Tal y como estaba previsto, tanto la Fed como el BCE resolvieron mantener su tasa de referencia de política monetaria. Por un lado el Banco Central estadounidense prevé que la economía crezca a un ritmo moderado y con bajo desempleo, mientras que el del bloque del viejo continente, mantiene su política monetaria ultraexpansiva.
La Reserva Federal (Fed) estadounidense mantuvo su tasa de interés y evaluó que probablemente se mantendrán indefinidamente en el nivel actual, con una economía que crecerá a un ritmo moderado y con un bajo desempleo en un año de elecciones presidenciales en Estados Unidos.
De acuerdo a lo informado por la agencia de noticias Reuters, el Banco Central dejó la tasa de fondos federales en su actual rango de entre 1,5% y 1,75% y 13 de 17 funcionarios no esperan cambios hasta al menos 2021. Los otros cuatro anticipan un sólo incremento en 2020.
En tal sentido, se destaca que ningún miembro de la Fed sugirió que sean apropiadas tasas más bajas el próximo año, una señal de que la Fed siente que ha diseñado un “aterrizaje suave” después de un año volátil en el que aumentaron los riesgos de recesión, se invirtió la curva de rendimiento de los bonos y la política comercial sacudió a los mercados.
“El Comité juzga que la postura actual de la política monetaria es apropiada para apoyar la expansión sostenida de la actividad económica, las fuertes condiciones del mercado laboral y la inflación cerca del (…) objetivo simétrico del 2%”, dijo la Fed en un comunicado.
Nuevo mandato
Al otro lado del Atlántico, el Banco Central Europeo (BCE) también mantuvo sin cambios sus tasas de referencia, tal como esperaban los mercados financieros, y ratificó que no pretende cambiar el rumbo de la política monetaria ultra expansiva hasta acercarse a su meta de inflación de poco menos del 2%.
En su última reunión del 2019, el BCE dijo que la tasa de depósitos bancarios permanecería en el mínimo histórico de -0,50%, mientras que la tasa de refinanciamiento clave quedaría en 0,00%.
Además, el organismo indicó que espera que su programa de compras de activos -reactivado el 1 de noviembre para ayudar a apuntalar la economía de la zona euro- siga adelante al ritmo de 20.000 millones de euros mensuales por el tiempo que sea necesario.
La reunión del BCE fue la primera con Christine Lagarde (ex directora gerente del FMI) como presidenta de la entidad y en su primer discurso luego de la reunión destacó que la desaceleración de la economía podría estar tocando fondo en la zona euro y que la inflación subyacente estaría mostrando una leve mejora.
Sin embargo, su gran anuncio fue la revisión del mandato del BCE, después de 16 años sin tocarse, buscando dar un tono más social al objetivo del banco, que seguirá siendo la estabilidad de precios, pero que tendrá en cuenta asuntos como el cambio climático o la desigualdad.
Respecto a la política fiscal, Lagarde insistió en que «los gobiernos con espacio fiscal deben estar listos para actuar de forma activa en el momento adecuado». Sin embargo, no dio detalles de cómo puede el BCE estimular ese mayor gasto, más allá de las políticas monetarias que ya está implementando y que favorecen el endeudamiento. Además, Lagarde también lanzó un mensaje a los países con mayores niveles de deuda para que «persigan políticas prudentes y busquen el equilibrio estructural de sus presupuestos».