Tras el rebote generado luego de la pandemia, la economía de Uruguay se enfrenta a un cambio de ciclo, al ingresar en una fase de menor crecimiento, según analizó Alfonso Capurro, socio de CPA Ferrere, en un evento organizado por el banco Itaú. La sequía implicará un duro golpe para la actividad este año, pero también a mediano plazo por la pérdida de praderas y las menores tasas de preñez, entre otros factores. No obstante, hay “un par de noticias buenas”, que funcionarán como “amortiguadores” de la caída: precios de los commodities en altos niveles y recuperación del turismo receptivo.
Al evaluar el contexto internacional, Capurro indicó que se está registrando un proceso de desinflación tras los niveles récord de 2022, y que se atraviesa por un fase de “magro crecimiento” tras lo que fue el rebote poscovid.
El experto dedicó varios minutos a la situación de EEUU luego de la quiebra del Silicon Valley Bank (ver nota página 10), explicando que el hecho “agarró a la Fed desprevenida”. Tan solo unos días antes, su presidente, Jerome Powell, lanzaba un mensaje duro para bajar la inflación y desestimando los riesgos de inestabilidad financiera.
La quiebra obligó al gobierno a anunciar el rescate de los depositantes (no a accionistas, ni a inversores) y a ofrecer líneas de financiamiento al sistema financiero para enfrentar los requerimientos de liquidez.
Capurro comentó que “este episodio es un feo recordatorio de los riesgos de inestabilidad financiera que puede significar ajustes abruptos de la tasa de interés” y obligará a la Fed a “ser más cuidadosa”.
Pese a que las expectativas sobre las tasas de interés se redujeron tras la quiebra del Silicon Valley Bank, Capurro interpretó que los tipos se mantendrán elevados por más tiempo, aunque la Fed “se moverá más despacio” con el riesgo de que ello consolide un escenario de estanflación.
Todo lo que sube…
Al igual que lo sucedido a escala global, en Uruguay también “está cambiando el ciclo”, al ingresar en una fase de menor crecimiento tras el rebote por la pandemia. A ello se le suman los efectos nocivos de la sequía, que hará que el país crezca “2% o menos, este año y el próximo”, un nivel cercano a nuestro crecimiento de largo plazo, pero que no deja de ser bajo.
Señaló que estamos frente al déficit hídrico más grave en 30 años y que impactará en la producción agropecuaria, las exportaciones y el PIB. Algunos efectos en la economía se materializarán en parte de 2023 (cosecha, producción de leche, kilos perdidos de ganado), pero también habrá impactos de mediano plazo (praderas perdidas, tasas de preñez, etc.).
No obstante, Capurro señaló que existen “un par de noticias buenas”, que funcionarán como “amortiguadores” de la caída. En primer lugar, aunque están por debajo de los máximos registrados el año pasado, los precios de los commodities se mantienen elevados en términos históricos, y al mismo tiempo mejoran los términos de intercambio para Uruguay. En segundo lugar, evaluó que la recuperación del turismo receptivo es una buena noticia para el PIB y el balance externo. Recordó que el turismo fue uno de los sectores más golpeados por la pandemia y uno de los últimos en recuperarse. No obstante, advirtió que el comercio también enfrenta la competencia del turismo emisivo, sobre todo en las localidades de frontera.
En este escenario, Capurro anunció una “corrección a la baja” en las expectativas de crecimiento para este año y el próximo, esperando ahora un crecimiento de 1,4% en 2023 y de 1,9% en 2024.
La mesa servida
Por último, se refirió a la agenda de política económica del gobierno, asegurando que “tiene muchas cosas sobre la mesa”, algunas de las cuales son muy complejas como la reforma educativa y de la seguridad social.
En cuanto a los objetivos de reducir el déficit fiscal, recuperar el salario real perdido en la pandemia, meter la inflación en el rango meta y mejorar la competitividad, Capurro evaluó que se cumplirán los dos primeros, mientras que los otros dos no se lograrán “por razones de tiempo y de preferencias”.
Respecto al déficit fiscal, destacó que el año pasado se consolidó la reducción del déficit, cumpliéndose los tres pilares de la regla fiscal. Sin embargo, estimó que ahora se viene el año electoral y ese balance fiscal se puede erosionar por la recomposición del salario real que presionará el gasto en remuneraciones y pasividades, la baja en la recaudación que comenzó a evidenciarse al cierre de 2022 y la rebaja tributaria propuesta por el gobierno.
Acerca del dólar, señaló que hay dos cosas que van a cambiar respecto al 2022, cuando se conjugó una política monetaria contractiva, con un fuerte ingreso de dólares por exportaciones e inversiones. “El dólar el año pasado bajó como precio del éxito”, valoró. Sin embargo, este año con el cambio en tendencia de la política monetaria y la desaceleración de la economía, el peso uruguayo se depreciaría en torno a un 5%, un nivel que calificó de “insuficiente para recomponer los problemas de competitividad”.