Por Felipe Schipani (*) | @FelipeSchipani
Finalmente, el pasado domingo se concretó el cambio de signo político que tantos uruguayos esperaban. El gobierno que asume tiene enormes desafíos por delante, en un contexto difícil para el país.
Luego de 15 años del Frente Amplio (FA) conviene hacer un balance de cómo se encuentra el país en grandes líneas, como requisito indispensable para conocer el punto de partida.
En materia económica la situación es difícil, tenemos un déficit fiscal que ya llega al 5% del PIB, lo que constituye el déficit más alto que registra la historia económica nacional. Esto pone en riesgo el buen crédito del país a nivel internacional y nos posiciona en una situación incómoda frente a las consultoras de riesgo. Asimismo, el desempleo viene en aumento: en los últimos años se han perdido casi 60.000 puestos de trabajo. La inversión, requisito indispensable para la generación de empleo, también ha disminuido. El nuevo gobierno asume la conducción de una economía estancada y en problemas.
El FA tuvo a su cargo la conducción del país en uno de los períodos de mayor crecimiento de la historia nacional, y lejos de ahorrar para momentos de dificultad como los que vivimos, gastó como si no hubiera mañana, dilapidando los dineros públicos. Ancap quizás es el ejemplo más paradigmático de esa fiesta que al día de hoy seguimos pagando. Quien más sufre esta situación es el sector productivo, que tiene que pagar altísimos costos para producir, y le quita competitividad en relación a otros países.
A esto debemos sumarle que los gobiernos del Frente dejaron pasar enormes oportunidades de inserción comercial a través de acuerdos de libre comercio. Por pruritos ideológicos los productores uruguayos perdieron la oportunidad de ingresar a importantes mercados internacionales sin pagar aranceles, como hacen otros países que compiten directamente con nosotros.
Es quizás la seguridad pública el mayor problema que padecen los uruguayos y seguramente el que más influyó a la hora de inclinar el voto hacia un cambio. Como han expresado las nuevas autoridades del Ministerio del Interior, estamos en una situación de emergencia en materia de seguridad pública.
El aumento exponencial del número de delitos demuestra la gravedad de la situación. El año 2019 fue el segundo año récord en homicidios, solo superado por los 414 homicidios del año 2018. Uruguay se ubica al tope de la tabla en América Latina en esta materia, que encabezan Venezuela, Colombia y Brasil. Lo mismo ocurre en materia de rapiñas y hurtos, los otros delitos que han crecido exponencialmente.
En materia de seguridad, la gestión de los gobiernos del FA se ha caracterizado por la soberbia, intentando siempre adjudicarles la culpa a otros y no asumiendo la responsabilidad por los resultados. El presupuesto del Ministerio del Interior aumentó cuatro veces en los gobiernos del FA, pero los resultados han empeorado.
El estado de la educación pública también es muy malo. Han sido 15 años de idas y vueltas, de marchas y contramarchas, de cambio en el ADN de la educación y transfusiones, de renuncias y permanentes disputas internas. Cuando el FA llegó al gobierno, en 2005, era esperable pensar que el gran cambio que implementaría sería en la educación. Sin embargo, luego de 15 años, el fracaso está a la vista.
El principal problema que tiene nuestra educación es la inequidad entre aquellos niños y jóvenes que provienen de hogares pudientes y los que provienen de hogares pobres. Los niveles de aprendizaje y de egreso entre ambos quintiles son alarmantes. Solo cuatro de cada 10 jóvenes terminan el liceo, y en el quintil más bajo solo 19 de cada 100 lo hacen.
En la campaña electoral Ernesto Talvi planteó la propuesta de los liceos modelo en zonas de contexto crítico, como forma de empezar a revertir esa fenomenal brecha social. Felizmente, esa iniciativa formó parte del “Compromiso por el país”, acuerdo programático suscrito por todos los partidos de la coalición de gobierno de cara al balotaje.
En materia de aprendizaje, los resultados que arrojan las pruebas internacionales PISA y Terce son elocuentes, y demuestran que cada vez nuestros niños y jóvenes aprenden menos. En educación también ha crecido el presupuesto, pero eso no se ha visto acompañado de una mejora en los resultados. Menuda tarea tienen las nuevas autoridades de la educación para empezar a revertir este proceso de deterioro.
En suma, partimos de una situación muy crítica en muchas áreas. Seguramente de las auditorías surjan situaciones que a priori no se conocen y que pueden profundizar las dificultades. De cualquier forma, en virtud de este panorama, el desafío que tiene el nuevo gobierno es colosal, y todos los que tenemos alguna responsabilidad política tenemos la enorme tarea de no defraudar, de estar a la altura de las expectativas que la ciudadanía depositó en este cambio. No serán cambios mágicos, no se darán de un día para el otro, pero lo importante es que se visualice que la proa del barco se empieza a mover hacia un nuevo rumbo.
(*) Diputado y secretario general del Partido Colorado en Montevideo.