Por Daniel Caggiani (*) | @DCaggiani
Cada semana que pasa nos trae datos más preocupantes sobre la situación del sector productivo, las expectativas económicas y el desempeño de las exportaciones uruguayas con sus efectos sobre los niveles de empleo y consumo. Si visualizamos la situación de los países vecinos con el Covid-19, podemos decir que como sociedad estamos enfrentando la pandemia con solvencia y la seriedad que la gravedad sanitaria demanda. Pero el desconcierto internacional y la recesión económica global nos deja como país en una situación por demás delicada, que perdurará en sus consecuencias por todo el próximo lustro, es decir, por lo que queda del actual período de gobierno.
El reporte más reciente de Uruguay XXI nos muestra las caídas de exportaciones (casi 20% menos respecto al mes de julio del 2019 y 17% menos en lo que va de este año respecto a igual período del 2019), pero ello no grafica de la manera más precisa el impacto social y económico de la pandemia, puesto que la actividad interna, el empleo, el nivel de ingreso de las familias, el consumo y el nivel de ventas de los comercios son los frentes más complicados para atender.
Ubicarse en las nuevas coordenadas regionales y globales no será fácil. Por esta razón, sería imprescindible que el gobierno y la coalición parlamentaria que lo sustenta establezcan y den a conocer los lineamientos de una nueva estrategia de crecimiento con inclusión, basada en valoraciones realistas y en objetivos que puedan ser alcanzados al menos en el mediano plazo.
No está de más reiterarlo: para un país como Uruguay, la política comercial es una pieza clave para implementar cualquier esquema de reactivación económica. Esto, por una razón muy simple y a la vez que muy potente, y es que no consumimos todo lo que producimos, ni producimos todo lo que consumimos. Las variables de los mercados externos a los cuales va destinada la producción nacional -el trabajo de miles de uruguayos y uruguayas-, son determinantes para entender cuáles serán los reales márgenes de maniobra en política económica y social. Una política exterior de Estado es una potente herramienta que puede jugar un rol en la defensa de nuestros intereses, con la apertura de mercados para la producción y el trabajo nacional y reactivando aquellos ámbitos regionales que están relacionados a la estrategia comercial como el Mercosur y Aladi.
Lamentablemente, en este sentido, perdimos cinco meses. El gobierno y la coalición habrán perdido al canciller, pero el Uruguay perdió un tiempo sumamente valioso para ubicarse en este desconcierto internacional y recuperar terreno en los mercados que son destino de la producción nacional.
Esta semana, por ejemplo, el gobierno argentino divulgó su estrategia comercial para los próximos años, fuertemente enfocada en la evolución de los intercambios con las economías asiáticas y del Pacífico. Lo hace inmediatamente después de dar a conocer el acuerdo de refinanciación con los acreedores internacionales. Es decir, está clara la estrategia, tienen un plan. Luego, los actores económicos y sociales dirán si están de acuerdo o no, pero no se puede negar que existe una hoja de ruta para salir de la situación en la que se encuentra la economía argentina.
Pero en el caso uruguayo, aún parece no haber plan. Con un nivel de comercio exterior severamente impactado, desde el gobierno no se ha dado ninguna señal hacia quien hoy es el principal socio comercial del país: la República Popular China. No solo se perdió un tiempo valioso, sino que hoy nos desempeñamos, por ejemplo, como Presidencia Pro-Témpore del Mercosur sin una agenda clara o realista de lo que se pueda alcanzar allí. A fines de julio, la ministra Arbeleche afirmó, ante los representantes de las cámaras empresariales, que la prioridad es cerrar un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. ¿Es esto viable de concretar en tres meses en el mundo actual?
Desde el Parlamento, y más concretamente desde la Comisión de Asuntos Internacionales de Diputados, se ha venido trabajando en una agenda de diálogo e intercambio de información con el más amplio espectro de entidades exportadoras y gremiales, precisamente para conocer de primera mano la realidad de los diferentes sectores productivos.
En ese marco, los datos aportados por la Cámara de Comercio, la Cámara Mercantil de Productos del País, la Unión de Exportadores, la Cámara de Industrias, la Cámara de Tecnologías de la Información y la Gremial de Molinos Arroceros, son una base de información que, en general, apuntan los problemas de competitividad que tiene cualquier actividad industrial o de servicios, así como las limitantes del mercado interno que implica depender fuertemente de conseguir mercados externos y ser competitivos para acceder a ellos. Pero además de estos aspectos cruciales, también se marcó que para surcar las aguas turbulentas de la economía y la producción globales de este tiempo no se precisa una ortodoxia anti-planificación, sino la inteligencia de diseñar planes, convocar acuerdos y encolumnar a todos los actores y fuerzas productivas en pos de alcanzar los objetivos propuestos. Que no son otros que encontrar opciones reales de acceso a mercados para la producción y el trabajo de los uruguayos y uruguayas.
Esa inteligencia no puede prescindir de los actores políticos y no encuentra mejor ámbito para desplegarse que la política, donde la responsabilidad de todos los partidos es la de propiciar y apoyar grandes acuerdos nacionales por la producción y el empleo. La interconexión regional y global, con sus potencialidades, pero también con sus problemas entrelazados en alcances que van mucho más allá de las fronteras nacionales, no es una opción sino un dato de cruda realidad, sobre todo para un país como el nuestro. Es por ello por lo que se remarcó la relevancia de contar con una política exterior de Estado, inteligente y equilibrada, como un área de política pública en la cual se aborden los desafíos regionales, de integración, derechos humanos y comerciales que nuestro país tiene por estar en la región y el mundo. Los primeros pasos dados por el nuevo titular del Ministerio de Relaciones Exteriores son positivos, en tanto subrayaron esa idea que “la política exterior debe ser un punto de encuentro entre los uruguayos”, y se procedió a una ronda de contactos con todos los actores políticos con representación parlamentaria.
Esperamos que estas continúen siendo las tónicas de trabajo tanto a nivel ejecutivo como parlamentario. Lo que está en juego es demasiado importante como para prescindir de aportes que pueden ser muy valiosos en los tiempos que corren.
(*) Diputado del Frente Amplio. Presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes.