Pese al deterioro y la desaceleración mundial, Uruguay sigue mostrando un fuerte crecimiento, ha mejorado su situación fiscal y mantiene un elevado optimismo en las expectativas, según coincidieron los economistas Javier de Haedo, Tamara Schandy y Alfonso Capurro, durante el Foro Económico de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE). Sin embargo, advirtieron que los números de crecimiento están fuertemente incididos por un arrastre estadístico, que está costando generar empleo y que en materia fiscal habrá que ver si se opta por la regla fiscal o el “carnaval electoral”.
En el tradicional Foro Económico de ACDE, Javier de Haedo, director del Observatorio de la Coyuntura Económica de la Universidad Católica, se refirió a la desaceleración de la economía global en un contexto de alta inflación generada por una política monetaria ultraexpansiva para atenuar los impactos de la pandemia, la guerra en Ucrania, una “subestimación del problema” y una “reacción tardía de los bancos centrales”, que llevó luego a subir las tasas “más rápido y más brusco” que si se hubiese actuado a tiempo.
A nivel regional, nuestros dos vecinos van a crecer poco y van a estar baratos comparativamente, por lo que “no nos van a empujar”.
Brasil registra un “escaso crecimiento económico estructural”, con una tasa en los últimos 10 años de apenas 0,4% en promedio, mientras que Argentina “es un revival para los que no vivimos los años 50”, ya que aplica “políticas de mediados del siglo pasado, que dan los mismos resultados”, como caída en la producción, pérdida de poder adquisitivo y aumento de la pobreza. Afirmó que, independientemente de quién gane las elecciones, no ve “la luz al final del túnel”.
En cuanto a Uruguay, pese a que este año se va a informar un fuerte crecimiento de entre 5% y 6%, matizó que buena parte corresponde a “arrastre estadístico” y que el crecimiento real será “ligeramente superior al 2%”. Algo similar sucede con el empleo. “Estemos advertidos, no creamos que estamos creciendo al 5-6% ni que estamos creando decenas de miles de puestos de trabajo”, resumió.
De Haedo elogió el manejo fiscal del gobierno y, en particular, la regla fiscal. Sin embargo, evaluó que el problema es que lo normal históricamente es que al final del período de gobierno se registre un deterioro fiscal. “Es la regla de los carnavales electorales”, sostuvo. En tal sentido, la duda es si se cumplirá con la regla fiscal, o si se volverá a cumplir la regla de los carnavales electorales. Afirmó que a la ministra Arbeleche y al presidente Lacalle los ve “convencidos” de aplicar la regla fiscal, pero alertó que “van a sufrir presiones importantes, y para tener atada a toda la coalición, hay que hacer concesiones”.
También valoró que existe un “desbalance entre instrumentos y objetivos”, ya que por un lado se apunta a mejorar el crecimiento económico, el empleo y el salario real, y por otro se busca reducir la inflación. “Es como la frazada corta”, opinó.
Un capital fuerte
A su turno, la socia de la consultora Exante, Tamara Schandy, coincidió en que el país ha mejorado en materia fiscal y en “otras dimensiones”, pero advirtió que hay un contexto internacional que genera incertidumbre.
Evaluó que “el mundo está atravesado por un fenómeno inflacionario que no tiene precedentes”, aunque lo positivo es que las expectativas están ancladas a la baja. No obstante, comentó que existe el riesgo de que “el mercado esté subestimando la persistencia inflacionaria”, lo que podría llevar a que el ajuste monetario requerido para bajar la inflación sea mayor.
También valoró que existe el riesgo de que la economía crezca menos de lo esperado. Recordó que los pronósticos de crecimiento para el año próximo ya son “más bien pobres” y con “una parte importante del mundo atravesando una fase recesiva”.
Uruguay se enfrenta a este escenario con “un capital de expectativas excepcionalmente fuerte”, lo que se condice con la evaluación de riesgo que realizan los mercados.
En cuanto al crecimiento económico, proyectó que este año cerrará con una expansión del PIB de 5,3%, pero –al igual que comentó De Haedo– relativizó que 3,6 puntos corresponden a efecto arrastre. Para 2023 se espera una desaceleración a 2%, del cual 0,8% es arrastre.
Respecto a la inflación, Schandy estimó que cedería en los próximos meses, ya que no se repetirían incrementos de precios de los alimentos, los combustibles y de otros transables, tan marcados como los vistos sobre fines de 2021 e inicios de 2022. Aun así, permanecería por fuera del rango meta. Este descenso de la inflación, consideró, “debería dejar cierto espacio para la recuperación del salario real”.
Por último, comentó que Uruguay mantiene el desafío de incrementar los niveles de inversión y abordar una serie de reformas necesarias para apuntalar su tasa de crecimiento de mediano plazo. Estas pasaron por: la inserción internacional, educación, competencia en sectores no transables, infraestructura, marco de relaciones laborales, calidad del gasto público y seguridad social.
¿Transitorio o permanente?
Alfonso Capurro, socio de CPA Ferrere, al igual que en una presentación realizada la semana pasada (ver CRÓNICAS del 18 de noviembre), explicó que a nivel internacional hay un “triple shock” ocasionado por la guerra en Ucrania, la política de “covid cero” en China y la contracción monetaria en EEUU, que generará una desaceleración en la economía global.
Estimó que si este escenario es transitorio, como el registrado en la crisis de 2008, con el capital de Uruguay en materia de expectativas y sus fundamentos fiscales y externos, no habría que pensar en realizar un ajuste abrupto. Sin embargo, si este escenario es permanente, “será difícil aguantar los equilibrios macroeconómicos con este desajuste de moneda” (ver recuadro). Recordó que ello fue lo que sucedió en 2014 cuando se registró una reversión de los precios internacionales, y que “Uruguay no pudo o no quiso” amortiguarla, lo que generó estancamiento de la economía y pérdida de empleo.
Al respecto, si bien desde CPA Ferrere estiman que “no es un shock corto”, interpretan que “Uruguay tiene fundamentos buenos que permiten tomar algo de tiempo para tomar la corrección óptima”. De todas maneras, y aunque la economía “viene creciendo de forma interesante”, adelantó que a futuro “seguramente vengan números más complicados”.
El desafío de las autoridades será defender el empleo en un contexto de reversión de la inversión, y de dificultades para el turismo y el comercio de frontera.
En materia de inflación, dijo que es “un problema estructural”, y que si bien parte de la desalineación cambiaria se debe a la política monetaria, “no me imagino al BCU quedándose de brazos cruzados con la inflación llegando al 10%”. Sin embargo, reducir la inflación al 7%, 6% o 4,5%, no se puede hacer solo con política monetaria, sino que “se requiere un plan más integral”.
Uruguay “está sumamente caro”
La preocupación en torno a la evolución del tipo de cambio real fue un punto al que los expertos dedicaron varios minutos de sus disertaciones.
Schandy señaló que el dólar en Uruguay ha mostrado bastante volatilidad, y su evolución general es contraria a lo que se ha visto en el resto del mundo, donde tuvo apreciaciones del 20% o 25%.
Desde una mirada de los últimos 50 años, sostuvo que el tipo de cambio real en Uruguay está un 21% por debajo de su promedio histórico, lo que implica que el país “está sumamente caro en términos de dólares”.
A su entender, hasta hace seis meses había motivos para estar lejos de ese promedio histórico por los altos precios de los commodities, pero evaluó que con esos valores “aflojando” debería revertirse esa tendencia, algo que no ha ocurrido.
Capurro coincidió respecto a que el dólar en Uruguay “se desancló”, y que ello podría tener lógica con el shock positivo de los commodities, algo que comenzó a cambiar desde abril. “Desde entonces lo precios se comenzaron a revertir por el aumento de las tasas de interés”, explicó el experto, agregando que “es difícil pensar que haya un cambio estructural en la productividad que justifique esta depreciación del dólar”.
Por su parte, De Haedo comentó que el tipo de cambio real acumula en los primeros 11 meses del año una caída del 20%, lo que calificó como “un daño autoinfligido”. Estimó que dado el shock externo negativo, debería haber una corrección, ya que de lo contrario “vamos a ser procíclicos, se va a enfriar más la economía y va empeorar la relación de precios relativos”. “Me sorprende que no lo vean en el Poder Ejecutivo, porque ni electoralmente le sirve”, sostuvo.