Una economía dolarizada y con inflación alta “exacerban el ciclo económico”, lo que termina afectando el crecimiento de largo plazo del país, señaló el presidente del BCU Diego Labat, durante el webinar denominado “Hacia una moneda de calidad”, organizado por la Universidad Católica. El BCU apunta a medidas que contribuyan a pesificar la economía y bajar los niveles de inflación, que incluyen cambios en la política monetaria y de deuda, cambios regulatorios, comunicacionales y el inicio de un “proceso de diálogo con las partes interesadas”.
Apuntar a desdolarizar la economía no es algo nuevo. Las administraciones anteriores han avanzado por ese camino con mayor o menor grado de acierto. Sin embargo, ahora el proceso parece ganar un nuevo impulso, con nuevas políticas dirigidas en esa dirección.
Durante el webinar, el presidente del BCU defendió la importancia de contar con una “moneda de calidad” bajo un argumento muy simple: la dolarización de la economía y una elevada inflación terminan afectando el crecimiento de largo plazo. Ello se debe a que ambos fenómenos hacen “más amplio el ciclo” económico, perjudican la política monetaria y la estabilidad financiera. Además, afecta tanto la gestión financiera como la gestión real de las empresas uruguayas, que luego de la crisis del 2002 incrementaron su liquidez en dólares, redujeron el apalancamiento a esta moneda, realizan facturación doméstica en dólares, cambian la gestión de inventarios (aumentan inventario de insumos y reducen el de bienes terminados para aumentar la rotación del inventario).
De esa forma, “desdolarizar es contribuir al crecimiento” de mediano plazo.
“Tener la economía dolarizada exacerba el ciclo económico”, fundamentó Labat, explicando que cuando el país recibe un shock negativo el tipo de cambio tiende a subir, lo que termina haciendo caer más la actividad y aún así los precios se encarecen por la depreciación del peso (inflación importada).
El punto de partida
En el camino que encara el BCU, Uruguay cuenta con “un muy buen punto de partida”, según Labat, que es “la estabilidad del sistema financiero”. Recordó que luego del 2002 “el país ha hecho un montón de deberes, buscando las mejores prácticas internacionales, adecuando su normativa, y eso se refleja en buenos indicadores del sistema financiero en general”, entre los que destacó la solvencia, liquidez y morosidad. Sin embargo, existen problemas de desarrollo del mercado financiero local, con déficit de instrumentos de financiamiento en pesos, de financiamiento a largo plazo y de capital de riesgo. También existe una “agenda pendiente en la infraestructura del sistema de pagos” y en la “promoción de la competencia”.
En cuanto a la política monetaria, recordó que pese a tener un régimen de objetivos de inflación, Uruguay muestra “un pobre récord en el control de la inflación”. Sólo en un 17% del período analizado Uruguay tuvo la inflación dentro del rango meta, a pesar de tener un rango meta que ya planteaba un objetivo alto, argumentó Labat. Graficó que la inflación promedio de Uruguay coloca al país en el 13% de las inflaciones más altas a nivel mundial, pero aún si hubiese alcanzado el rango objetivo, estaría en el 20% de las inflaciones más elevadas.
Ese incumplimiento –señaló Labat- genera un problema de credibilidad de la política monetaria, lo que se refleja también en las expectativas. “Ni la inflación, ni las expectativas han estado dentro del rango”, sostuvo. En el análisis se interpreta que “buena parte de ese problema de credibilidad es el conflicto de objetivos” de la política monetaria, que ya desde la propia carta orgánica del BCU “no dejaba claro esa prioridad que tiene que tener la inflación”. Además, también hubo problemas con el “instrumento de política monetaria” ya que el control de los agregados monetarios que estuvo vigente hasta el año pasado, generaba mucha volatilidad, lo que reducía la eficacia de la política.
La inflación promedio de Uruguay coloca al país en el 13% de las inflaciones más altas a nivel mundial, pero aún si hubiese alcanzado el rango objetivo estaría en el 20% de las inflaciones más elevadas
Lo hecho
Labat se planteó dos preguntas: ¿Es capaz la política monetaria de anclar las expectativas en Uruguay? ¿Están funcionando los canales de transmisión monetaria? Para ambas, “la respuesta es sí”, respondió el jerarca, argumentando que la política monetaria “ancló las expectativas de inflación, pero lo hizo un 3% o 4% por encima del rango meta”. Por ese motivo, indicó que lo importante es “qué las señales sean las correctas”. Por otro lado, los canales de acción de la política monetaria están funcionando.
Ante esta realidad, Labat se refirió a la nueva política monetaria adoptada por la nueva administración, que implicó en primer lugar un cambio en el instrumento de política, volviendo al manejo de la tasa de interés de referencia. Asimismo, “se angostó el rango objetivo” que a partir de setiembre de 2022 será de entre 3% y 6% (actualmente entre 3% y 7%). Destacó también el objetivo del Gobierno, fijado en la ley de presupuesto, que busca que la inflación cierre en 2024 en 3,7%.
Por otra parte, señaló que el BCU ha buscado realizar cambios en su institucionalidad al aumentar la frecuencia de las reuniones del Comité de Política Monetaria (Copom) para que “esté más cerca o más alerta a reaccionar” y realizando una “nueva interpretación del conflicto de objetivos: en tiempos normales el objetivo de inflación es prioritario para el banco”. Además, comentó que se han hecho “mejoras en transparencia , comunicación y rendición de cuentas”, al divulgar las “minutas” del Copom, la publicación de comentarios que anticipan la dirección de la política monetaria, cambios en el informe de política monetaria con la publicación de proyecciones y modelos del BCU, reuniones con analistas y otros actores, acuerdo con el INE para publicación de encuesta de expectativas de inflación, relanzamiento de la encuesta de expectativas de formadores de opinión, y cambios en la página web del BCU.
Lo que hay que hacer
En cuanto a las reformas pendientes que apuntan a “la desdolarización y reconstrucción del mercado de pesos”, Labat señaló que se trabaja “en varias avenidas”. Por un lado, una política de deuda, trabajando en coordinación con la Oficina de Deuda del Ministerio de Economía para generar referencias de largo plazo en moneda nacional para favorecer el desarrollo de crédito en pesos. También se concretaron cambios regulatorios por ejemplo en la rebaja de los encajes en moneda nacional y se prevé la revisión de la neutralidad por monedas del sistema tributario, política de compras e indexación del estado. Por otra parte, se apunta a desdolarizar el sistema de precios siguiendo la experiencia de Perú. Por último, el presidente del BCU señaló que hay un “proceso de diálogo con las partes interesadas”, para solucionar el problema de coordinación y convencer de la importancia del proceso de desdolarizar, generando un conjunto de incentivos y cambios en la gestión pública que faciliten la transformación.
A su vez, el BCU diseñó una “métrica de seguimiento de la desdolarización”, para que se mida la pesificación y los riesgos que los agentes tienen por esa pesificación.