El economista de la consultora Oikos, Pablo Moya, estimó que es necesario mejorar la competitividad, pero no incidiendo directamente sobre el tipo de cambio, ya que entiende que tiene un impacto limitado. A su entender, es necesario mejorar la productividad, lo que incluye no solo al sector privado sino al sector público, que no brinda servicios en relación al costo que se paga.
El dólar es una variable sensible para toda la economía. Tanto para empresarios como para consumidores la evolución del billete verde es de suma relevancia para la toma de decisiones cotidianas y más aún en una economía tan dolarizada como la nuestra donde el precio de muchos bienes está fijado en la moneda estadounidense.
En ese sentido, su evolución siempre es mirada con atención y las valoraciones sobre en qué nivel debería estar el tipo de cambio son moneda corriente en cada conferencia sobre la evolución de la economía.
Como no podía ser de otra manera, el dólar fue uno de los reclamos principales que se hizo cuando comenzaron a reunirse el movimiento de “autoconvocados” del agro, exigiendo un billete verde más fuerte para que mejoren sus ingresos por exportaciones.
En diálogo con CRÓNICAS, Moya opinó que un sector “casi en exclusividad exportador” y que se maneja en dólares, no solo pierde rentabilidad sino que con los ingresos que ganan pueden “pagar menos insumos, ya sea bienes o servicios”. En ese sentido, explicó que “un dólar bajo, con precios internacionales bajos y con incremento de costos locales en pesos hacen que las rentabilidades en este sector sean muy bajas e incluso negativas en algunos casos”.
Moya agregó que el dólar bajo no afecta solamente al campo: aquellos sectores que “contemplen estas aristas”, es decir, que sean exportadores y tengan insumos locales ven disminuidas sus rentabilidades por las mismas razones.
Competitividad y productividad
Sin embargo, las presiones del mercado van en la dirección opuesta a lo que quieren los autoconvocados y los exportadores en general, y el Banco Central (BCU) ha tenido que salir a intervenir en el mercado de forma importante para evitar que el dólar se desplome. Aún así, no ha podido evitar su tendencia a la baja.
En este escenario, el economista evaluó que la competitividad debería mejorarse no por el aumento del tipo de cambio –lo que se conoce como competitividad a precio– sino por el aumento en la productividad. “En realidad, uno debería ser más competitivo porque es mucho más productivo: produce de forma más eficiente y, como lo produce más eficiente, es más barato frente al resto del mundo, independientemente del valor de moneda en la que tranza”, afirmó.
Es a esto a lo que Moya le pone énfasis: mejorar la productividad en todos los ámbitos, y encontrar las medidas necesarias para lograrlo. “Me parece que mejorar solo vía precios la competitividad del país es una mejora que lo que permite es salir de la situación “de crisis” que se ha generado por las movilizaciones en el agro, pero que si no se toma con el foco de resolver el resto de los problemas volveremos a caer en lo mismo”, señaló.
Fundamentó que al hablar de productividad no solo se refiere al sector privado y la producción de los bienes que exporta, sino la productividad del sector público como proveedor principalmente de servicios, tales como “seguridad, infraestructura, energía y comunicaciones”. “Creo que ahí debería estar focalizado el debate, más allá de si estamos en un costo del Estado excesivo; ¿excesivo en relación a qué? Excesivo en relación a lo que nos brinda, ese debería ser lo costoso que es el Estado”, sostuvo Moya y agregó: “yo creo que sí” es costoso.
La evolución del dólar interbancario en la plaza financiera local, como puede observarse en el gráfico, ha mostrado importantes oscilaciones en el último año, aunque siempre manteniéndose dentro de un rango de entre 28 y 29,5 pesos.
En 2017, tras un comienzo de relativa estabilidad, el segundo semestre mostró importantes movimientos de montaña rusa, con algunos picos importantes, pero también con algunos fuertes descensos. Esos movimientos se compensaron a lo largo del año y el dólar cerró diciembre ($28,76) prácticamente al mismo valor que había registrado el primer día hábil de ese año ($28,71). Ello implicó una ínfima apreciación anual de 0,17%.
En el arranque de 2018, la devaluación del billete verde ha sido la característica principal, pese a las fuertes intervenciones que ha realizado el BCU para evitar su depreciación. El pasado miércoles 31 de enero el dólar interbancario cerró en $ 28,37, lo que implicó un descenso de 1,35%, respecto al cierre de diciembre. “Hay una debilidad a nivel internacional” del valor del dólar comentó Moya, agregando que “lo que está haciendo el Banco Central de alguna manera es que esa caída no sea tan fuerte”.