CRÓNICAS se comunicó con Marcos Soto, contador y decano de la UCU Business School, y con Ramón Pampín, manager en PwC Uruguay y especialista en macroeconomía aplicada. Los especialistas vinculan la problemática del alto desempleo juvenil con la baja creación de puestos de trabajo y la permanencia longeva de trabajadores en sus empleos, pero también identifican que es un “problema estructural” en la economía uruguaya relacionado en gran medida con la educación y los egresos.
En la pasada edición de CRÓNICAS, el candidato a la Presidencia por el Partido Independiente, Pablo Mieres, se refirió a la problemática en un evento que organizó la Asociación de Dirigentes de Marketing del Uruguay (ADM) y la vinculó con el sistema educativo. El exministro de Trabajo y Seguridad Social dijo que la educación “es clave para disminuir las altas tasas de desempleo joven” y llamó a “hacer énfasis en que los jóvenes culminen la enseñanza media”, refiriéndose a un problema que pasó a ocupar un puesto de importancia en los discursos y debates de la campaña electoral.
Al margen de la interpretación del político, la problemática existe, complica a los jóvenes uruguayos y es fácilmente comprobable a través de las cifras: según el último Informe diferencial de mercado de trabajo del Instituto Nacional de Estadística (INE) -que se publicó en junio-, el grupo de edad de 14 a 24 registra una tasa de desempleo de 26,9, la más elevada en comparación al resto de los grupos etarios.
El segundo grupo con mayor desempleo es el de personas de entre 25 y 29 años, con una tasa de desempleados de 10,4 y niveles tanto de actividad como de empleo muy superiores, de 87,5 y 78,4 respectivamente. Por otro lado, el resto de los grupos no alcanzan las dos cifras en sus respectivas tasas.
En relación al desempleo por niveles educativos, el INE consignó que aquellos trabajadores con ciclo básico incompleto o menos tienen una tasa de desempleo del 9,5 y con ciclo básico completo o educación media superior incompleta del 10,1, siendo estos los grupos con mayores dificultades en el acceso al mercado laboral. Los trabajadores con secundaria completa o terciaria incompleta cuentan con un desempleo del 8,2, mientras que aquellos con terciario completo o posgrado están prácticamente en una situación de pleno empleo, con apenas 2,4 de desempleo.
Según Marcos Soto, efectivamente “hay un problema y es importante identificarlo”. Sin embargo, apunta a que esta problemática habla de varias cosas: por un lado, “cuando se dan problemas en la inserción de jóvenes, de algún modo nos habla de que la economía está creando pocos empleos” o que está fallando la “renovación de la fuerza laboral”, es decir, que trabajadores mayores permanecen demasiado tiempo en sus puestos laborales y se dificulta “la integración orgánica de los jóvenes” que en un escenario ideal se daría para ocupar esos lugares.
Por otro lado, también puede ocurrir que efectivamente la economía “cree empleos” pero que “la demanda no coincida con la oferta”, y se busquen ciertas características que “no están presentes en los candidatos de la mano de obra”. Este es uno de los puntos que consignó un informe del Monitor Laboral del Centro de Estudios para el Desarrollo en su “Radiografía del mercado juvenil”: las “gaps o mismatches” entre “habilidades técnicas, cognitivas o blandas desarrolladas por los jóvenes y aquellas que son requeridas por los empleadores”.
En el informe también aparecen otros motivos, como el hecho de que los jóvenes tengan “mala o poca información respecto a cómo funciona el mercado laboral o cómo conseguir acceder a las ofertas”, la “baja o nula experiencia laboral previa”, la “falta de acceso al crédito o al capital” cuando hablamos de emprendimientos propios, las regulaciones que “protegen” contra el despido y hacen que las empresas sean más propensas a mantener trabajadores que a contratar nuevos y, por último, las “normas sociales asociadas a roles de género” que imponen restricciones en el acceso a ciertos empleos.
El desempleo juvenil es una preocupación que “implica una baja rotación en la fuerza laboral por la alta permanencia de adultos, una lenta capacidad de que la economía cree empleos, y aun cuando los crea tenemos una fuerza laboral que no cruza demanda con oferta, ya que se solicitan candidatos de alta calificación y no se encuentran” porque en jóvenes con menor instrucción “hay una franja media de empleos básicos que la economía ya cubrió”, resumió Soto.
Visiones a futuro de una “cuestión estructural”
Para Ramón Pampín, el problema es estructural: “Es un factor característico que hace a la estructura de la economía uruguaya”, y en ese sentido es que “requiere políticas para facilitar el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo” cuando el mercado no parece poder resolverlo por sí solo.
Sin embargo, al margen de las políticas y los programas, el especialista coincidió con el rol central de la formación y planteó que “el mejor programa es poder lograr que los adolescentes y los jóvenes finalicen su ciclo básico, su curso de UTU o su nivel secundario y que puedan salir con esas herramientas al mercado de trabajo”.
Respecto a las perspectivas a futuro, Pampín dijo que “será tan positivo en la medida en que tengamos la esperanza de mejorar los egresos y la capacidad de tener gurises con mayores destrezas para encarar el mercado de trabajo, egresados de ciclo básico, de tecnicaturas y demás; y tan negativos como convencidos estemos de que todo va a seguir igual”, finalizó.