Uruguay es uno solo a pesar de nuestras diferencias

Mariano Tucci (*) | @MarianoTucci46

Los compromisos del nuevo gobierno son diversos en un Uruguay que retrocedió en varias áreas de la vida nacional, pero el más importante, opino, es el que da cuenta de un nuevo tiempo donde la política con mayúscula se reescriba, sin estridencias y con mucho, mucho diálogo.

El triunfo de la fórmula frenteamplista enciende los motores de una nueva época en el país de la tacita de plata, en la Suiza de América. No es ironía. Fuimos alguna vez un territorio de referencia en una América Latina azotada hoy y siempre, por la desigualdad y la pobreza, el repliegue y la devastación de derechos.

La comarca no está mucho mejor, pero los uruguayos/as sabemos que tenemos en la democracia y en sus instituciones el incentivo para colocar ladrillo sobre ladrillo y transformarnos nuevamente en un país que escucha, en un país que cuida, en un país que impulsa, en un país que entusiasma.

¿Y esto qué tiene que ver con los problemas cotidianos de la gente?, puede el lector preguntarse con todo derecho. La respuesta es: Todo. 

Porque la administración saliente inauguró un tiempo donde se trozaron parte de las mejores tradiciones del Uruguay republicano, a ese al que refería al principio de estas líneas. Dinamitó quirúrgicamente los puentes con la otra mitad del país que no representa, echando por tierra el entendimiento permanente y la posibilidad de sentarnos en torno a una mesa para acordar los trazos gruesos de las políticas públicas. 

El “hacerse cargo” del presidente, fue en definitiva un “hago lo que quiero” y nosotros, respetuosos de las definiciones populares, porque nuestros conciudadanos lo votaron, nos limitamos a controlar al Poder Ejecutivo y a colaborar desde el Parlamento y el Frente Amplio cada vez que el país lo requirió. Todos sabemos el final de la novela; la mano tendida no fue bien recibida. 

Y es importante recordar que Yamandú se comprometió a liderar un proceso de cambios que tengan al diálogo como elemento central de las transformaciones que el Uruguay necesita. Por supuesto que respetando el programa y la planificación de quien a la gente confió su voto, pero entendiendo que nuestra mejor historia es hija de la concordia nacional y la administración de los disensos en el sistema de partidos. 

Esa es la forma que el Uruguay se ha dado para construir, entre todos, un porvenir viable, porque aquí se forjaron los partidos más viejos del mundo, hijos de valientes revoluciones caudillistas, y aquí también hizo carne una de las experiencias más ricas del mundo de la izquierda organizada con la fundación del Frente Amplio. Una práctica que nucleó a lo mejor de los partidos históricos con la izquierda tradicional. Un corte transversal de la sociedad uruguaya. Un instrumento de lucha para el pueblo uruguayo.

Y este convencimiento del presidente electo y de quienes lo acompañamos surge de la más absoluta convicción de que la esperanza necesita de la participación, las voluntades y el encuentro de todas y todos para tomar vuelo y darles vida a los sueños. 

Hace más de cincuenta años, en respuesta a una convocatoria en torno a principios, valores y un programa de transformaciones, se fundó el Frente Amplio. 

Además de pasado y presente, una fuerza política es, sobre todo, futuro. Es una esperanza compartida, una luz puntual al final del camino. Y con esta lógica que aparece reflejada en nuestras bases programáticas de la fuerza política vamos con el nuevo presidente, al encuentro del resto de los uruguayos/as que legítimamente eligieron otras opciones pero que naturalmente recibirán del gobierno nacional, su gobierno, el mismo cobijo que el resto de sus compatriotas.

Es la historia quien reclama entendimiento, es la gente que con su voto nos exige un gesto para poder acordar y construir soluciones de fondo a las dificultades cotidianas. 

Y esa es la tarea central que tendrá el presidente Yamandú Orsi: la puesta en marcha de un gobierno honesto que integre a todos y no deje por el camino a nadie. Que construya mayorías desde el Parlamento nacional sin olvidar los aportes y el valor del movimiento popular. 

Que resuelva los problemas diarios sí, pero sin instituir una visión refundacional del país como sí hizo el Dr. Lacalle. Nosotros no somos cultores del “cuanto peor mejor” y mucho menos creemos que todo lo que hizo el gobierno de coalición está mal. Lo que no ha funcionado se mejorará, lo que está bien se potenciará, y lo que marcha a los tumbos se revisará para que sus resultancias sean eficientes. 

Yamandú va a ser el presidente que construya una sociedad más integrada, un país más integrado, donde, además, y a pesar incluso de las diferencias, jamás nadie podrá quedarse atrás.

Con esta línea de trabajo político quiero recordar parte de su discurso luego del triunfo electoral: “(…) Y el mensaje no puede ser otro que sigan abrazando las banderas de las ideas, porque a partir del debate de ideas se construye un país mejor, una sociedad mejor y, por sobre todas las cosas, una república democrática con futuro.

No hay futuro si le ponemos un muro a las ideas. Porque esto es así, la democracia es así. Cuando nos planteaban qué se sentía sufrir una derrota, yo decía una y otra vez –más de una vez– sufrimos derrotas, la que no podemos sufrir jamás es aquella que coarta las libertades, la que suspende la democracia. Esa es la que nunca podemos aceptar. Y la que se pretende llevarse puesto a los partidos políticos. Larga vida a los partidos políticos. Larga vida a nuestro sistema democrático republicano”.

Que así sea.

 (*) Diputado por el Frente Amplio. Fundador de Convergencia Popular.