Considerando que la situación económica de Argentina es “más bien la regla y no la excepción”, Uruguay debería realizar “cambios a nivel microeconómico (y no macro) orientados” a mitigar sus impactos, según analiza el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED). Estos incluyen promover una mayor competencia en sectores no transables y productos importados; reorientar las estrategias para la captación de turismo a otros países y promover el turismo interno; y trabajar sobre los costos locales que impactan en la ecuación de costos de las industrias no agrícolas, promover su diversificación exportadora y trabajar en la recapacitación de sus trabajadores.
El último boletín Macroeconómico del CED estuvo dedicado a la situación económica de Argentina y sus impactos sobre Uruguay, donde advierte que nuestro vecino es “una economía estancada” hace más de una década. “Desde 2011 la economía argentina incursionó en un proceso de sucesivos y acotados ciclos de expansión y recesión”, señala el informe, recordando que 2017 y 2018 fue el último ciclo de crecimiento, tras el cual “comenzó un largo período recesivo caracterizado por las crisis financieras de 2018 y 2019 y la pandemia en 2020”. El año pasado, el PIB recuperó los niveles prepandemia al registrar un crecimiento de 10,3% y para este año se espera una expansión de 3,2%, que se explica casi en su totalidad por un efecto de arrastre estadístico dada la baja base de comparación. En este sentido, 2022 registraría un relativo estancamiento, que se profundizaría en el segundo semestre por la volatilidad financiera, la paulatina reversión del ciclo de commodities, el alza de la inflación y las fragilidades fiscales.
“Los desequilibrios macroeconómicos imperantes, las tensiones políticas a la interna del gobierno, la posibilidad de un nuevo incumplimiento del acuerdo con el FMI y ‘el viento en contra’ externo, suponen elementos que pautan que Argentina continuará su inercia de bajo crecimiento y exclusión de los mercados internacionales de deuda”, sostiene el CED.
Canales de impacto
En este sombrío contexto, los canales de afectación sobre Uruguay tienen impactos asimétricos. “A pesar de que Uruguay logró cierto desacople en materia de crecimiento y ha adoptado en las últimas décadas un rumbo de la política económica totalmente opuesto al de Argentina (más allá de los enfoques de cada gobierno), es bueno recordar que la recurrente inestabilidad del vecino país no es un factor positivo ni mucho menos”, sostiene el CED. No obstante, interpreta que la inestabilidad argentina se ha vuelto algo “más estructural que coyuntural, más bien la regla y no la excepción”, lo que es importante al abordar las políticas que mitiguen los impactos.
El CED identifica cuatro canales de afectación a través de la economía real, ya que en lo financiero (tipo de cambio, calificación soberana y depósitos bancarios) los riesgos son acotados.
El primer canal es el comercio de bienes, donde Argentina ha perdido peso como destino de las exportaciones, pasando de representar entre un 10% y 15% del total exportado a principios del 2000, a ubicarse en el entorno del 5%. Si bien la matriz exportadora tiene la particularidad de estar concentrada en algunos rubros industriales no agrícolas, para la mayoría de estos rubros su principal mercado no es Argentina, sino Brasil, y en muchos casos ni siquiera es la región.
El segundo canal es el turismo. Dos de cada tres dólares que ingresan al país por concepto de turismo vienen desde Argentina, una relación que se ha mantenido constante en los últimos años, aún con el cierre de frontera. En la comparación entre temporadas de verano (primer trimestre) pandemia mediante (2022 vs 2020), el gasto de argentinos se redujo un 47%, lo cual permite dimensionar las enormes dificultades del sector turístico tras la emergencia sanitaria. Desde el punto de vista del turismo emisivo, Argentina es el principal destino de los uruguayos. De cada 10 dólares que los uruguayos gastan en el exterior, 4,5 los dejan en el país vecino. A diferencia del comercio de bienes, en servicios turísticos Uruguay mantiene un saldo de balanza comercial favorable y con un importante peso en el empleo, ya que da trabajo a unas 80 mil personas.
Otro canal de impacto es la diferencia cambiaria. Actualmente, la diferencia de precios relativos con Argentina es la más grande de los últimos 20 años. Esta situación parece transformarse en un fenómeno estructural, y por tanto, impone con mayor urgencia la necesidad de avanzar en reformas micro que actúen sobre el nivel de precios.
El cuarto canal de impacto es el comercio de frontera y el contrabando. Se advierte que muchas familias obtienen ingresos de esta actividad, en particular de estratos medio-bajos y bajos, reduce los costos de acceso a bienes en estas zonas del país, y captura una parte significativa del mercado que debería estar en el canal formal, afectando a los comerciantes legalmente establecidos. A su vez, implica una pérdida de recaudación (gobierno central e intendencias) tanto en sus costos aduaneros como por los impuestos derivados de la venta y comercialización final de mercancías.
Apuntando al blanco
El informe concluye afirmando que dado que la inestabilidad argentina es algo más estructural que coyuntural, las respuestas de política de Uruguay para mitigar sus impactos también se deberían plantear desde un enfoque más de fondo y largo plazo, y no tanto en medidas puntuales de coyuntura.
“Uruguay debería comenzar a experimentar cambios a nivel microeconómico (y no macro) orientados en esa dirección”, señala el CED, entre los que menciona: promover una mayor competencia en sectores no transables y productos importados para permitir reducciones permanentes (aunque por única vez) del nivel de precios de la economía (no la inflación).
Además, reorientar las estrategias para la captación de turismo (hacia otros países de la región y el mundo) y promover incentivos para el turismo interno.
Por último, trabajar sobre los costos locales que impactan en la ecuación de costos de las industrias no agrícolas, promover su diversificación exportadora y, eventualmente, reconocer su dificultad en contextos de ausencia de ventajas competitivas con otros países trabajando en la recapacitación de sus trabajadores.