Marcado por sorpresas electorales que llenaron de dudas y turbulencias la economía mundial, el 2016 transcurrió como un nuevo año de débil recuperación para la economía mundial. También le puso un signo de interrogación a la tendencia globalizadora y le abrió el camino a un mundo más proteccionista.
Si hay una palabra que definió al 2016 desde el punto de vista económico, fue incertidumbre. Sin embargo, puede decirse que esa palabra es la que ha caracterizado a todos los años desde que en 2008 estalló la crisis financiera internacional.
Por ese motivo, si fuésemos a buscar otra palabra para aplicar a este año en particular quizás lo que más corresponda sea el adjetivo de “sorpresivo”. Es que los resultados electorales ocurridos en 2016 generaron gran desconcierto al darse en muchos casos contra todo pronóstico, lo que marcó que los mercados financieros internacionales se comportaran con una importante volatilidad durante todo el año. En particular, la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea, la elección del polémico Donald Trump como presidente de Estados Unidos y la negativa a la Reforma Constitucional en Italia (país con serios problemas financieros), fueron los hechos que más repercusión tuvieron desde el punto de vista económico.
Otro elemento característicos de este 2016 fue la constante postergación de un aumento de la tasa de interés de referencia por parte de la Reserva Federal (Fed) estadounidense. Ante la incertidumbre y volatilidad internacional, el Banco Central de la mayor economía mundial, fue dilatando su decisión de elevar los tipos de interés reunión tras reunión, hasta concretarla en su último mitin del año y pese a la incertidumbre que genera la llegada de Trump a la Casa Blanca en el mes de enero.
La nueva normalidad
El año arrancó movido desde el principio. El primer mes de 2016 comenzó con la noticia de la devaluación del Reinminbi (o yuan) chino, y el consiguiente desplome de las principales bolsas de valores del gigante asiático. Esto generó gran incertidumbre a nivel global, respecto a que se estuviese gestando el tan augurado “aterrizaje forzoso” de la economía china, y no una suave estabilización hacia la “nueva normalidad” como la han denominado las autoridades del gigante asiático.
Sin embargo, de forma similar a lo ocurrido con Uruguay (ver notas página 13 y 14), las noticias sobre la salud de la segunda economía mundial fueron mejorando conforme avanzó el año, y los últimos indicadores sobre el nivel de actividad y su capacidad industrial han sido mejores a los esperados inicialmente.
Cabe destacar que China se encuentra en un período de transición en su modelo de crecimiento económico para pasar de aquel basado en el comercio exterior inundando al mundo de sus productos a otro sustentado en su demanda doméstica.
De la globalización al proteccionismo
Sin dudas la mayor sorpresa para el mundo en 2016 fue el triunfo de Trump sobre Hillary Clinton. Pero pese a que los mercados esperaban con mayor optimismo una victoria de la candidata demócrata, el triunfo del republicano no generó las turbulencias que se esperaban previo a las elecciones. De hecho, si bien los principales indicadores bursátiles reaccionaron de forma negativa ni bien se fueron conociendo los resultados electorales, con el paso de las horas repuntaron y cerraron con relativa estabilidad, y así permanecieron los días siguientes. Los más afectados fueron los indicadores de aquellas economías más expuestas a Estados Unidos y con las que Trump ha tenido un discurso claramente confrontativo, como el caso de México.
Pero otra noticia de gran impacto en el año, y cuyas secuelas aún están por verse, es la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea. Ese resultado, que da muestra de un creciente sentimiento nacionalista y antieuropeísta en los diversos países del viejo continente, significa un duro golpe para una integración continental que aún no pudo solucionar la crisis de deuda por la que atraviesan varios países desde el estallido de la crisis financiera en 2008.
Sin embargo, aún no está clara la forma en la que los británicos abandonaran el bloque, lo que despierta grandes interrogantes para el 2017, ya que la forma como se gestionen estos y otros problemas, seguramente determinen el futuro de la Unión Europea.
Por último y no menos importante fue el rechazo a la Reforma Constitucional en Italia, que determinó la renuncia del primer ministro Mateo Renzi, lo que le agrega incertidumbre política a un escenario económico financiero sumamente delicado. Grandes bancos italianos afrontan serios problemas financieros y requieren de una inyección de liquidez por parte de un gobierno, que enfrenta sus propias dificultades financieras.
Estas expresiones populares a través de las urnas, implicaron un duro golpe para la globalización y el liberalismo económico, y genera grandes incertidumbres respecto a cómo funcionará el mundo de ahora en más. Durante años, la tendencia apuntaba a lograr mayores grados de apertura, a través de los denominados megaacuerdos de libre comercio, como el TPP, la Alianza del Pacífico o el TLC entre Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, todo ello parece haber quedado paralizado y hay riesgo de que todo concluya en una guerra comercial de fuerte proteccionismo.
El juego de la tasa
En materia de política monetaria, el mundo enfrentó dos realidades contrapuestas: por un lado la expectativa de que Estados Unidos redujera sus estímulos financieros, y del otro, que Europa y Japón los ampliaran debido a sus dificultades que aún atraviesan en materia económica.
Por el lado de Estados Unidos, la Fed había resuelto en diciembre de 2015 realizar el primer aumento de su tasa de interés de referencia a 0,25% a 0,5%, luego de estar en su mínimo histórico de entre 0% y 0,25% desde 2008. A partir de ese movimiento, se esperaba que 2016 estuviese marcado por esa tendencia, y que se concretaran nuevos aumentos a lo largo del año.
Sin embargo, la decisión se fue postergando reunión tras reunión, ante las incertidumbres existentes en el escenario económico internacional. Primero fueron las turbulencias bursátiles en China, luego el Brexit y posteriormente las elecciones presidenciales estadounidenses, todo ello dentro de un escenario en el que la economía mundial mostraba serias dificultades, con escaso dinamismo en Europa y Japón, y con las economías emergentes de pobre desempeño, a excepción de India (el país con mayor crecimiento mundial).
De esta forma, fue recién este mes, a un año del último aumento y pese a la incertidumbre del triunfo de Trump, que la Fed resolvió volver a subir su tasa de interés a un nivel de 0,5% a 0,75%, sustentando su decisión en el crecimiento de la economía y la fortaleza del mercado laboral.
Pensando a futuro, el Banco Central estadounidense está dando señales de que se podrían realizar unos tres nuevos incrementos el año próximo.
Sin embargo, del otro lado del Atlántico la situación es diametralmente opuesta, ya que la economía del viejo continente aún no logra repuntar con solidez, y muchos de los países miembros de la Unión Europea aún muestran serias dificultades como Italia y Grecia.
En este contexto, el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido continuar con su plan de compra de deuda y en marzo redujo su tasa de interés al mínimo histórico de 0%, como forma de darle estímulo a la economía. El PIB de la zona euro habría crecido este año en el entorno del 1,2%, pero al interior de la región hay grandes diferencias en el comportamiento de los países.
En su última reunión de diciembre, el BCE dijo que además de mantener sin cambios las tasas de interés, se extendería el programa de compras de activos hasta finales de 2017.
En tanto el Banco Central de Japón introdujo por primera vez en su historia una tasa de interés negativa al situarla en -0,1%, lo que significa que el Banco Central cobra a las entidades financieras por algunas de las reservas depositadas en la institución.
El manejo de la tasa de interés se utiliza como instrumento para estimular o contraer la economía dependiendo de los objetivos que persiga la política económica. Al bajar la tasa de interés, se busca que los bancos utilicen sus reservas para dar préstamos (ya que es más redituable que dejarla guardada en el Banco Central) y así estimular la economía. Por el contrario, al aumentar la tasa se desestimula el crédito reduciendo el dinamismo de la economía, lo que se utiliza por ejemplo para reducir las presiones inflacionarias.