El déficit de 4,3% del PIB registrado en 2021 fue incluso menor a lo que el Gobierno había estimado, lo que se interpreta desde el oficialismo como un resultado sumamente positivo. Sin embargo, las evaluaciones no son unánimes y hay quienes critican que ese dato se haya logrado en un momento de crisis económica, donde muchos sectores solicitaron apoyo, y por tener parte de su explicación en la pérdida de salario real y de las pasividades, así como en una reducción de las inversiones.
Los resultados del sector público conocidos la semana pasada evidenciaron una mejora importante en los números rojos del país, que pasaron de un déficit del 6% al cierre de 2020 a un 4,3% en 2021, según la información que divulgó el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).
A los ojos del gobierno, estos números significan un gran logro y significa el cumplimiento -en parte- de una promesa que se hizo en campaña. Sin embargo, las lecturas de los números no fueron unánimes, y desde la oposición se critica que la mejora de estos se logró, en buena medida, por la reducción de los salarios reales y de las pasividades (que ajustan constitucionalmente por el IMS), así como por un recorte de la inversión pública, en un momento de contracción económica por la pandemia del covid-19.
En este escenario, CRÓNICAS dialogó con los economistas Gabriela Mordecki, profesora y directora del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración (Fcea), y Pablo Moya, socio de la Consultora Económica y Financiera Oikos, para intentar analizar los números divulgados por el MEF.
La otra cara de la moneda
Como casi todo, la noticia también fue interpretada por muchos como un llamado de atención en cuanto que sucedió en una época de crisis muy fuerte, con muchos sectores pidiendo apoyos y ayudas.
“Llama la atención que en un momento tan difícil se tuvo como objetivo ahorrar. Es difícil lograr un ajuste en una época en la que se precisaba mayor apoyo, no menor”, cuestionó Mordecki.
Según la docente, la baja en los números se relaciona con la contracción del gasto y un fuerte aumento de la recaudación, incluso más potente que del PIB.
“Por un lado caen los salarios reales, haciendo que baje el gasto. A lo que suman no cubrir todas las vacantes en puestos públicos, lo que tal vez requeriría un análisis más pormenorizado, ministerio a ministerio. Pero hay menor contratación. Todas estas acciones juntas hacen que caiga el total del gasto”, se explayó la docente.
Sin embargo, Moya opinó que la reducción condice con los objetivos del gobierno y que estos superaron sus expectativas, por lo cual se puede calificar como algo positivo.
“Cuando las críticas vienen de cuestiones políticas, pierden legitimidad. En épocas en que Uruguay vivió un crecimiento continuo y sostenido, el déficit se mantuvo en rojo. Pero cuando el actual gobierno tuvo que hacer frente a demandas genuinas y apoyos a la población, incluso brindando lo requerido, se redujo el déficit en 1,7%”, sostuvo. No obstante, agregó que concluir “si el apoyo podría haber sido mayor o no, también es discutible”.
Moya también recordó que el país contó con la ventaja de tener infraestructura sanitaria para hacer frente a la crisis, a diferencia de países que tuvieron que volcar mucha inversión en ese sentido.
Por otra parte, muchas de las críticas apuntaron a que el ahorro guarda la intención de reserva, para tener espalda de gasto en el año previo a las elecciones nacionales. La historia del Uruguay demuestra que todas las administraciones aumentan el gasto -lo que hace subir el déficit-, en su último año de gestión.
Pero en el caso particular del actual gobierno, se enfrentó con dos años casi perdidos en cuanto a la posibilidad de realizar reformas o iniciar grandes proyectos, teniendo la necesidad de enfocar la atención en el “control de daños” de la pandemia.
“Dado que el presupuesto permitió esta rebaja fuerte, se puede pensar en la recuperación salarial. Con este colchón, la rebaja de salarios reales va a tender a desaparecer, pero recién en 2023. Aunque no con una ganancia muy grande”, analizó Mordecki.
ENCASTRE: “Llama la atención que en un momento tan difícil se tuvo como objetivo ahorrar. Es difícil lograr un ajuste en una época en la que se precisaba mayor apoyo, no menor”, cuestionó Gabriela Mordecki.
El fondo del asunto
Sobre el aumento de la recaudación, se evidenció que el IVA tuvo un incremento real de casi 10%, sobre todo, derivado del aumento del IVA importación. También el Imesi, que en automóviles ha crecido a un nivel casi 50% mayor. Además, hubo evidentemente un incremento de consumo hacia bienes importados, que reflejan una parte de la población que logró incrementar su consumo a pesar de la situación.
Otra forma de observarlo es analizando el IRPF que está dividido en dos categorías. La Categoría I corresponde a bienes de capital, y registró un aumento de casi 12% en términos reales. Por su parte, la Categoría II, que se aplica a las rentas del trabajo, aumentó solo 1,2%.
“Esto también muestra dónde estuvo el mayor incremento de los ingresos de los uruguayos. Quienes tienen ingresos de bienes de capital y los sectores empresariales fueron los más beneficiados. Permitieron, a través del mayor pago de impuestos, este resultado”, justificó Mordecki.
Además, agregó que el crecimiento fue desigual a nivel sectorial. En los sectores agroexportadores fue un buen año, sin embargo, en lo que refiere a servicios costó mucho más recuperarse. Cuando se miran los números desagregados se ve la evolución de algunas variables que evidencian la desigualdad en la repartición del crecimiento y los ingresos generados por este.
“Como señal a futuro, la baja (del déficit) es un buen indicador y esperemos que se siga reduciendo a niveles más sustentables. Con la evolución de la economía se va a intentar cumplir esos objetivos”, concluyó Moya.