La crisis energética, las dudas sobre el mercado inmobiliario, la crisis logística y el encarecimiento de las materias primas, están afectando el ritmo de crecimiento de la economía china, que en el tercer trimestre se desaceleró a un 4,9% interanual, según datos oficiales. Un informe de BBVA Research advierte que “sigue existiendo un desequilibrio en la estructura económica” del gigante asiático, que continúa dependiendo “demasiado de las exportaciones, mientras que el consumo y la inversión no remontan”.
La economía de China confirmó que ha desacelerado su ritmo de recuperación postpandemia, con un crecimiento de 4,9% en el tercer trimestre del año. El dato, inferior a lo previsto por el mercado, pone de manifiesto los impactos generados por la crisis energética, la incertidumbre del mercado inmobiliario, el encarecimiento de las materias primas y la crisis logística.
Un informe elaborado por BBVA Research, la unidad de investigación y análisis económico de esa entidad bancaria, afirma que “sigue existiendo un desequilibrio en la estructura económica, ya que la economía depende demasiado de las exportaciones, mientras que el consumo y la inversión no remontan”.
El año había comenzado con un importante salto de 18,3% en el primer trimestre, explicado por el contraste con la baja actividad que provocaron las cuarentenas y cierres al inicio de la pandemia del covid-19. En el segundo trimestre la economía se moderó a 7,9%.
Los expertos pronostican este año un crecimiento del PIB chino del 8%, muy superior al 6% planeado por Pekín, pero la desaceleración mitiga el optimismo global y obliga al Gobierno a afinar las políticas fiscales. “Están aumentando las incertidumbres en el mercado internacional y la recuperación económica interna es aún desigual e inestable”, indició Fu Linghui, portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas.
Considerando esta ralentización de la economía, BBVA Research recortó levemente sus previsiones de crecimiento a 8%, desde el 8,2% esperado anteriormente, y para 2022 se estima una expansión de 5,2%, tres décimas de punto porcentual menos que el 5,5% que proyectaban con anterioridad.
Se nubló
China fue la única de las grandes economías que escapó de la recesión el año pasado. Sin embargo, desde hace unos meses comenzaron a llegar noticias que amenazan el horizonte. La crisis de Evergrande, el gigante inmobiliario que adeuda US$ 300.000 millones, enfrió un sector que aún concentra el 30% del PIB nacional, y los problemas de efectivo confesados por otras compañías del sector alimentan los temores a una reacción en cadena que afecte a los mercados financieros. Han caído las ventas, las inversiones y la construcción, sin que la intervención gubernamental haya devuelto la confianza. Sectores asociados al mercado inmobiliario como el cemento o el acero han padecido las mayores contracciones.
También sufre la actividad manufacturera, sobre la que se cierne la tormenta perfecta: sufría ya el aumento de precios de las materias primas y los fletes cuando los compromisos medioambientales de Pekín obligaron a cortar la electricidad. Dos tercios de las provincias sufren recortes de suministro que han parado las fábricas cuando la actividad debería alcanzar sus máximos para satisfacer la demanda global navideña. La producción industrial decayó hasta el 3,1% en setiembre frente al 5,3% de agosto. Las ventas minoristas, en cambio, subieron el 4,4% gracias al levantamiento de las restricciones provocadas por rebrotes del covid-19.
Inflación bajo control
A contraposición de lo que sucede en el mundo desarrollado, donde EEUU y la Unión Europea registran un importante aumento de la inflación, en China el nivel de precios en la economía sigue contenido. En ese sentido, desde BBVA Research entienden que “en contraste con la retirada de estímulos en las economías avanzadas, la política monetaria china será más expansiva para atajar la ralentización del crecimiento”.