En diálogo con CRÓNICAS, el economista dio su visión sobre la región y los desafíos que tiene por delante en materia económica, aunque siempre el factor político está subyacente. Al referirse a Uruguay, expresó que si bien el país tiene retos en política monetaria, “le está yendo bien” y está debatiendo los temas y las reformas que son esenciales de cara al futuro.
Por Oscar Cestau | @OCestau
Mirando al plano internacional, ¿qué puede esperarse de la inflación en Estados Unidos y Europa, además de las tasas de interés de la Reserva Federal (Fed) y del Banco Central Europeo (BCE)?
Este momento de la economía del mundo ha sido muy retador para los bancos centrales, porque un banquero central, normalmente, se siente más cómodo lidiando con un aumento de la inflación que viene por demanda más que con aquella inflación que viene por un shock de oferta. Porque un banco central no puede lidiar con shock oferta; puede moderar la demanda, si eso ha sido el origen de la inflación, pero cuando es un shock de oferta no puede hacer mucho. En realidad, no puede hacer mucho y puede hacer mucho… No puede hacer mucho en el sentido que no puede combatir ese shock de oferta, tiene que esperar a que se reabsorba, a que disminuya. Y puede hacer mucho en el sentido de que ese shock de oferta sobre los precios no se traslade a las dinámicas de generación de salarios, expectativas y demás; esa es la parte que puede controlar. Pero no puede ir al origen, entonces eso, normalmente, pone muy incómodo a los banqueros centrales. Y es lo que nos ha pasado. Durante años, varios shocks de oferta han empujado esas tasas de inflación. La primera, el covid, que genera cuellos de botella, problemas en las cadenas globales de suministros, y eso hace que aumenten precios de algunos bienes. Después, la guerra en Ucrania, y eso genera shocks de oferta que afectan a otros tipos de productos, que también contribuye al aumento de la inflación.
¿Lo peor ya pasó?
Ha habido alguna buena noticia en el sentido de que en Estados Unidos y Europa la inflación y el índice general de precios ya empezaron a pasar «el pico de la montaña». Donde no lo hemos visto pasar todavía es en la inflación subyacente, o sea, cuando quitas los elementos más volátiles de ese índice de precios todavía no hemos visto ese pico, y por lo tanto los bancos centrales todavía nos avisan que tienen trabajo por hacer.
Yo creo que ha pasado una cosa muy interesante en los últimos dos o tres meses, donde muchos analistas en la industria paradójicamente se mostraban más optimistas que los propios banqueros centrales de Estados Unidos o de Europa sobre cuándo iban a parar de subir y cuándo empezarían a bajar las tasas de interés. Pero poco a poco se han convencido de que los banqueros centrales, la Fed y Europa van en serio y prefieren errar por el lado de ser más cautelosos en el momento de decidir cuáles son las tasas de interés que tienen que colocar para para vencer la inflación.
Nosotros ahora mismo estamos en pleno debate de cómo vemos esas tasas terminales. Hasta ahora nosotros teníamos una Fed que pensábamos que llegaría hasta un 5.25% en términos de tasas de interés, pero lo que estamos debatiendo ahora es ir hacia más. Tenemos un sesgo al alza sobre ese 5.25 como tasa terminal, aunque dependerá de cómo se analicen los últimos datos de empleo y el nuevo dato de inflación. El dato de empleo que ha salido recientemente ha tenido un poquito de señales mixtas en el sentido de que se ha creado más empleo del que se anticipaba y, por lo tanto, esa sería una señal de que todavía hay presiones de demanda. Pero, al mismo tiempo, también ha aumentado la participación laboral, lo cual te dice que también hay más ofertas de empleo. Más o menos ha salido un poco compensado por un lado y por el otro.
Lo que no creemos es que la Fed empiece a bajar tasas antes de inicios del 2024. Entonces será 5.50 o 5.75% durante por lo menos todo lo que resta del 2023 y probablemente una parte del principio del 2024. Esa es más o menos la visión que tenemos ahora mismo. Por el lado del BCE, lo que teníamos era una tasa terminal de 4%, pero también estamos debatiendo un sesgo al alza sobre esa tasa terminal; no lo hemos concluido todavía, pero pensamos que entre 4.25 y 4.50% como tasa terminal (N. de R. El BCE decidió ayer jueves aumentar de nuevo sus principales tipos de interés en 0,50 puntos porcentuales).
América Latina viene de atravesar años convulsionados a nivel político y social. ¿Cómo ha repercutido eso en la economía del continente?
América Latina es muy heterogénea, por eso es importante hablar con sus propias idiosincrasias.
Digamos que con un entorno en el cual tienes mucho ruido político o muchas manifestaciones de descontento popular, eso lo primero que afecta es la confianza de familias y de empresas. La confianza de las familias se traslada, sobre todo, en términos de consumo, el más duradero. En el caso de las empresas, que yo creo que es lo más dañino probablemente en términos de la perspectiva de crecimiento, empieza a afectar cuáles son las perspectivas de inversión hacia adelante. No la inversión de gastos operativos, pero sí la inversión de gastos de capital, para expansión o nuevas inversiones. Siempre es muy difícil medir cuál hubiera sido el contrafactual, cuáles hubieran sido esas tasas de inversión o ese crecimiento si no hubieras tenido esos niveles de tensión y riesgo político, pero sí estoy convencido de que eso ha representado un lastre para América Latina. Y lo continúa siendo en aquellos países donde aún tienes ruido político, incertidumbre sobre cuál va a ser la continuación de ese proceso o sobre la resolución de procesos que están en marcha.
¿Cuáles son hoy, en materia económica, los principales riesgos para la región?
Diría que hay unos cuantos retos, tanto por el lado externo como interno. Por el lado externo, creo que el riesgo principal es cómo se termina de trasladar esa inflación global y ese endurecimiento de los tipos de interés en los bancos centrales de los países desarrollados sobre las condiciones financieras internacionales para la región. Una situación en la cual las tasas de inflación no empiezan a disminuir, como lo estamos anticipando, y por lo tanto bancos centrales -la Fed o el BCE- tienen que ser más restrictivos de lo que estamos anticipando, y que eso termine trasladando condiciones financieras mucho más difíciles, a la región complicaría mucho. Y no solo eso, sino que también se sumaría un crecimiento mundial menor del que ya estamos anticipando.
Por el lado interno, diría que hay dos elementos en el corto plazo.
Uno es que tenemos también un problema de inflación dentro de los países de la región. Por ahora, desde el punto de vista monetario, creo que se está respondiendo bien y valientemente, en el sentido de que la región por primera vez inició el ciclo de subidas de tipos de interés antes que la Reserva Federal, y lo hizo más rápido que en ocasiones anteriores. Eso, desde luego, no es fácil para un banquero central porque implica sacrificios, pero se hizo. La buena noticia ahí es que se mantuvo la credibilidad de los esquemas de inflación por objetivos en los países que los tienen y también la credibilidad de los bancos centrales.
El combate a la inflación es, principalmente, una tarea del banco central, pero si desde el punto de vista fiscal hay una cierta cooperación, la tarea se hace un poquito más llevadera. Y eso significa unos marcos de política fiscal que ahora están un poco en modo de consolidación para ayudar a contener estas presiones de demanda. Afortunadamente eso lo estamos viendo en la mayor parte de países, pero siempre existe la tentación de desviarse un poco de esa disciplina fiscal. Eso sería un riesgo no solo por el estado de las cuentas públicas, sino también por el impacto que podría tener sobre la inflación.
El otro reto interno es el manejo de esas tensiones sociales y expectativas frustradas de las que hablábamos, tras siete u ocho años de caída de la renta per cápita.
Para el largo plazo, está el gran reto de relanzar el crecimiento. Cuando uno se fija en la evolución del PIB per cápita en América Latina, llegamos a un pico en el 2014, 2015, y a partir de ahí tuvimos cuatro shocks. Primero, pararon de crecer los precios de las materias primas; en el 2019 vino el covid, lo que afectó particularmente a esta zona; el año pasado tuvimos la invasión de Ucrania y el impacto sobre los precios de los alimentos y sobre los fertilizantes; y ahora tenemos el endurecimiento de las condiciones financieras internacionales.
Si observamos las previsiones de crecimiento hacia adelante, se ve que esos niveles de PIB cápita del 2014, 2015 no se recuperan hasta el 2026 o 2027. Entonces, son 12 años con un bache muy importante en la renta promedio de la región, aunque esto no afecta a todos por igual. Otros indicadores sociales, como porcentaje de pobreza y desigualdad, han sufrido retrocesos probablemente de 10 o 12 años, en un proceso que iba bien hasta que llegaron estos shocks.
¿Sigue siendo la región un lugar atractivo para hacer negocios o esa inestabilidad complejiza el escenario?
Yo creo que América Latina tiene fortalezas claras. En términos generales creo que la región tiene todavía un porcentaje significativo de clases medias y una población joven -la demografía ayuda en algunos segmentos de negocio-, y tiene, además, mucho potencial en términos de inversión directa extranjera que quiera aprovechar los recursos naturales que existen. Somos un mercado suficientemente grande, pero hay tareas por hacer en términos de integrarnos lo suficiente como para que ese mercado conjunto se pueda aprovechar. Dicho eso, la incertidumbre generada por el ruido político, por cambios de perspectiva de gobierno hace más difícil atraer esa inversión. Pero sí existen oportunidades.
Y yo creo que las inversiones que se deciden a venir lo hacen porque tienen una tasa de retorno suficientemente alta para compensar ese riesgo. Si ese riesgo fuera más bajo tendríamos muchísimas más inversiones, que serían rentables a una tasa de rendimiento normal pero que no llegan a compensar esa prima de riesgo por la inestabilidad macroeconómica, política o social.
¿Cómo evalúa la situación de Brasil con una nueva administración de gobierno? ¿Lula Da Silva es mejor visto desde Europa por su política ambiental o su perfil de izquierda lo condiciona ante los sectores empresariales?
Yo creo que la inversión llega a América Latina con gobiernos de izquierda y con gobiernos de derecha porque las oportunidades están. Habría que definir qué cosa es un gobierno de izquierda. ¿Un gobierno de izquierda es alguien que se preocupa más por las condiciones sociales? Si eso es así, no necesariamente estoy de acuerdo con esa definición, porque hay gobiernos de derecha que se preocupan por las condiciones sociales. Pero si a lo que nos referimos es que prestan un poquito más de atención a las condiciones sociales eso no es malo para la inversión porque puede estar generando, precisamente, la estabilidad que estábamos comentando antes. Entonces, creo que ha habido un elemento positivo, que efectivamente usted mencionó antes, y que se ve desde Europa, que es el tema ambiental. Europa está muy preocupada con la sostenibilidad ambiental, y pienso que las credenciales de Brasil han mejorado en ese aspecto, con el nuevo gobierno, lo que representa un paso adelante. Brasil tiene muchos retos… Tiene, por supuesto, un reto social, pero también tiene un reto fiscal, y a veces se encuentran uno contra otro. Van pocos meses todavía del gobierno de Lula, pero no diría que por su tendencia política eso le genera un estigma a priori. Habrá que ver las políticas concretas, pero también hay que tener en cuenta que este es un gobierno donde Lula, si bien viene de un partido de centroizquierda, conforma un gobierno de coalición, con un espectro mucho más amplio que el que había en su primer gobierno. Por citar un ejemplo, el ministro de Finanzas es alguien que está reconocido como una persona que es fiscalmente responsable, ortodoxo en lo fiscal, ortodoxo en políticas económicas. Es una persona del gobierno, pero es alguien importante dentro del gabinete. En mi opinión, creo que hay que darle un poquito de tiempo a Brasil para que muestre realmente las cartas.
¿La economía argentina tiene una solución a sus problemas macroeconómicos?
Argentina tiene retos importantes hacia adelante. Tiene un desbalance monetario, también un desbalance externo, con una situación en la cual el nivel de reservas es bastante limitado, a lo que se suma el shock que ha representado este año lo que será la pérdida de una parte importante de la cosecha, que también influirá sobre sobre ese nivel de reservas al que pueda llegar a final de año. Entonces es una situación retadora en lo macroeconómico, y creo que queda claro que quien sea que llegue al gobierno después de las elecciones de final de año tiene que atajar sin mucha dilación; porque no parece ser sostenible más allá de la siguiente administración que llegue.
Con todo este panorama que hablamos hasta ahora, ¿es más difícil pronosticar el futuro en materia económica de América Latina?
Creo que siempre es difícil acertar. Hay una parte donde sí le concedo que es más difícil pronosticar en el sentido que se meten variables que los economistas no estamos acostumbrados a predecir, que es toda la parte política. Entonces, efectivamente, por ese lado sí es más difícil porque en América Latina cada vez más la economía depende de los resultados políticos. Siempre hablamos de América Latina como una región de oportunidades, pero a veces quedamos entrampados porque estamos debatiendo demasiado el ruido político, porque tenemos mucha incertidumbre y porque no implementamos las reformas. Tenemos una región que está creciendo al 2% de potencial y debería estar haciéndolo al 3,5 o 4% probablemente si liberáramos todas esas fuerzas que existen.
América Latina necesita una segunda generación de reformas, como las que hizo en la mayor parte de países durante la década de los 90. En la década de los 90 hicimos reformas por el lado macro, le dimos independencia al banco central, le dimos un poquito más de prudencia a la política fiscal e implementamos tipos de cambio flexibles para amortiguar los shocks externos. Lo que necesitamos es seguir avanzando en eso, y ahora ya no son las reformas macro, sino las reformas más micro. Queremos tener más inversión en educación, en salud, queremos tener mercados de bienes y servicios que sean más competitivos, queremos tener mercados laborales que sean un poquito más flexibles para para poder soltar ese crecimiento de la productividad, que es lo que se necesita. Entonces, cuando uno pronostica y se da cuenta que no se están soltando esas fuerzas, queda un poquito con un mal sabor de boca, porque no nos tenemos que conformar con crecer al 2% en la región, tenemos que crecer más.
¿Cómo ve a Uruguay inserto en esta región de la que hablamos hasta ahora?
A Uruguay lo veo bien cuando uno mira a la región en su totalidad. Todos los países tienen cosas por hacer, todos tienen debates importantes que llevar a cabo, todos tienen retos, las políticas no son perfectas. Cuando uno mira la región y se fija en Brasil, con grandes retos fiscales y sociales, y se fija en Argentina, con mucha incertidumbre, con unos desequilibrios que hay que atajar, o se fija en otros países un poquito más lejos, con tensiones sociales, con debates muy importantes sobre el modelo económico que quieren tener o no, y corre la vista y mira a Uruguay, en ese contexto regional que hablamos, encuentra un cierto cierto remanso de calma. Por supuesto que hay cosas que debatir y hay reformas que el gobierno está impulsando, y hay retos en política monetaria, porque la inflación está por encima del rango meta, o podemos debatir si el tipo de cambio está demasiado sobrevalorado o no. Pero cuando uno lo mira en su conjunto, yo diría que Uruguay tiene los debates que tiene que tener, y es una economía que le está yendo bien. Obviamente que si tú dices «Uruguay tiene en este momento un potencial de crecimiento del 2%», se podría debatir para ver si podríamos aumentarlo. Yo creo que no deberíamos conformarnos con ese 2%, pero ese debate se está produciendo… Se está produciendo el debate de la reforma previsional, de una reforma fiscal, de la educación.
Lo que veo es que los debates son los adecuados ahora mismo en Uruguay, y esas son buenas noticias.
¿Cómo ve a este Uruguay insertado en el Mercosur, intentando abrir mercados por fuera del bloque?
Yo creo que Uruguay no se va a salir del Mercosur, no debería hacerlo, pero considero que sí tiene razón en buscar abrirse más al exterior. Ahora, en qué medida el Mercosur se lo permite o no, o en las condiciones en las que es miembro del bloque, es un debate que tiene que tener.
¿Qué tan cerca estamos de un acuerdo Mercosur – Unión Europea?
No sé qué decir. El problema ahí es que son tantos los países que intervienen, y en Europa tiene que haber unanimidad de los 27 países para aceptar esa firma del acuerdo con el Mercosur. Hay algunos países claves que en este momento no tienen las condiciones políticas para ceder. Y por el lado de Mercosur, sin duda, también hay algunas condicionantes en algunos países para que se avance. Se tienen que alinear un poco los astros. Yo creo que todavía estamos un poquito lejos, que va a haber que trabajar bastante para avanzar en eso.