Los gobiernos de China y Estados Unidos (EEUU) finalmente pusieron su firma a la primera fase de un acuerdo comercial calificado de “histórico” y que permitirá revertir algunos aranceles e impulsará la compra de productos estadounidenses. Sin embargo, se advierte que el tratado no incluye temas sensibles que siguen sin resolverse y mantiene los aranceles del 25% sobre una vasta gama de bienes y componentes industriales chinos.
Un pequeño paso, pero paso al fin. EEUU y China finalmente firmaron esta semana su acuerdo inicial de comercio, el cual revertirá algunos aranceles e impulsará la compra de productos estadounidenses, poniendo así paños fríos a la disputa que mantienen las dos mayores economías del mundo desde hace un año y medio. Sin embargo, el optimismo debe ser mesurado, ya que varios puntos conflictivos entre ambas naciones aún siguen sin resolverse.
Los gobiernos de China y EEUU promocionaron este tratado de “Fase 1” como un paso adelante tras meses de conversaciones intermitentes y los inversores recibieron la noticia con alivio.
“Nuestras negociaciones han sido duras y honestas» señaló el presidente estadounidense, Donald Trump, durante la rúbrica del acuerdo, al cual calificó de “histórico”. Acompañado por el vicepresidente, Mike Pence, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el representante comercial, Robert Lighthizer (quien jugó un papel clave en las negociaciones), el jerarca firmó un plan que compromete al gigante asiático a comprar US$ 200.000 millones adicionales en productos estadounidenses en los próximos dos años.
Desconfío
Pero más allá del optimismo por este “paso”, también existe escepticismo respecto al futuro de la relación comercial entre ambas potencias.
De acuerdo a lo informado por la agencia de noticias Reuters, el acuerdo no aborda los problemas económicos estructurales que llevaron al conflicto comercial, no elimina completamente los aranceles que desaceleraron a la economía mundial y establece objetivos de compras difíciles de alcanzar.
Aunque reconoció la necesidad de nuevas negociaciones con China para resolver una serie de otros problemas, Trump resaltó el pacto como una victoria para la economía estadounidense y las políticas comerciales de su gobierno. “Juntos estamos corrigiendo los errores del pasado y brindando un futuro de justicia económica y seguridad para los trabajadores, agricultores y familias estadounidenses”, afirmó.
Por su parte, el viceprimer ministro chino, Liu He, leyó una carta del presidente Xi Jinping, en la que el líder elogió el tratado como una señal de que los dos países podrían resolver sus diferencias con el diálogo.
El centro del acuerdo es una promesa de China de comprar productos agrícolas y otros bienes y servicios estadounidenses al menos por un adicional de US$ 200.000 millones en dos años, sobre una base de US$ 186.000 millones en adquisiciones en 2017, señalaron desde el gobierno estadounidense. Este compromiso incluye US$ 54.000 millones en compras adicionales de energía, US$ 78.000 millones en adquisiciones adicionales de manufacturas, US$ 32.000 millones en más productos agrícolas y US$ 38.000 millones en servicios, de acuerdo al documento del pacto divulgado por la Casa Blanca. Sin embargo, los detalles específicos de cada categoría no se darán a conocer y permanecerán blindados en un anexo privado.
Liu afirmó que las empresas de su país comprarían US$ 40.000 millones en productos agrícolas estadounidenses anualmente en los próximos dos años “en base a las condiciones del mercado”. Pekín había renunciado a un compromiso de adquirir cantidades fijas de bienes y firmó nuevos contratos de soja con Brasil desde que comenzó la disputa comercial.
Sin grandes cambios
El acuerdo comercial no elimina los aranceles de represalia sobre las exportaciones agrícolas estadounidenses, hace que los agricultores “dependan cada vez más” de compras controladas por el Estado chino y no aborda “grandes cambios estructurales”, señaló en un comunicado Michelle Erickson-Jones, una productora de trigo y portavoz de Farmers for Free Trade.
Pese a que el pacto podría ser un impulso para los agricultores, fabricantes de autos y de maquinaria pesada de Estados Unidos, algunos analistas ponen en duda la capacidad de China de redireccionar importaciones desde otros socios comerciales hacia Estados Unidos.
Trump, quien adoptó la política “America First” (América Primero) que apunta a reequilibrar el comercio global en favor de las compañías y trabajadores de su país, afirmó que China prometió acciones para enfrentar el problema de la piratería y falsificación de bienes, y que la Fase 1 incluye una fuerte protección de los derechos de propiedad intelectual.
Más temprano, el asesor económico de la Casa Blanca, Larry Kudlow, dijo a Fox News que el acuerdo sumaría 0,5 puntos porcentuales al PIB estadounidense en 2020 y 2021.
La Fase 1, acordada en diciembre y ahora firmada, canceló los planeados aranceles de Washington sobre teléfonos celulares, juguetes y computadores portátiles chinos y redujo a la mitad la tasa sobre otros bienes del gigante asiático valorados en unos US$ 120.000 millones, que incluyen televisores de pantalla plana, auriculares Bluetooth y calzado. Sin embargo, mantendrá el 25% de gravámenes sobre una vasta gama de bienes y componentes industriales chinos por valor de US$ 250.000 millones de dólares utilizados por los fabricantes estadounidenses y también los aranceles de represalia de Pekín sobre bienes de su contraparte valorados en más de US$ 100.000 millones.
Cabe también subrayar que, más allá de las negociaciones comerciales, ambos países mantienen conversaciones relacionadas con temas de seguridad nacional, donde la atención se dirige al gigante de telecomunicaciones chino, Huawei. El secretario del Tesoro dijo durante una entrevista con la CNBC que las negociaciones sobre los problemas relacionados con la compañía están «en curso», enfatizando que Huawei no será utilizada como una «pieza de ajedrez» en el acuerdo comercial.
Fed ve encaminada la economía, pero Trump volvió a quejarse del Banco Central
El mismo día que se firmaba el acuerdo comercial con China, los banqueros centrales de Estados Unidos expresaron su confianza en que el costo del endeudamiento está en el nivel correcto para apoyar el crecimiento y acelerar la inflación a niveles más saludables, a pesar de la persistente incertidumbre de las empresas sobre la política comercial.
Sin embargo, Trump reiteró sus cuestionamientos a la Reserva Federal (Fed) e insinuó que un nuevo presidente de la Fed podría solucionar los problemas.
“Podría haberte usado un poco aquí”, dijo Trump al exgobernador de la Fed, Kevin Warsh, durante la firma del acuerdo con China. Warsh buscó llegar a la Presidencia de la Fed en el primer año de mandato de Trump, quien finalmente optó por Jerome Powell, una decisión de la cual se arrepiente. “¿Por qué no fuiste más enérgico cuando querías ese puesto?… Hubiera sido muy feliz contigo. Pero Kevin, gracias por estar aquí”, agregó Trump.
A partir de ahí, el líder republicano ha lanzado una queja recurrente contra el manejo de la Fed que lleva a cabo Powell. “Somos la (economía) número uno en el mundo por lejos, y tenemos que pagar por nuestro dinero”, dijo Trump. “Nuestras tasas de interés están altas por decisión de la Fed. Nuestro dólar está muy alto”.
Sin embargo, en la Fed ven las cosas de otro modo.
El año pasado, con Trump librando una guerra comercial con China y otros países, y una Europa en desaceleración, la Fed redujo las tasas tres veces a un rango objetivo de 1,5% a 1,75%, un nivel que espera mantener por un tiempo.
Las tasas están actualmente en un “buen lugar”, a menos que haya un cambio sustancial en la inflación, dijo el presidente de la Fed de Filadelfia, Patrick Harker, que agregó que unas tasas bajas pueden alentar riesgos excesivos.
El período de Powell como presidente de la Fed se extiende hasta 2022, un mandato que espera completar a pesar de las fuertes críticas de Trump. Los estadounidenses elegirán a su próximo presidente en noviembre y si Trump es reelecto ha dejado claro que reemplazará a Powell.