Además de defender las bondades del libre comercio, la mayoría de los analistas internacionales interpreta que la suba de aranceles es una “mala idea” que traerá resultados perjudiciales, y que los principales damnificados serán probablemente los consumidores y empresas de Estados Unidos. El mandatario estadounidense no da marcha atrás, pero anunció una reducción por 90 días de los aranceles más elevados, llevándolos a una tasa universal del 10% para todos los países. Sin embargo, la tregua no incluye a China, país sobre el que anunció aranceles por hasta 125%.
El anuncio de Donald Trump de subir aranceles a prácticamente todos los países del mundo desató una ola de caos a nivel bursátil y amenaza con minar el crecimiento mundial. Si bien el mandatario se ha mantenido en su postura, el pasado miércoles autorizó una pausa de 90 días a la imposición de los aranceles más elevados para decenas de países. Sin embargo, al mismo tiempo que anunciaba esta suspensión, impulsó un incremento de los aranceles para los productos chinos de hasta el 125%.
A través de su red social Truth Social, Trump informó que redujo los aranceles que había anunciado la semana pasada a uno universal del 10% para todos los países.
Pero, más allá de esta tregua, la situación ha suscitado varias críticas a nivel internacional, por parte de analistas y gobernantes, e incluso alguno de sus aliados, como el caso de Elon Musk (ver recuadro).
“Terapia de choque equivocada”
Los partidarios del proteccionismo como Trump creen que la imposición de aranceles favorece el desarrollo de la industria local. En la teoría, las restricciones a la competencia extranjera ayudan a que haya menos competidores, lo cual puede aumentar los beneficios para las industrias nacionales y así generar más empleo local. También compensaría la balanza de pagos y contribuiría a la capitalización del país.
Sin embargo, la mayoría de los analistas coinciden en que los aranceles provocan más daños que beneficios.
Rafael Doménech, responsable de análisis económico de BBVA Research, valoró que la estrategia Trump constituye una “terapia de choque equivocada”.
“La evidencia indica que estas políticas conllevan más costos que beneficios. Los aranceles generalizados son la peor forma de proteccionismo: encarecen los productos, generan distorsiones, perjudican la inversión y la productividad y, en última instancia, lastran el crecimiento”, aseguró el experto a través de una columna de opinión.
Doménech explicó que el impacto sobre la economía estadounidense ya se está sintiendo en las fuertes caídas de las bolsas y en el aumento de las expectativas de inflación. Además, tanto los consumidores como las empresas están revisando a la baja sus planes de gasto e inversión.
“Los aranceles son un impuesto a las importaciones, encareciendo productos y generando un shock de oferta negativo. En paralelo, la incertidumbre sobre su duración y extensión ejerce un efecto contractivo sobre la demanda, en un contexto ya complejo para la economía global”, advirtió.
Para el experto de BBVA, más allá del impacto de los aranceles, está en juego una cuestión aún más profunda: “La arquitectura del comercio internacional, el funcionamiento y localización de las cadenas mundiales de producción, y la confianza en un sistema que ha sustentado la expansión económica desde la posguerra”.
Más daños que beneficios
La principal preocupación en el contexto actual es que los aranceles tengan como primer efecto un aumento de los precios, precisamente cuando EEUU y el mundo comenzaban a superar la ola inflacionista de los últimos años.
En declaraciones recogidas por BBC Mundo, Erika York, analista de la Tax Foundation, un centro de análisis de EEUU, señaló que las barreras al comercio “elevan los precios, reducen la disponibilidad de bienes y servicios, lo que resulta en menores ingresos, reducción del empleo y una menor producción».
Los expertos también cuestionan la obsesión de ver la balanza de pagos como indicador de prosperidad de un país. La balanza de pagos no es más que un indicador que mide el flujo de bienes y servicios, y el capital, lo que refleja los flujos financieros, pero no necesariamente la salud del comercio y la economía.
El proteccionismo ha sido también abandonado por la constatación de que, aunque pueda resultar beneficioso a corto plazo para un determinado sector industrial, a la larga acaba siendo perjudicial para la economía en general.
Los aranceles son además un impuesto no progresivo. Se imponen sobre los artículos importados sin importar el nivel de renta de los consumidores, por lo que, si derivan en un aumento de los precios, como suele suceder, acaban siendo un lastre mayor para las personas con menos recursos.
Peores condiciones de vida
La mayoría de los analistas internacionales coinciden en las bondades para la economía global que implica el libre comercio.
Doménech aseguró que “desde los tiempos de Adam Smith y David Ricardo, el pensamiento económico ha defendido los beneficios del comercio internacional para el progreso y la prosperidad de las naciones”. Fundamentó que “lejos de ser un juego de suma cero, permite a los países especializarse, ganar eficiencia y elevar el bienestar general”.
Adam Smith, en su libro “La riqueza de las naciones” de 1776, explicó que el libre comercio permitía a cada país especializarse en los productos que le resultaran más convenientes y con los que obtenía mayores beneficios, en lugar de tener que producir todo aquello que se demandara en su mercado.
El premio Nobel de Economía Joseph S. Stiglitz dijo en una conferencia reciente que el programa proteccionista implantado en EEUU en la década de 1930, cuando el país sufría la grave crisis económica provocada por el crack bursátil de 1929, fue “un factor importante que contribuyó a la Gran Depresión”.
“No fue un programa de creación de empleo. Fue uno de destrucción de empleo”, dijo Stiglitz, que alertó además que la imposición de aranceles en un país suele desencadenar medidas de represalia en otros, justo lo que lleva años ocurriendo entre EEUU y China, las dos mayores economías del mundo. “Sabemos que este tipo de guerras comerciales conduce a un descenso de las condiciones de vida”, indicó Stiglitz.
Musk acusa de “imbécil” al ideólogo de la política arancelaria de Trump
Elon Musk, el controvertido multimillonario dueño de Tesla y SpaceX y –desde la llegada de Trump– la persona del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de EEUU, fue duramente crítico con Peter Navarro, asesor del presidente estadounidense y quien se considera ideólogo de la política arancelaria de la Administración Trump, llamándole “imbécil” y calificándolo como “más tonto que un saco de ladrillos”.
A través de la red social X (antes Twitter), Musk cargó contra Navarro, respondiendo a unas declaraciones del asesor de Trump en la cadena NBC en las que denominaba a Musk como un “ensamblador de coches” que quiere “piezas extranjeras baratas” para fabricar sus automóviles, un modelo económico que, en palabras de Navarro, “no funciona para EEUU” y es malo tanto para la economía como para la seguridad nacional.
“Navarro es un auténtico imbécil. Lo que dice aquí es manifiestamente falso”, respondió Musk a esos comentarios, añadiendo que Tesla es la marca de coches más fabricados en EEUU. “Navarro es más tonto que un saco de ladrillos”, agregó.