El arranque económico de China en 2024 había generado expectativas positivas sobre su salud económica, y se estimaba que el gigante asiático podría empujar de una débil economía global. Sin embargo, los últimos datos de la industria y el consumo doméstico están desinflando ese optimismo inicial, generando ajustes a la baja sobre las expectativas de crecimiento. Además, en el plano político, China podría enfrentarse a un nuevo mandato de Donald Trump, que seguramente endurezca sus políticas comerciales para reducir el déficit comercial con China y limitar la transmisión de conocimientos sensibles.
Hasta hace algunos años, el concepto de crecer “a tasas chinas” se usaba como sinónimo de un alto dinamismo de la actividad. Es que desde la década del 90, el gigante asiático se acostumbró a tasas de expansión de su actividad que llegaron a superar los dos dígitos al año. Sin embargo, poco a poco ese concepto ha perdido el peso que tenía.
En medio de un contexto internacional que evidencia bajo dinamismo, las perspectivas económicas de China han mostrado una importante corrección a la baja, debido a los últimos datos de actividad divulgados por el país, según consigna un artículo del medio especializado El Economista.
Ajustes a la baja
A inicios de 2024 reinaba el optimismo. Se esperaba que China empujara la economía global a impulso del rebote de su actividad. En el primer trimestre del año, China tuvo un sorprendente crecimiento interanual de 5,3%, lo que dotó de optimismo a las proyecciones de bancos y analistas internacionales.
En tal sentido, se esperaba que el PIB creciera este año un 5%, coincidente con la meta oficial de Pekín. Sin embargo, esta cifra parece imposible de cumplir dados los últimos resultados. En particular, preocupan la debilidad de la demanda interna y la ya persistente crisis en el sector inmobiliario del país, a lo que ahora se suma la debilidad en el sector industrial.
Eso ha llevado a varios ajustes a la baja. El consenso de expertos consultados por la agencia de noticias Bloomberg bajó levemente dos décimas, estimando un 4,8% de crecimiento para este año, pero los expertos de JP Morgan ya hablan de un crecimiento del 4,6% en el mejor de los casos. Si bien puede decirse que son ajustes menores, en una economía tan grande como la China, unas pocas décimas pueden marcar una diferencia importante por su impacto en otras regiones del mundo.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó en un documento publicado en 2023 que cada punto porcentual de tasa de variación del PIB en China era capaz de incrementar o reducir el PIB del resto de los países, como media, en 0,3 puntos ese mismo año. Eso implica que, si la economía asiática finalmente termina creciendo un 4,6%, el resto de países podrían perder algo más de una décima de impulso. China equivale al 19% del PIB mundial, por lo que la tendencia de su economía impacta de forma notable en el resto del mundo. Al perder impulso, las previsiones de crecimiento global para este año (situadas entre el 3 y el 3,4%) podrían verse igualmente recortadas.
Datos que preocupan
Los datos oficiales muestran que el gasto público se contrajo en los siete primeros meses del año, mientras que la demanda de crédito se mantuvo débil pese al descenso de las tasas de interés. Ello representa una clara muestra de que Pekín no da con la tecla de los estímulos económicos, mientras que la industria local se frena y el sector servicios empieza a desacelerarse por consumidores que no quieren o no pueden gastar y optan por el ahorro dada la incertidumbre existente. Este sector, que se había mostrado relativamente resistente, también está perdiendo impulso. De acuerdo a un sondeo privado (el PMI de Caixin), la actividad de los servicios creció menos de lo previsto en agosto debido al aumento de la competencia y a los recortes de precios por parte de las empresas para mantener su cuota de mercado.
En cuanto al sector industrial, el PMI oficial del sector manufacturero de China se adentró en territorio de contracción por cuarto mes consecutivo en agosto, lo que sugiere que el impulso de la producción industrial se está desacelerando aún más. Tanto el PMI oficial como el de Caixin sugieren que los precios al productor cayeron aún más en medio de una demanda débil. El PMI oficial no manufacturero también se mantuvo débil incluso después de tener en cuenta el gasto de las vacaciones de verano (boreal).
Economía se detiene
En tal sentido, preocupan las perspectivas de la economía china. Por un lado, las exportaciones de cobre, que alcanzaron un pico histórico en mayo/junio cercano a las 250.000 toneladas, desde entonces se desplomaron a una cifra inferior a las 150.000 toneladas.
Por otro, el indicador de contaminación del aire en Pekín, que se utiliza como un termómetro de la fabricación china, retrocedió a niveles de 2021 con la producción casi parada por los confinamientos más duros por el covid-19. Asimismo, es notorio el descenso en las importaciones de petróleo del gigante asiático, que ha hecho saltar las alarmas en la OPEP y otros productores de crudo.
Más allá de la desaceleración este 2024, el próximo año puede ser incluso peor para China en términos de crecimiento. Desde JP Morgan apuestan por una tasa de variación del PIB del 4% en 2025.
Además, también aparece el riesgo político. China podría enfrentarse a un nuevo mandato de Donald Trump, que con toda seguridad endurecerá sus políticas comerciales para reducir el déficit comercial con China y limitar la transmisión de conocimientos sensibles.