones como Representante Nacional, que las palabras no queden en un solo día sino que apliquemos el cambio a diario. Como mujer joven creo que nos debemos movilizar para generar y promover mentes abiertas, con el fin de romper los estereotipos que se nos pretende imponer en cuestiones de género. Inculcar la igualdad desde la familia, las escuelas, el trabajo; y en cada uno de los ámbitos sociales en los que participamos. Rompamos esa brecha entre el hombre y la mujer.
(*) Diputada por Montevideo – Partido Colorado