Nueva York, 3 dic (EFE).- Estados Unidos ha superado la cota de los 3.000 muertos diarios y va camino de añadir un millón de infectados por la covid-19 cada cinco días, con muchos hospitales desbordados y unas cifras que no dan razones para el optimismo a las puertas del invierno y en plena época vacacional.
Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) han advertido de que Estados Unidos y su sistema de salud se enfrentan a los peores meses de su historia, con las infecciones totalmente disparadas en casi todos los estados del país y con cerca de 20.000 personas en unidades de cuidados intensivos.
El miércoles fallecieron 3.157 personas, según datos de la Universidad Johns Hopkins, un récord que supera en más de medio millar los niveles de la pandemia en primavera, y que equivale a más muertos que los registrados en los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
La posibilidad de que Estados Unidos repita esta terrible cifra en los próximos días da idea de la magnitud de la tragedia en que se ha convertido la covid-19 en una nación que en muchos lugares aún reniega de llevar mascarillas, de mantener la distancia social o de evitar concentraciones en lugares cerrados.
Las hospitalizaciones llegaron hoy a las 100.000, lo que supone el doble del nivel al que estaban a comienzos de noviembre, un mes en el que se contagiaron del nuevo coronavirus más de cuatro millones de personas y que podría acabar siendo un mes moderado comparado con lo que se avecina en diciembre.
En la mayoría de estados del país una persona infecta de media a otra persona, una ratio de transmisión que para los epidemiólogos es señal de que el país navega la segunda ola sin cenit a la vista. El día antes de la festividad de Acción de Gracias, el 25 de noviembre, viajaron en avión más de un millón de personas un récord de desplazamientos en pandemia.
LA PANDEMIA DEL RÉCORD GUINESS
Con las navidades a la vuelta de la esquina y muchos estadounidenses cansados de las medidas de confinamiento o simplemente negando la existencia del virus o la validez de las medidas para mitigarlo, entre diciembre y febrero podrían registrarse unas 180.000 muertes, más que todas las que se han documentado en diez meses en la populosa India.
Los CDC esperan más de 450.000 fallecidos en febrero, sin contar con el dato de exceso de muertes -que podrían ser aún peores- y colocarían a la pandemia de la covid-19 a la altura de la de la gripe española de 1918, algo que pone en cuestión los avances y el sentido común de una sociedad en cien años de historia.
Se estima que la gripe española dejó 675.000 muertos en Estados Unidos y este jueves el país se acercaba a los 274.000 fallecidos por la covid, con cerca de 14 millones de infecciones acumuladas.
IGNORANCIA DESDE LO MÁS ALTO
Los porqués de esta encrucijada en la que se encuentra Estados Unidos lo ejemplifican casos marginales, como el de un dueño de un pub en Staten Island (Nueva York) que se negaba el miércoles a cerrar la barra a las 10 de la noche, como manda el toque de queda impuesto por el gobernador, o una fiesta en una mansión de Long Island con 400 invitados en la que tuvo que intervenir la policía.
Pero también la ignorancia u omisión de la seriedad de la situación llega de personas bien informadas y situadas como el secretario de Estado, Mike Pompeo, que esta semana animó a realizar eventos de celebración de las fiestas a puerta cerrada, contraviniendo la órdenes de sus subordinados que pedían que no se realizaran concentraciones de personas que no fuera «esenciales» para la diplomacia estadounidense.
La guinda a esta esquizofrenia de pandemia la pone el presidente Donald Trump, que este miércoles publicó el que dijo que era posiblemente su «discurso más importante». Un vídeo de más de 45 minutos llenos acusaciones falsas de fraude electoral en el que no mencionó una vez más la urgencia de coordinar un plan conjunto contra la extensión de esta enfermedad mortal.
Se espera que en las próximas semanas se autorice la distribución de las vacunas contra la covid-19 de Pfizer y Moderna en Estados Unidos y que comience una campaña de vacunación contrarreloj, pero hasta el verano, cuando se espera que se generalice la inoculación, Estados Unidos se mira en un abismo.
Jairo Mejía