Aunque ya se preveía una caída de la actividad del 1%, la crisis económica generada por el Covid-19 hará que la economía Argentina se desplome entre 5% y 13%, según expertos consultados por CRÓNICAS. Esto, sumado a la inflación, el desempleo, el déficit fiscal y problemas de financiamiento, convierten al vecino país en un centro de inestabilidad. No obstante, las consecuencias de la pandemia podrían beneficiar a Argentina en su negociación con los acreedores internacionales.
Nuestro vecino del Río de la Plata, con el que compartimos culturalmente una inmensidad de particularidades, atraviesa desde hace años por una crisis económica cuya solución, hasta hace solo dos meses, parecía sumamente compleja. Ahora, sencillamente parece imposible.
La crisis generada por las medidas para contener el Covid-19 complejizan la situación de un país que ya atravesaba por serias dificultades económicas. Para peor, la cuarentena general no parece estar surtiendo el efecto deseado y los contagios de Covid-19 dificultan la vuelta a la normalidad del país.
En este contexto, CRÓNICAS consultó a economistas locales, quienes opinaron sobre la realidad del país, cómo lo afectó la pandemia en materia económica, y que se puede esperar en los próximos meses.
Pantallazo
Los primeros efectos de la pandemia en la economía argentina llegaron a través del canal financiero: la bolsa de valores, el riesgo país, y el tipo de cambio, explicó Matilde Morales, economista del Departamento de Consultoría Económica de PwC. No obstante, también se comenzaron a sentir los efectos en el sector real de la economía: “La industria y construcción presentaron caídas históricas en marzo”.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) de Argentina, la industria manufacturera se contrajo un 16,8% respecto a marzo de 2019, mientras que la construcción desplomó su actividad en 46,8%.
De esta manera, la economista señaló que las expectativas de la caída de la economía para Argentina van desde un 5% hasta un 13% en los escenarios más pesimistas, “aunque el impacto final depende de varios factores aún en proceso”. Previo a la pandemia, ya se estaba previendo una contracción del PIB en torno a 1% para 2020, comparó Morales.
El economista de la consultora Oikos, Pablo Moya, y el director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), Agustín Iturralde, coincidieron en los conceptos generales.
Moya señaló que sumado a la profundización de la caída del PIB, la crisis del Covid-19 generará también un alza del desempleo. Además, la desvalorización de la moneda y la corrida sobre el dólar “están generando una fuerte presión hacia los precios, lo que desemboca casi inexorablemente en una hiperinflación”, analizó.
Iturralde, por su parte, recordó que la firma financiera global JP Morgan proyecta una caída de 10% para la economía argentina. Es “el (pronóstico) más duro que yo he visto”, reflexionó.
Deuda presente
Dentro de los problemas que sufre la nación, uno de los más importantes es la reestructuración de su deuda.
En este momento parece contar con la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) que ha dado señales de apoyar al Gobierno de Alberto Fernández en su negociación con los acreedores internacionales. De todas formas, “esas negociaciones van a ser muy trancadas”, estimó Moya, ya que el historial de continuos incumplimientos de sus promesas “son muy negativas”.
Iturralde coincidió en que la propuesta del país a los deudores privados “fue muy ambiciosa”. En dicha oferta, se propuso una quita de capital de 5,4% -sobre la deuda externa de casi US$ 70.000 millones-, así como una reducción del interés a 2,33%, cifra muy inferior a la que está pagando el mercado por la deuda argentina.
El director del CED, sin embargo, vio puntos a favor de Argentina en esta negociación: la pérdida de valor que tienen sus bonos, las tasas de interés históricamente bajas que fijó la Reserva Federal (Fed) y que “la pandemia ha generado cierto movimiento en el mundo que hasta el propio FMI parece haberse subido y ser parte de ese movimiento”. De esta forma, evaluó que tanto el FMI, como otros organismos y acreedores privados, se mostrarán más flexibles respecto al pago de deudas, debido a la crisis económica generada por el Covid-19 y las dificultades que generará en varios países para hacer frente a sus obligaciones.
Pese a ello, Moya argumentó que, una vez finalice la pandemia, Argentina quedará con hiperinflación, contracción del PIB, desempleo alto y un déficit fiscal importante. “Sería altamente riesgoso prestarle”, consideró.
Morales estimó que a corto plazo, los costos de un default implican “una mayor brecha cambiaria, reducción de depósitos en moneda extranjera y reducción del crédito para operaciones de comercio exterior”. Por su parte, a largo plazo “significaría una dificultad adicional para la recuperación”.
“Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido la vez anterior, ahora existe un fuerte interés del FMI para que esta situación se solucione con éxito”, añadió la experta.
Onda expansiva
La crisis financiera del 2001 en Argentina pronto se contagió a Uruguay y sus efectos se trasformaron en una crisis local sumamente dura, con impactos económicos y sociales que muchos recuerdan con un frío corriéndoles en la espalda.
En ese sentido, la pregunta que surge es cómo podría incidir la situación argentina en nuestro país.
Para Moya, la contracción de la actividad tiene su contrapartida en la caída de los ingresos de la sociedad argentina, lo que a su vez repercute en el turismo receptivo de Uruguay. Además, el país vecino se abarata en relación a Uruguay, por ende, “se torna un destino apetecible para uruguayos”.
Iturralde opinó que “si no fuera porque las fronteras están cerradas por el Covid-19, sería un colador”. Si bien sostuvo que “la suerte de Uruguay sigue estando ligada a la de Argentina”, también hay aspectos a favor de su situación. Por ejemplo, que ante el contexto de deterioro “no solo de Argentina, sino de otros países de la región”, Uruguay “se mantiene en su histórica estabilidad política, su credibilidad, sus reglas de juego estables y creíbles, y hace algunas reformas importantes para mejorar la competitividad de la economía”.
Ese conjunto de factores podría dar lugar, si Uruguay lo aprovechara más, a una mayor recepción de inversiones de argentinos, continuó Iturralde. Según opinó, si el país lograra captar “una pequeña parte” de dicho flujo, “realmente movería la aguja”.
Así, Moya concordó con su par; si bien reconoció que Uruguay tiene algunas debilidades, como son el déficit fiscal o el crecimiento de la inflación, las herramientas mencionadas previamente pueden ser aprovechadas para incrementar las inversiones en el país.