El presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Mario Bergara, estimó que las nuevas tecnologías traen consigo “una constelación de oportunidades y riesgos” y que hay que estar un pasado adelante para aprovechar las primeras y atenuar las segundas. Respecto al proceso de inclusión financiera, opinó que “va en la dirección de un mundo moderno basado en instrumentos electrónicos, un mundo que permite ser más eficiente, más seguro, más transparente, más informativo”.
“El futuro del dinero y el sistema financiero” fue el nombre del seminario realizado en el marco de las actividades por el Día del Futuro que organiza anualmente el periódico la diaria (este año centrado en “la economía del futuro”), y que comenzó con algunas “reflexiones” del presidente del BCU, el economista Mario Bergara.
“Es muy difícil hacer predicciones… especialmente sobre el futuro”, bromeó Bergara citando una frase del beisbolista estadounidense Yogi Berra. Sin embargo, el presidente del BCU, indicó que actualmente “hay muchas cosas que nos están pasando que nos permiten adivinar lo que va a ser el mundo” o al menos “nos dan pistas de ello”.
De todas formas, opinó que pensar en el camino que tomarán las transformaciones en el sistema financiero “genera desafíos enormes, porque hablar del futuro del dinero es hablar de una de las convenciones sociales más arraigadas”.
Para Bergara el proceso de transformación, aunque ineludible, debe darse con un “equilibrio” entre la innovación y la seguridad, pero enfatizó que esos problemas están presentes desde los inicios de la actividad financiera. “Solo que ahora las cosas son más globales, las cosas son más enormes, entonces hay menos margen para equivocarse”.
Futuro incierto
Dando un poco de contexto, el presidente del BCU aseguró que “no es un eslogan” decir que “vivimos en un mundo incierto”, fundamentando que los actuales niveles de incertidumbre son los más altos de la historia reciente, y que ello se dio incluso sin incorporar “la posible guerra con Corea del Norte, que seguramente haga crecer el indicador de incertidumbre política”.
“El contexto de incertidumbre es innegable y tenemos que navegar en él”, aseguró.
En este escenario de incertidumbre política, económica y financiera se suma la incertidumbre derivada de la dinámica tecnológica. “Podemos ser más productivos, tener mejor bienestar con menos esfuerzo (…), pero aún así genera incertidumbres crecientes y genera riesgos”, sostuvo Bergara, agregando que existen “una constelación de oportunidades y riesgos”. “En la medida que nos adelantemos a esos cambios nos va a permitir aprovechar mejor las oportunidades y atenuar los riesgos”.
El presidente del BCU indicó que hay cambios que no son para el siglo XXIV, sino que “ya están, están pasando ahora”. Estos cambios, analizó, están alterando el funcionamiento de los mercados, la forma en la que interactúan los seres humanos y convierten la relación entre oferta y demanda a una forma “mucho más dinámica”. “Cada demanda y cada oferta se personaliza”, sostuvo Bergara, agregando que cada vez más los bienes tienen menos importancia y pesan más los servicios asociados que estos tienen.
Esta transformación también altera la dinámica empresarial, donde ahora las firmas “no son de nadie, no tienen dueño. Uber no tiene un auto, Aribnb no tiene una casa”. “Esto desafía las formas de producción pero también las políticas públicas”, alertó Bergara cuestionándose cómo se puede hacer tributar a empresas que no pertenecen a nadie y no tiene activos propios, o cómo se les regula en las reglamentaciones laborales o en problemáticas graves como el lavado de activos.
Respecto a los cambios en la mano de obra, interpretó que hay una visión pesimista sobre este proceso, donde se plantea que hay muchos empleos que se van perder. Si bien aseguró que, por el contrario, tiene una “visión optimista” sobre el tema, aclaró que ello no implica descuidarse, sino “ver cómo se soluciona en el futuro”. “Se va a generar la obsolescencia de un montón de empleos pero también se van a generar un montón de empleos. No todo el mundo se va a quedar sin trabajo”, aseguró el jerarca, agregando que “toda esa producción alguien la va a tener que consumir”.
“Eso va a generar un nuevo equilibrio que implica cambiar la forma de hacer las cosas”, añadió. De todas formas, insistió en que ello no implica quedarse de brazos cruzados, sino que las políticas públicas deberán estar atentas para preservar la equidad, ya que en muchos casos “estas transformaciones generan inequidad”. Para Bergara, el Estado debe cumplir “un rol compensador”.
Los cambios en el mundo del trabajo, implican también transformaciones en los sistemas educativos, estimó Bergara, quien aclaró que ello no implica solo “ver cómo educamos a los niños de hoy, sino (también) a los trabajadores de hoy”. La demanda sobre el sistema de formación de capital humano cambió sustancialmente, pasando de un sistema que hasta ahora prioriza la acumulación de información a otro que apunte al desarrollo de capacidades de innovación, capacidades emocionales y “sobre todo de adaptación”.
Inclusión financiera
Por último, Bergara se refirió a la Ley de Inclusión Financiera, asegurando que los objetivos de la norma han sido claros, apuntando a “la universalización de derechos”, a lograr “mayor acceso” a medios de pago electrónico (fundamentalmente en aquellos sectores que tenían dificultades de acceso como las pequeñas y medianas empresas y los sectores sociales de bajos ingresos), a fomentar el ahorro y a mejorar las condiciones de acceso al crédito.
El presidente del BCU aseguró que hubo “una gran aceptación” al proceso de inclusión financiera que se ha reflejado en la explosión que tuvieron los pagos a través de medios electrónicos. Estimó que esa “aceptación” también se debió a las políticas implementadas para reducir los costos de las comisiones, de las transferencias bancarias, en los beneficios para incorporar los dispositivos POS, entre otros incentivos.
“Es algo que va en la dirección de un mundo moderno basado en instrumentos electrónicos, un mundo que permite ser más eficiente, más seguro, más transparente más informativo”, concluyó.
Bitcoins y monedas digitales
Bergara también analizó las dificultades que enfrentan los bancos centrales como administradores de dinero y del sistema financiero.
En particular hizo mención a la figura de Satoshi Nakamoto: “No sabemos si es un hombre o mujer, si es una persona o un grupo de personas (…). Lo que importa es que generó el soporte general del Blockchain”, que es una base de datos compartida que funciona como un registro de operaciones de compra-venta o cualquier otra transacción y que es la base tecnológica de las monedas digitales como el “Bitcoin”. “Ahora hay monedas sin instituciones que las emitan”, señaló Bergara.
Alertó que estas monedas “tienen una dinámica muy incierta y difícil de comprender” lo que genera gran inestabilidad y hace que se utilice poco como medio de pago. Sin embargo, ha ganado terreno como reserva.
Además, estas divisas no tienen una trazabilidad, lo que dificulta su control para el lavado de activos.
En paralelo a estas “criptomonedas” como el Bitcoin, está el desarrollo de las monedas digitales, un camino al cual apunta el BCU acá en Uruguay.
“No se trata de transferencias desde el celular, sino el celular como billetera, con billetes digitales, con número de serie, con firma”, explicó Bergara, agregando que “ese proceso está también sobre la mesa”. “Hay que resolver aspectos logísticos y tecnológicos, esto tiene que dar seguridades, pero a la corta o a la larga se van a terminar implementando”, señaló el jerarca, quien estimó que “en poco tiempo” se estará comenzando con una prueba piloto.
En cuanto a las Fintech, plataformas electrónicas de instrumentos financieros, aseguró que si bien como un aspecto revolucionario, a su entender es simplemente un cambio en los procesos tecnológicos. Bergara explicó que no hay que ver los avances tecnológicos como algo contrario al sistema financiero, ya que los propios bancos tradicionales están incorporando las nuevas tecnologías. “Hay que ver cómo lo adaptan”, opinó.
Para el jerarca el principal desafío para el BCU –y todos los bancos centrales- es “entender cómo opera el negocio” y cómo ello afecta la capacidad de fiscalización.