Por Ignacio Estrada (*) | @ignacioestrada0
La situación del empleo en nuestro país es preocupante: un desempleo que persiste por arriba del 8%, aunque si sumamos a las personas que dejaron de buscar empleo y a las personas subempleadas, la “Tasa de Insuficiencia de Empleo”, como la define la consultora Deloitte, llega al 17%. Y la situación de empleo no parece estar en vías de mejorar, con un alto pesimismo empresarial y empresas emblemáticas en problemas. ¿Qué hacer? Un cambio fundamental es que el Estado deje de ser un peso para las empresas, a través de una combinación de tarifas, tasas, impuestos, que resultan una carga pesada para ellas. Pero debemos mirar más lejos. Debemos apostar a la innovación en nuestro país como forma de competir en la nueva economía del conocimiento. Con innovación podemos prosperar, podemos generar empleos de calidad. Sin ella, quedaremos cada vez más rezagados con respecto a los países desarrollados, seguramente con nuevos problemas de empleo causados por la automatización y la tecnología.
En su libro “La nueva geografía de los empleos”, el economista Enrico Moretti afirma que un empleo de innovación genera cinco empleos adicionales en servicios profesionales (abogados, arquitectos, etc.) y demás (mozos), un multiplicador que casi duplica el de un empleo de manufactura. Pero, ¿qué es innovar? Según el experto en la materia Clayton Christensen, profesor del MBA de Harvard, innovar es un cambio en el proceso a través del cual una organización transforma el trabajo, materiales, información o activos, en productos o servicios de mayor valor. Christensen distingue entre tres tipos de innovación: de eficiencia, de sostenimiento y de creación de mercados. El primero permite a las empresas hacer más con menos recursos, por ejemplo con automatización. El segundo implica mejoras a productos o servicios existentes; por ejemplo un auto que incluya en un nuevo modelo una comodidad adicional como pantalla con GPS. El tercero consiste en un mercado nuevo a raíz de un producto o servicio. Tenemos un ejemplo reciente de este caso: los monopatines eléctricos verdes que se han vuelto comunes en nuestras calles. Según Christensen, son este tipo de innovaciones las de creación de mercados, las que tienen el mayor potencial de creación de empleos.
En nuestro país observamos que la innovación está en un segundo (o tercer) plano, como apuntan varios indicadores. El presidente Vázquez prometió destinar 1% del PIB a ciencia y tecnología; la cifra en este gobierno no llegará a la mitad de esa promesa. Tenemos una cifra mucho menor de científicos por cada millón de habitantes que nuestros países vecinos, que el promedio mundial, y muy lejos de países que apuestan fuerte a la innovación como Israel. Nos faltan graduados en “STEM” (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) que son esenciales para impulsar la tecnología y la innovación. Apenas uno de cada seis científicos trabaja en el sector productivo del país; muchos terminan ejerciendo la docencia en la Universidad de la República. Pero más allá de estas cifras, no parece haber una determinación de impulsar la innovación de manera fuerte en el país. No parece reconocerse su importancia en el mundo actual y el que se viene. Esto, pienso, es un grave error.
El programa de gobierno que presentó Luis Lacalle Pou, acompañado de cientos de técnicos, a principios de abril, busca dar un impulso a la innovación, con varias medidas concretas. Por ejemplo, el programa habla de “impulsar programas de fomento de la transferencia del conocimiento académico al mundo emprendedor”. También, de que el INJU organice anualmente ferias de empleo, innovación y emprendimiento. El programa, asimismo, apunta a un fuerte impulso al emprendedurismo y la cultura de emprender. Y menciona otros aspectos como el desarrollo de la inteligencia artificial. Todas estas son medidas loables. Otra posible medida podría ser incentivar el trabajo en sectores productivos e innovadores por parte de personas con doctorados, a través de descuentos en el pago de IRPF, por ejemplo. Esta medida, además del incentivo a personas en nuestro país, podría ayudar a que vuelvan compatriotas con estudios avanzados. También se pueden ofrecer certificados fiscales para las empresas que invierten en innovación, y (una vez que las cuentas nacionales luzcan más sanas) crear un fondo de inversión para emprendimientos que ya pasaron la fase inicial y precisan más capital para crecer. Estas son tan solo algunas propuestas; seguro hay mucho más por hacer.
Las oportunidades y sectores para fomentar la innovación están a la vista. En el mundo, uno de los sectores de innovación que está creciendo más (según el Informe 2019 de Ecosistemas de Emprendimiento) es el de Tecnología del Agro (Agtech) y Nuevos Alimentos. El año pasado, este sector atrajo US$ 2.200 millones de capitales de riesgo. Nueva Zelanda, un país con condiciones naturales similar al nuestro, es uno de los líderes en este sector de innovación; también lo es Irlanda. En Agtech y Nuevos Alimentos tenemos un sector donde apostar a innovar. El presidente de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI), Leonardo Loureiro, mencionó recientemente su visión de que el país puede enfocarse en subsectores de la tecnología de la información como la ciberseguridad y la inteligencia artificial. La OPP, por otro lado, ha desarrollado distintos documentos de prospectiva, definiendo sectores prioritarios para Uruguay en las próximas décadas. Estos incluyen a la Bioeconomía, la Economía Digital, las Energías Renovables y las Industrias Creativas, entre otros.
Más allá de propuestas, más allá de sectores, la apuesta por ser un país que en un tiempo sea líder en innovación, implica un cambio de “chip mental”. Incluye darnos cuenta de que si no innovamos, perdemos. Como enfatizó el periodista Andrés Oppenheimer en el título de uno de sus libros: “Innovar o Morir”. Con innovación podemos subirnos al tren del desarrollo, al tren de la sociedad de conocimiento. Podemos exportar productos con valor agregado. Podemos generar empleos, sustituyendo los que se pierden por la automatización. Podemos crear nuevos sectores de nuestra economía, que sustituyan a los que dejan de ser competitivos (como las textiles). Podemos diversificar nuestra economía. Es hora de apostar fuerte a la innovación.
(*) Diputado suplente por el Partido Nacional. Fundador de Compromiso con el Cambio.