María Mendive, actriz
El teatro le enseñó todo lo que sabe. Se define como histriónica y sensible, adjetivos a los que rápidamente se le suman la simpatía, la belleza y el carisma. Las 24 horas del día le quedan justas para desempeñar sus múltiples facetas como actriz de teatro y docente del Sodre y del Instituto de Actuación de Montevideo -que además codirige-. A eso le agrega la labor en locución y las publicidades de Casmu. En entrevista con Empresas & Negocios descubre el telón de sus pensamientos, felicita la lucha por la igualdad de las mujeres y añora mayor producción nacional y más apoyo para el inconmensurable patrimonio cultural uruguayo en las artes dramáticas.
Por María Noel Durán | @MNoelDuran
¿Cómo nació su pasión por la actuación?
Siempre va cambiando el motivo. Cuando decidí actuar no sabía en qué universo me metía, fue entre una intuición y un deseo. Soy una persona sensible, histriónica; siempre me destaqué en la comunicación y era en lo que mejor me iba. Varias cosas me fueron llevando a actuar.
Se desempeña como docente, es directora y empresaria. ¿Qué es lo que más disfruta de esas distintas profesiones?
En el teatro aprendí mucho, y es tan potente que me dio insumos para poder hacer todo. Además de permitirme investigar para dar clases, pude conocerme más a mí misma. Trabajo desde los 13 años, comencé en un jardín de infantes, y la docencia es algo que, evidentemente, me gusta.
En esa adaptación a los distintos lenguajes que me dio el teatro después me desarrollé como locutora y pude trabajar en ficciones en televisión. Y la dirección es algo que me fascina.
Además, dirijo el Instituto de Actuación de Montevideo, que es una empresa cultural que tiene que funcionar como tal.
¿Cómo analiza la producción nacional?
No soy una analista económica, sino una mujer metida en la cultura. ¿Nos faltan apoyos económicos? Sí, eso está claro. Hay muchísima producción artística pero nos faltan recursos. Yo, como muchos, tengo que trabajar para poder llevar adelante mi faceta de actriz independiente. Tengo la suerte de que me gusta muchísimo todo lo demás que hago porque no es viable la vida del actor independiente si solo vive de la actuación. Hace falta apoyo y también estudios de lo que sucede, no es de interés estatal ni político porque, de lo contrario, habría un pienso más profundo a nivel país.
El año pasado se estrenaron 220 espectáculos en Montevideo, hay una movida cultural impresionante, realmente es un fenómeno que no se puede ignorar y es parte del patrimonio del país. No hablo desde la victimización, pero entiendo que debería haber un apoyo más sólido.
¿De dónde podrían surgir esos apoyos?
Pueden venir desde el Estado, desde las empresas. Debería haber dinero y pienso, de la misma manera, porque no se trata de tener mucho dinero y distribuirlo mal. Creo que debería haber conocimiento porque hay mucha ignorancia. Este país tiene un patrimonio teatral como pocos países del mundo y hay que darle su valor. No soy una economista, pero metí mi vida en esto.
¿Cómo recuerda el momento en el que decidió dar el paso para formar el Instituto de Actuación de Montevideo -IAM-?
Tengo una personalidad independiente; tomé la resolución de ser actriz, quise tener hijas joven, mi primera hija nació cuando tenía 23 años porque quise, todo se fue dando por deseos e intuiciones. Hace casi 18 años surgió, junto a Gabriela Iribarren y Marisa Bentancur, el deseo de generar una escuela. En ese momento hacíamos ficción pero no habíamos tenido formación ante cámaras. Por eso decidimos conformar una escuela que ofreciera formación en cine, teatro y televisión. Trabajamos durante dos años y en el 2001 invitamos a cinco docentes y empezamos a trabajar en la Escuela de Cine de Montevideo.
Invertimos mucho tiempo, trabajo y pienso más que dinero, y la escuela creció muchísimo, se fortaleció y hoy es un instituto terciario. Vamos con formación esencial de niños y adolescentes hasta la carrera; también se dictan talleres, lo que la hace muy completa.
Lo primero es el estudio, la formación, preparamos al actor con herramientas de producción. En el último año, los alumnos desarrollan un corto donde actúa frente a cámara, en el segundo módulo estrenan una obra y, finalmente, hay un taller de autoficción. Los artistas ya no esperan que los llamen, sino que van con sus propios proyectos. En este país no hay ficción nacional, es una cosa increíble y también el cine debe tener más fuerza.
A propósito, se compran constantemente ficciones del exterior. ¿Qué pasa con Uruguay?
A un canal le cuesta mucho más barato comprar una lata que producir acá; tiene que ver con la Ley de Medios también. ¿Dónde está esa ley? ¿Qué pasó con esa ley? Los canales están en problemas con la aparición de Netflix, nosotros no podemos competir con eso, tiene que ser una decisión legal, estatal.
Cuando yo hice ficción a la gente le encantaba ver sus propias historias, su ciudad, su identidad y sus lugares. Es un debe importante.
Los canales están en problemas con la aparición de Netflix, nosotros no podemos competir con eso, tiene que ser una decisión legal, estatal.
¿Hay un personaje o una obra que la haya marcado particularmente?
El teatro es tan intenso que siempre te queda algo. Yo intento buscar lugares nuevos en cada proyecto en mí como intérprete. Uno es quien va cambiando y evolucionando. Me han quedado trabajos… Un personaje que a mí me marco fue una madre que tenía una transformación física y, por lo tanto, psíquica muy importante. La obra fue Acassuso, de Rafael Spregelburd, y la dirigí junto a Inés Mosca. Me marcó porque me gusta transformarme por completo. Me gustan más los personajes que están lejos de mis características naturales que los que están cercas.
¿Cómo influyen esas transformaciones en la vida cotidiana?
Todos llevamos las profesiones a las casas, es mentira que la dejás afuera. Después te das cuenta de que las profesiones trascienden la generación y hay hijos o nietos actores o arquitectos. Yo acá estudio, paso letra y les pido a mis hijas que me ayuden; lo tengo adentro. El problema es cuando se confunde el personaje con la persona por eso es muy importante estar muy claro y muy sano. Actuar es un juego, y si te olvidas de jugar, se complica.
¿Cómo ve, desde su rol como figura pública, la lucha por la igualdad de oportunidades entre los géneros en su medio laboral y en la sociedad en su conjunto?
El machismo es indiscutible, somos víctimas de eso en el mundo. Es un tema delicado porque no se puede poner todo en la misma bolsa. Por suerte el machismo es un tema que se ha puesto arriba de la mesa. Me parece un asunto demasiado grande y delicado como para generar un diagnóstico, pero sí me parece muy positiva la transformación que está ocurriendo.
Como actriz, el teatro es muy femenino, somos muchas actrices y en el teatro, como actriz, no he sentido el machismo. Por supuesto que hay anécdotas pero he sido muy respetada y querida.
Estoy en la lucha, hermanada con todas las mujeres y también con todos los hombres porque es un problema social, no es de las mujeres y tenemos que transformarlo.
¿Cómo va a ser el 2018 de María Mendive?
Seguiré con los cursos en el IAM, dirijo la escuela con mis compañeras, trabajo en las escuelas de formación del Sodre y también hago los perifoneos previo a las galas de ballet junto con Martín Inthamoussu y Ramiro Pallares. Soy locutora y tengo trabajo.
Además, continuaré trabajando con Casmu en sus publicidades, soy socia de la institución y mis hijas nacieron allí por lo que tengo una relación muy fuerte con Casmu.
También trabajo en eventos, soy maestra de ceremonia, también jurado de concursos. En cuanto a lo teatral, voy a estrenar el 14 de abril Tartufo, de Moliere, dirigida por Sergio Dotta y protagonizada también por Jorge Bolani, Cristina Morán, Diego Artucio y Noelia Campos, entre otros.
Estoy dirigiendo una investigación desde el año pasado, tengo un monólogo para comenzar a trabajar con Jimena Márquez y, en el segundo semestre, voy a trabajar en una comedia que va a dirigir Begérez en la Alianza. Tengo un año muy completo, pero mis hijas crecieron y somos un equipo; tengo mucho apoyo familiar.
Entre libros y canciones
Mendive confiesa que en su casa está su mundo, que todo lo que necesita está cerca y, de hecho, la armonía se respira en cada rincón de su hogar en el barrio Palermo. Instaladas en la comodidad del living y con mate de por medio, la actriz cuenta a Empresas & Negocios que allí convive con sus dos hijas, Belén de 26 años y Federica de 18, que comparten además con un pequeño nuevo habitante, un cachorro de tres meses que se llama Roque, alias el gordo.
En lo que refiere a sus aficiones, se considera ecléctica en literatura y música. Actualmente está leyendo el libro ‘El hermano mayor’, de Daniel Mella, aunque reconoce que tuvo que hacer una pausa para poder estudiar la letra de su obra. “Elijo mucho más la lectura que ver series, no me cuelgo mucho con las series”, reconoce la actriz. Respecto a la música, se define como “un demonio” ya que se enamora constantemente de toda la música que considera buena, trabaja con ella en las clases, y se deleita con el tango, la salsa, el rock, la música instrumental y, fundamentalmente, de las maravillas que escucha de una de sus hijas que se desempeña como cantante.
Su comida favorita es la pasta, que disfruta ocasionalmente junto a su marido que tiene un restaurante de comida italiana.
“Mi lugar en el mundo es mi casa porque soy muy aprensiva, siento que no me quiero mudar nunca, es donde yo quiero estar con mi familia y mis amigos”, asegura, aunque si de vacaciones se trata, Cabo Polonio es su destino soñado. “El lugar en el mundo está dentro de uno, si uno está bien, lo encuentra”, reflexiona al final.