En diálogo con CRÓNICAS, diversos economistas se refirieron al impacto que la pandemia del Covid-19 está teniendo y tendrá en la economía uruguaya. Áreas como servicios, comercio, exportaciones, turismo, empleo y más se verán directamente afectadas, con caídas más o menos profundas en cada uno de estos sectores. En este marco, tanto Agustín Iturralde -director ejecutivo del CED-, como Pablo Moya -economista de Oikos-, proyectaron que el primer semestre del año se perfila con caída de la actividad.
Por Ignacio Palumbo | @ignacio_palumbo
El Covid-19, o coronavirus, llegó oficialmente a Uruguay el pasado viernes 13, con cuatro casos confirmados. En los siguientes días el número fue aumentando –al cierre de esta edición eran 79- y así continuará la tendencia en los próximos días, semanas, quizás meses.
La tensión social ha sido clara. El Gobierno ha promovido una serie de medidas buscando contener la propagación del virus y conservar la salud de la población. Sin embargo, la cuarentena o aislación social, como el cierre de comercios, shopping e incluso la frontera con Argentina, así como otra cantidad de factores, representan un palo en la rueda a la economía del país.
Ante ese contexto, CRÓNICAS consultó a diversos expertos, quienes dieron su parecer respecto a los impactos de esta nueva y palpable coyuntura para la economía del país, tratando –en la medida de lo posible- de aventurar qué puede ocurrir en los próximos meses.
Todos al rebote
El consenso entre los economistas es certero: el coronavirus da un azote a la economía uruguaya y presenta un escenario negativo sobre el país.
La cuestión, sin embargo, parece ser en qué medida. Tanto Agustín Iturralde, director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED); como las economistas Erika Chabén y Ana Vignolo, del Centro de Economía Grant Thornton de la Universidad de Montevideo (UM), se cuestionaron hasta qué punto llegarán los impactos causados por el virus y, por consiguiente, qué tan malo será para la economía.
“Todavía no se pueden llegar a medir las dimensiones de estos efectos”, declararon las economistas, pero las consecuencias ya se están sintiendo, y en distintos rubros.
Las exportaciones ya se vieron afectadas, acotaron los expertos: las ventas hacia China bajaron cerca de un 15% en enero de 2020 con respecto a enero de 2019, aunque “ya hay señales de recuperación” en ese mercado, señalaron Chabén y Vignolo.
También se ve afligido el tipo de cambio; el alza “impresionante” del dólar va a tener (Ver nota página 17) un impacto directo sobre el nivel general de precios de la economía, argumentó Pablo Moya, economista de la consultora Oikos.
A esto se le suma todo lo relacionado al aislamiento social -o, en el peor de los casos, la cuarentena-. Los servicios, el comercio y el turismo se verán gravemente afectados, concordaron los expertos. Esto, además, repercute en el mercado laboral: cierre de empresas, trabajadores enviados al seguro de paro, y un esperable aumento del desempleo.
La frutilla de la torta es que no hay un punto claro para el fin de esta situación. Las economistas del Grant Thornton señalaron que, dado que se trata de una crisis a escala global, “resulta imposible determinar supuestos que nos permitan realizar proyecciones confiables de las principales variables macroeconómicas”.
En tanto, Moya proyectó que las consecuencias tendrán un impacto “mucho más extendido” que la crisis mundial del 2008, que tuvo su origen en el sistema financiero y no en la economía real, según expresó el economista. Por eso, “el primer semestre de la economía debería caer”, analizó.
En esta línea, Iturralde consideró a este escenario como uno más optimista, donde “va a ser un tema del segundo trimestre” y el rebote se daría en la segunda mitad del año. En ese sentido, instó a buscar la forma para que las consecuencias negativas “sean lo más momentáneas posible y no permanentes”.
Vacuna económica
Ahora, ¿qué se puede esperar del Gobierno para minimizar lo más posible los daños a la economía?
Para Iturralde, Uruguay se ve condicionado por el déficit fiscal del 5% sobre el PIB. Esto le pone un desafío “muy grande” entre cómo atender las necesidades sociales y no descuidar la consolidación fiscal -que no va a poder ser de corto plazo como quería el Gobierno-, pero que tendrá que ser de mediano plazo.
Por otro lado, las economistas señalaron que Uruguay no la tiene tan fácil como otros países, con un margen de maniobra mayor. “Parece difícil que el Gobierno pueda emplear más personas o incrementar sus inversiones”, aseveraron. También hicieron hincapié en esforzarse en “no dejar que se deterioren variables macroeconómicas como la inflación”. Por eso, analizaron que, a pesar de que en los próximos dos meses seguramente se dispare a dos dígitos, se debería buscar su retorno rápido a uno. “Probablemente las autoridades no llevarán a cabo una política monetaria expansiva: no dejarán que caigan demasiado las tasas de interés (como consecuencia de un aumento en la emisión) e intentarán que no se dispare el dólar”, expresaron.
El economista de Oikos enfatizó en que, luego de resolver la emergencia sanitaria y los problemas relacionados, se avecina el problema del empleo. Las empresas, cuando reduzcan su nivel de actividad -comentó-, en algunos casos no podrán afrontar a sus obligaciones, tanto con sus proveedores como con el Estado. Estos días de desempleo los terminará pagando el Banco de Previsión Social (BPS), por lo que significa un incremento en sus egresos; pero, a su vez, también se reducirán los ingresos del organismo, a raíz de que las empresas no podrán aportar lo suficiente al ente. Por ello, cómo el gobierno encara este problema “es parte de detener la caída y ver cómo estimula para el segundo semestre”.
El panorama internacional
Iturralde, Chabén y Vignolo comentaron que el escenario internacional se muestra con grandes incertidumbres, lo que además, genera volatilidad e imprevisibilidad en los mercados.
Sin embargo, Moya e Iturralde observaron otro aspecto en particular: las falencias de la economía internacional que el Covid-19 puso a luz.
Para el director ejecutivo del CED, esto implica el alto nivel de endeudamiento global, generando por un nivel de tasas de interés muy bajas “que parecían no responder a otros incentivos”.
Para Moya, en tanto, significa que ya se pueden ir tomando lecciones de este episodio. “La especialización de países posicionándose poco menos que como el único proveedor de ciertos bienes y servicios, ¿es positivo para la economía global? Porque cuando ese país tiene problemas, ya vimos qué es lo que pasa”, cuestionó el economista. En ese sentido, se preguntó si “haber dejado” -por así decirlo- que China se posicione como la fábrica del mundo fue tan bueno, o si hubiera sido mejor que los distintos países estimulen a que sus industrias compitan con China en algunos rubros comercialmente.