En una decisión que no sorprendió a nadie, la Reserva Federal (Fed) estadounidense elevó su tasa de interés de referencia en un cuarto de punto porcentual, para llevarla a un rango de entre 0,75% y 1%, según anunció el organismo el pasado miércoles. Se trata del tercer aumento que realiza el Banco Central, luego del estallido de la crisis financiera de 2008 que llevó la tasa a un nivel del 0%, es decir, a no generar intereses por los depósitos de los bancos en dólares. El primer aumento había sido en diciembre de 2015 y el segundo fue realizado doce meses después.
La solidez del mercado laboral, las perspectivas de crecimiento de la mayor economía mundial y comentarios realizados por altos funcionarios de la Fed –entre ellos su presidenta Janet Yellen- hacían prever que el Banco Central concretaría un incremento de los tipos.
La suba de las tasas constituye una señal de que la Fed confía en que continuará creciendo la economía estadounidense, pese al retiro paulatino de los estímulos financieros.
La lógica detrás del manejo de la tasa de interés, consiste en que si uno baja la tasa, los bancos y otros inversores ven poco rentable mantener su dinero inmovilizado, por lo que optan por volcarlo al mercado en forma de créditos dinamizando la economía. Por el contrario, al aumentarla, se estimula el ahorro, lo que se utiliza por ejemplo para frenar el dinamismo de una economía sobrecalentada, que genera fuertes presiones inflacionarias.
«El mensaje sencillo es que la economía está bien», dijo Yellen en una conferencia de prensa luego de anunciar el aumento de tasas. «Tenemos confianza en la robustez de la economía y su resistencia a los impactos».
Tan es así, que para este año se siguen proyectando nuevos aumentos de la tasa de interés, aunque ellos se concretarían de forma paulatina y dependiendo de la evolución de la actividad económica estadounidense, que aún enfrenta varias interrogantes respecto a la conducción que le dará el polémico presidente Donald Trump.
El aumento de las tasas es una señal de que la economía de los Estados Unidos ya no necesita tanto la ayuda de la Fed y los consumidores y las empresas pueden permitirse pagar más para solicitar créditos. La demanda de empleados por parte de las empresas ha crecido de forma consecutiva por casi seis años y medio y la tasa de desempleo cayó a 4,7%, luego de alcanzar un histórico 10% en el peor momento de la crisis.
Yellen dijo que «fue presentada» al presidente Trump en una reunión breve recientemente. Señaló que la última decisión de la Fed no influyó en ninguna de las expectativas de crecimiento derivadas de las promesas de política del presidente sobre impuestos, desregulación y comercio. Precisamente el desempeño de esas políticas sigue siendo una incertidumbre importante para la Fed. Mientras que los expertos advierten que las políticas no tendrán efecto hasta 2018, la Fed debe prestar atención a cómo funcionan los mercados financieros en respuesta a las noticias sobre las políticas.
Pero la Fed enfrenta otra gran incertidumbre este año: su propio liderazgo. Tres de sus gobernaciones estarán vacantes en abril y el mandato de Yellen como presidenta de la Fed terminará en enero de 2018. Trump tendrá la oportunidad de nombrar nuevos funcionarios en todos esos puestos y cabe recordar que fue muy crítico con Yellen durante su campaña.
Sin embargo, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, nombrado por Trump, ha hablado amablemente de Yellen y de la Fed desde que asumió el cargo. Yellen también señaló que se reunió con Mnuchin un par de veces y espera una «relación fuerte» con él.