El BCU elevó su tasa de interés a 9,25% con el objetivo de bajar la inflación, pero con el riesgo de generar daños colaterales, según advierten varios especialistas. Para analizar su alcance, CRÓNICAS dialogó con la economista Gabriela Mordecki, profesora asociada del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA), y el economista Ignacio Umpiérrez, investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).
Por Ariana Vezoli | @ArianaVezoli
En el contexto de crecientes presiones inflacionarias, provenientes mayormente del exterior, y el agregado de incertidumbre generada por el conflicto bélico en Europa, el BCU volvió a subir la tasa de interés.
Esta vez el aumento fue de 50 puntos, lo que la situó en 9,25%, muy próxima al nivel de inflación anual.
Según el economista Umpiérrez, desde el BCU se busca mitigar las presiones inflacionarias que provienen de la demanda, generando hacia los ciudadanos tasas más costosas para tomar créditos y endeudarse.
La teoría
Desde hace un par de décadas, Uruguay tiene establecida una política de objetivos de inflación o «inflation target«. Esto consiste en fijar un rango objetivo, al que la inflación tiene que caer o donde la autoridad monetaria pretende que esté. Actualmente, el rango vigente está establecido en entre 3% y 7%, pero a partir de setiembre se reduce en un punto el techo, por lo que pasará a ser de entre 3% y 6%.
De acuerdo a lo comentado por Mordecki, hasta el 2020 el Frente Amplio había utilizado como instrumento de la política monetaria el control de los agregados monetarios, es decir, regular la cantidad de dinero en circulación. Así, se fijaba como objetivo cuánto se iba a expandir la economía en el trimestre, y con eso y otras medidas se controlaba la cantidad de dinero. Pero con el actual gobierno se comenzó a utilizar la tasa de política monetaria, a través de la cual se busca enfriar o estimular la demanda, ya sea a través de inversión o consumo.
Entonces, en la teoría, el canal por el cual esta política transmite su impacto es el del crédito, porque es justamente una tasa de interés. Al subir la tasa, se estimula el ahorro; al bajarla, se estimula el crédito.
“Lo que sucede es que nuestra economía funciona sólo parcialmente en pesos. Esta es una tasa que afecta solamente a la parte del crédito en moneda nacional. Aquí, gran parte de las transacciones son en dólares. Y ese es el principal problema que tiene la política monetaria para controlar la inflación, que es el objetivo final”, analizó Mordecki.
Daños colaterales
Aunque las sucesivas alzas en la tasa aún no han surtido exactamente el efecto buscado, sí se están viendo daños colaterales en otros canales de transmisión, por ejemplo, en el del valor del tipo de cambio.
Esto se debe a que, cuando se sube la tasa de interés en pesos el crédito se vuelve más atractivo para los agentes que se deshacen de los dólares y compran los instrumentos que pagan estas tasas.
A través del canal del tipo de cambio sí se ve afectado el Índice de Precios al Consumidor (IPC), y entonces se da un impacto a la baja en la inflación, que viene de la política monetaria, pero no por el canal del crédito.
“Eso tiene otras implicancias en términos de competitividad de la economía. En este momento, con las subas en los principales productos de exportación de Uruguay, para los exportadores en parte se compensa con la baja del tipo de cambio. Sin embargo, quienes sí se ven afectados son aquellos productores nacionales que enfrentan competencia de importación, que pasan a salir más baratos. Y es un problema importante”, advirtió Mordecki.
Por su parte, Umpiérrez postuló que el BCU no está operando a su nivel máximo y que en este año se tendrán que ir cerrando tanto la brecha del producto -entre la producción efectiva y la potencial- como la del trabajo, y eso debe ser consistente con un giro de la política monetaria hacia un terreno más contractivo. Además, trajo a colación que, al menos desde 2020 o 2021 para atrás, en muy pocas ocasiones la política monetaria en Uruguay fue verdaderamente contractiva.
“Si de verdad queremos atacar el problema de inflación, uno de los requisitos es tener una política monetaria contractiva y que las políticas salarial y fiscal estén alineadas a la económica. Pero si no la tenemos, será mucho más complejo el proceso. En este sentido, el BCU está dando señales de que está dispuesto a ir hacia una contractividad, para que, cuando empiece a ceder, Uruguay no se quede en ese nivel de inflación de 9%, u 8,5%, sino que pueda disminuir o por lo menos cumplir las metas de inflación que son ambiciosas”, explicó el investigador.
Economía dolarizada genera perjuicio a estrategia del BCU
El BCU mantiene además el objetivo de desdolarizar la economía nacional, proceso que está estancado por la coyuntura actual. Y en momentos de incertidumbre como este, el dólar justamente suele ser el refugio.
“Lo que sí sabemos es que la suba de la tasa de interés afectó por lo menos en parte al dólar a la baja, porque en parte también se debe al fuerte incremento de las exportaciones y el ingreso de divisas e inversiones. Tal vez la inflación estaría siendo mayor y el tipo de cambio no hubiera caído tanto, pero no quiere decir que si no se hubiera aplicado esta política el dólar no hubiera bajado; capaz que un poco menos, pero no se puede tener certeza”, profundizó Mordecki.
Asimismo, la entrevistada hizo referencia a la alta liquidez que mantiene el país, mientras que el crédito ha subido mucho en lo que va del año y ha ayudado a apuntalar una demanda interna.
Ambos entrevistados convergieron en que el origen de las presiones inflacionarias está más vinculado a factores externos que de demanda doméstica, por lo que el efecto de la tasa de interés no tiene tanto impacto, aunque se comienzan a vislumbrar algunos efectos de segunda ronda, refiriéndose a aumentos de precios internacionales que se trasladan a rubros no transables. Es allí donde ven una oportunidad de actuar para este tipo de política monetaria.
“El canal de expectativas, en el que el BCU está con mucha firmeza -porque quiere anclarlas-, no es un capricho, sino que cuanto más ancladas mayor deberá ser la suba de la tasa. Y obviamente que, cuanto más altas las tasas, más costos de actividad tienen; por lo tanto se busca minimizar los costos reales”, amplió Umpiérrez.
Este recordó que Uruguay posee elementos estructurales que hacen que ya partiera de un nivel de inflación alto, por lo que su presión inflacionaria puede ser menor a lo que ha sido en otras partes del mundo. Pero la contracara de esta “ventaja” es que, posiblemente, cuando en la mayoría de los países la inflación comience a ceder, en Uruguay el proceso va a ser muchísimo más lento.