El que quisiera vender un dólar, al cierre de ayer debía hacerlo a $29,08. Un precio que a los exportadores no convence y que, depende quien lo mire muestra mayor o menor competitividad respecto a nuestros principales competidores. “Si tomamos el índice de tipo de cambio real elaborado por el Banco Central del Uruguay (BCU), el calculado oficial está en los niveles más bajos de los últimos 35 años”, dijo a CRÓNICAS, la economista Mercedes Comas.
El tipo de cambio real estaba 36% sobrevaluado respecto a su nivel de equilibrio en agosto, según una presentación del Banco de Inversión estadounidense BCP Securities para clientes, a la que accedió el diario El País esta semana. En enero de este año, el tipo de cambio real estaba 35% sobrevaluado y en enero del año pasado 24%, según los datos incluidos en el citado artículo.
En cuanto a nuestros vecinos y socios comerciales, el informe indicaba que Brasil tenía su tipo de cambio real 16% sobrevaluado en agosto, mientras que en el caso de México la sobrevaluación era de 4%. Más cerca del equilibrio estaba Rusia con apenas 1% subvaluado.
Según dijo a CRÓNICAS la economista Mercedes Comas de PwC el nivel de atraso cambiario depende de los períodos con los que se compare. “Si tomamos el índice de tipo de cambio real elaborado por el Banco Central del Uruguay (BCU), el calculado oficial está en los niveles más bajos de los últimos 35 años”, dijo y agregó “cuánto es de atraso o no, habría que sustentarlo muy bien”.
Para la economista, los niveles de competitividad de las empresas uruguayas se ven con problemas por razones de costos internos, “que están presionando mucho”, incluso en sectores que se han observado con mucho dinamismo como la hotelería.
Además, sostuvo que “el atraso cambiario se ve en las empresas, todos los días, que tiene que salir a competir al exterior. Si vemos las exportaciones están concentradas en tres o cuatro productos: carne, arroz, cereales, soja y no mucho más, el resto están en caída porque no pueden entrar a mercados por sus precios”.
Sobre la intervención del BCU, Comas sostiene que la entidad está actuando para que el tipo de cambio no crezca. De hecho, en el último año lleva 3.500 millones de dólares incorporados por la emisión de letras de regulación monetaria, “en lo que se llama compra silenciosa”. Un año atrás, el BCU había actuado de manera contraria por un contexto diferente que no tenía una inflación en el 6% con expectativas de que no crezca mucho, agregó la economista.
Aun así, la economista observó que, aún con la suba del tipo de cambio, el BCU sigue aceptando los dólares de los particulares, y los inversores los están dejando para pasarse a pesos. “Pese a la suba del tipo de cambio el atractivo de las inversiones en moneda nacional sigue ahí”, subrayó.
Ante la liquidez presente en el mercado, que se puede observar en las tasas que ofrecen los bancos, y que en parte es fruto de la decisión del BCU de reducir los encajes desde setiembre, se está canalizando hacia la compra de dólares porque el tipo de cambio está subiendo. De todas maneras, aclara Comas, “esto no quiere decir que se haya perdido el atractivo de la inversión en pesos”. “Hay inversores que están dando dólares para pagar esas letras en pesos. Ese cambio de portafolio de dejar dólares para invertir en pesos no ha cesado pese a la suba en el tipo de cambio”, resaltó.
A su vez, la economista resaltó que este fenómeno no tendrá consecuencias dado que “el BCU lo que ha hecho es llenarse de reservas, algo similar sucedió en el año 2012 2013, cuando llegó a un flujo de entre 3.500 y 4.000 millones de dólares que devolvió para evitar una suba del tipo de cambio. Si hay una reversión de ese fenómeno de cambio de portafolio, el BCU tiene cómo actuar”, aseguró. En cambio, “lo que sí puede tener otro tipo de consecuencia es que ese pasaje de dólares a pesos genere un incremento en la deuda del BCU, y eso tiene un costo fiscal”.
Si bien la economista aseguró que en un mundo incierto como el de hoy es difícil estimar con certeza los comportamientos del dólar en el futuro, estimó que no estará muy lejos del comportamiento de la inflación para los próximos meses, que, estiman, no superará por mucho el 6% en el que se encuentra.
La tablita escondida
Consultado por CRÓNICAS, el economista Jorge Notaro sostuvo que, dado el funcionamiento del BCU ante las fluctuaciones del tipo de cambio “se puede suponer que existe una tablita que conocen unas pocas personas, porque para tomar las decisiones de política cambiaria hay que considerar que el tipo de cambio está muy bajo, y por lo tanto hay que sostenerlo, o por el contrario, considerar que está muy alto y tomar las decisiones adecuadas para impulsarlo a la baja”. Más allá de que el BCU haga pública su preocupación ante las fluctuaciones abruptas del tipo de cambio y actúe si hay un salto para corregirlo y devolverlo a una “evolución lineal” que se parezca más a una recta sin picos de alta y baja. “El BCU tiene la política de recortar los dientes de sierra, pero no de incidir sobre la tendencia, porque tampoco se puede incidir sobre la tendencia porque depende de un montón de condicionantes internacionales que no podemos manejar”, agregó.
De esta manera, Notaro agrega que el BCU acepta que hay una flotación que no es del todo limpia en la medida que interviene: “Eso es notorio, coloca letras, aumenta y baja reservas, alienta al BROU a tener determinadas acciones. Pero todo esto no es para alcanzar una cotización determinada sino para tener un funcionamiento con menos sorpresas y sin cambios bruscos”.
Aún así “creo que es bastante obvio que para tomar esas decisiones de decir ‘saltó mucho’ o ‘bajó mucho’, y devolver el dólar a la recta y una evolución lenta, hay que tener un punto de referencia. Para esto hay que tener una tablita”, concluyó.
El indicador
Cuando se presentó el indicador de BCP Securities en mayo, el jefe de mercados emergentes del banco, Walter Molano, explicó que se utilizó «la metodología del tipo de cambio real para comparar los cambios en la inflación con los movimientos de la moneda. En teoría, las monedas deberían devaluar en línea con la inflación para mantener paridad de poder de compra. Si la moneda no devalúa en línea con la inflación, entonces se sobrevalorará y el país perdería competitividad».
Para comenzar la serie, los técnicos encontraron el momento cuando todos los mercados emergentes fueron golpeados por un shock simultáneo que los obligó a devaluar y estabilizar. “Esto ocurrió en 2008, durante la crisis financiera de Estados Unidos. Por lo tanto, al iniciar la serie el 1° de enero de 2009, asumimos que este fue un buen momento para comenzarla», añadió.
Molano señalaba que «la serie muestra que las monedas (el peso uruguayo, el peso mexicano, el rublo ruso, el real brasileño y la lira turca) se apreciaron después del shock de 2009, pero se devaluaron bruscamente a principios de 2016 después del colapso de los precios de las materias primas. Desde entonces, ha habido una notable divergencia en las tendencias».