Mucho se ha hablado a nivel político sobre la integración comercial del país. El papel de Brasil en el Mercosur a partir de la asunción de Lula Da Silva, la solicitud de ingreso al Acuerdo Transpacífico (Cptpp), ha ocupado varias páginas de los distintos medios en el último tiempo. Pero poco se comenta de forma concreta y profunda los beneficios, dificultades y desafíos de esta iniciativa que desde hace un tiempo viene impulsando el Estado uruguayo. Es por eso que, en entrevista con CRÓNICAS, la experta en la materia, Victoria Martini, se encargó de ahondar en las principales incertidumbres y dudas.
Por Matías Kapek | @matias_kb
-¿Por qué sería beneficiosa la apertura comercial para un país como Uruguay?
-En primer lugar, el comercio en general, en la teoría económica, por unanimidad, siempre es beneficioso. En segundo lugar, las acciones comerciales concretas, por definición, son voluntarias. En este sentido, si son voluntarias, inferimos que son beneficiosas para ambas partes, porque nadie va a incurrir en una actividad comercial si no le conviene. Avanzar en la apertura comercial sería más beneficioso para Uruguay, en específico, que para otros países. Tiene que ver con que es un país chico en demografía, es decir, su mercado local precisa conexión con otros mercados para poder prosperar tanto el del punto de vista de las exportaciones como de las importaciones. Además, todavía es un país en vías de desarrollo, y eso hace que las ganancias que pueda percibir el comercio y la inversión incrementada tenga mucho más impacto que en un país desarrollado. Por último, geográficamente los acuerdos ayudarían a que el país no esté alejado geográficamente del mundo.
-La concreción de nuevos mercados para hacer efectiva la exportación de diferentes productos parece ser el beneficio más evidente que ofrece la apertura comercial. Sin embargo, aparece también la potencialidad que puede ofrecer la importación de insumos. ¿En qué medida este proceso puede afectar o beneficiar el funcionamiento de la economía local?
-El acceso a nuevos mercados permite, por ejemplo, aumentar las ventas, lograr mejores precios, conseguir nuevas inversiones, bajar costos, realizar economías de escala, aumentar en productividad, generar más empleo; es lo que más se conoce y es muy importante. Pero mucho más importante quizás sean los efectos que percibe toda la población, los cuales son transmitidos por varios canales. Si tenemos acceso a productos importados sin pagar aranceles todos los consumidores vamos a poder acceder a una mayor variedad y cantidad de productos. Esto va a llevar a que el consumo y la producción se vean incrementados tanto en cantidad como en variedad. Es importante destacar también que dos tercios de las importaciones de Uruguay son destinados a la producción, ya sea tanto para bienes de capital, como para bienes intermedios. Esto significa que facilitar el ingreso de estos productos al país resultaría en producción más eficiente, o de mejor calidad, o de menor costo, incluso, posiblemente, todas a la vez.
-Dada la apertura, ¿se puede dar la aparición de ganadores y perdedores dentro del espectro económico local?
-Hay dos formas de evaluar las políticas: está el efecto inmediato y el efecto a largo plazo. A largo plazo, los beneficios de una mayor apertura comercial son innegables, y las pérdidas se producen en corto plazo, pero hay formas de amortiguarlas. Cuando se negocia un acuerdo, se negocian excepciones. Siempre los países tienen sectores que quieren dejar fuera de la negociación por un interés nacional y eso es válido. Lo otro es que se negocian plazos de desgravación largos. En el Tratado del Transpacífico hay algunos puntos que llegan a 20 años. Eso da un plazo a las empresas, los negocios, los gobiernos y toda la sociedad para que se preparen para ese cambio. Se entiende que esas pérdidas que puede haber al principio son ampliamente superadas por las ganancias que se tienen en el momento y también a largo plazo.
-¿Quién pierde y quién gana en la situación en la que estamos hoy?
-El hecho de que la política comercial de Uruguay sea tan limitada es una de las razones principales por las cuales somos un país caro. Tenemos un desarrollo potencial de la economía estancado en un 2%, que es un número bajo para todas las expectativas de desarrollo que tenemos a largo plazo. Sin una mayor apertura comercial, que no es una condición única, pero sí necesaria, es imposible impulsar el desarrollo o el mayor crecimiento.
-A través de diversas declaraciones, la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU) ha dejado clara su intención de participar de forma directa en las políticas de apertura que está llevando adelante el gobierno ¿Considera esto positivo o cree que esto puede generar dificultades a la hora de trazar líneas concretas de cara a la apertura comercial?
-La apertura comercial de cualquier país no es solo un tema de gobierno, sino que tiene que involucrar a todos los actores de la sociedad, porque las políticas comerciales del país afectan a las empresas, a los consumidores, a los trabajadores, es decir, tiene un efecto directo en la vida de todos. Que los actores de la sociedad civil o empresarial estén involucrados en la apertura comercial del país no solo es oportuno, sino que es fundamental. Además, es relevante para el mismo gobierno sentir el respaldo de su sector productivo y de su sociedad civil.
-En su trabajo “Apertura comercial e Innovación como motores de desarrollo de Uruguay”, ha hecho énfasis en la importancia de la consolidación de la oferta exportable. ¿A qué debe apuntar el país en este sentido?
-No solo con acuerdos funciona el comercio. Debe realizarse un trabajo desde lo doméstico por parte del gobierno, los productores, para una vez instalado un acuerdo poder aprovecharlo. Implica, por ejemplo, mejorar el costo país. Es muy importante ser competitivos, y por eso se deben ajustar los costos de energía, transporte, costos laborales, administrativos, entre otros. Eso es un poco la idea de la oferta exportable: tener en cuenta qué se va a vender, qué se va a ofrecer, en qué cantidades, de qué forma, entre otras cosas.
-Si bien desde antes de esta administración de gobierno se habían mostrado intenciones de apertura bilateral, fue puntualmente en este que se empezaron a hacer efectivas acciones. Es el caso del acuerdo de factibilidad con China y la solicitud de ingreso enviada al Acuerdo Transpacífico. Teniendo en cuenta estos precedentes, y más allá de que se logre o no profundizar en estos avances en lo que resta del periodo, ¿cree que a esta altura la apertura comercial debe ser tomada como una política de Estado?
-Sí, totalmente. Como decía al principio, no solo entre gobiernos, sino a través de una política de Estado de la que están detrás todos los actores de la sociedad. La actitud de este gobierno con una mayor intención aperturista es muy bienvenida, pero no sabemos cuánto se puede lograr este periodo, cuántos en el siguiente; lo importante es que siga el trabajo.
-Teniendo en cuenta las diferentes posibilidades de acuerdos bilaterales que hasta el momento se manejan, ¿cree alguna más favorable que otra para Uruguay o se debe tratar de concretar todos los acuerdos posibles?
-Indudablemente, Uruguay tiene que intentar alcanzar la mayor cantidad de acuerdos posibles. Es cierto que no se puede trabajar en muchas negociaciones a la vez, pero en realidad hoy no tenemos realmente ninguna negociación en curso. Tenemos charlas, tenemos acercamientos, por eso creería que lo primero que se pueda concretar sería bienvenido. En el caso del Acuerdo Transpacífico, Uruguay presentó la carta con su intención de adhesión a fines del año pasado y la situación de esa solicitud es que aun ese bloque está tramitando la adhesión del Reino Unido. Una vez que finalice esa decisión, ahí sí tomarán el caso de uno de los otros países que han aplicado. Es perfecto que se toquen todas las puertas posibles, pero cada acuerdo lleva su tiempo. Es importante no quedarse con uno solo, porque cuantos más acuerdos se logren va a ser mejor.
-No se puede pasar por alto que Uruguay forma parte del Mercosur. Se ha hablado mucho en el último tiempo de si es necesario o no y sobre todo de la actitud que debe tomar el país al respecto. ¿Cómo evalúa su trabajo hasta el momento? ¿Qué expectativas tiene? ¿Cree que con el cambio de gobierno en Brasil se puede favorecer una apertura en bloque, y que sea este país el que tire del carro, con lo que este representa como potencia?
-Como venía funcionando el Mercosur, no funciona. Eso por suerte está claro y de alguna manera el gobierno lo está intentando cambiar a través de un proceso que se le llama flexibilización o modernización del Mercosur. En mi opinión, se quiere que funcione como una correcta zona de libre comercio y tratar de destrabar esas creencias de que tendría que funcionar como una unión aduanera. Este año hay expectativas con respecto al bloque en sí, en relación con la firma del acuerdo con la Unión Europea. El mismo viene rezagado, se está por llegar a 25 años desde que se inició la negociación. Hay expectativas para que en el segundo semestre haya alguna novedad, cuando Brasil tenga la presidencia pro tempore del Mercosur y España tenga la de la Unión Europea. Si el Mercosur logra firmar ese acuerdo, sería excelente para su funcionamiento interno. En cambio, si sigue fallando en sus intentos, cada vez se verá más debilitado.
El rezago y sus causas
-Dado el momento histórico en el que nos encontramos, donde las incertidumbres comerciales y los vaivenes económicos son moneda corriente, ¿es posible considerar como tardía esta iniciativa de apertura comercial que está teniendo Uruguay?
-Es cierto que Uruguay está muy rezagado en su inserción internacional en comparación con los otros países del mundo. Su principal acuerdo comercial es con el Mercosur, el bloque más proteccionista a nivel mundial. Esto ha generado que el país pierda pie frente a otras economías que han avanzado en los últimos años en acuerdos comerciales, que su relación con el mundo sea desde una posición de desventaja.
-¿A qué se le puede atribuir que no se haya iniciado antes este proceso?
-Podría decirte que el Mercosur cuando se fundó tenía ideas muy optimistas y en los primeros años funcionó bien, liberando las economías de los cuatro países fundadores. Cumplió el primer objetivo de conformar una zona de libre comercio, que hoy no funciona muy bien, pero después se estancó. Nunca logró seguir adelante con su segundo objetivo, que era formar un bloque que tuviera mayor poder para negociar con terceros. Por otra parte, había expectativa depositada en el ámbito multilateral a través de la OMC, que en los años 90 mostró avances y logros. Pero al comienzo de los 2000 empezó a fracasar, se estancó y lo que se sustituyó ese mecanismo de integración entre países fueron los acuerdos bilaterales o los mega acuerdos, como vemos ahora. Uruguay perdió esa segunda etapa.
Apertura comercial y la sociedad de conocimiento
-Uruguay ya desde hace tiempo ha dado una serie de pasos que apuntan a la concreción de lo que se denomina como sociedad del conocimiento. Aparecen en ella en primer plano las tecnologías de la información y puntualmente las startups. Teniendo en cuenta la relativa juventud del país en este campo, ¿la apertura comercial puede significar un desequilibrio o un impulso a su establecimiento?
-Definitivamente sería un impulso. Además de que es una industria del futuro, súper pujante y que somos muy productivos, otra de las razones por las cuales se puede avanzar tanto en este tema es porque no involucra negociaciones arancelarias, los servicios no están comprendidos dentro de las restricciones del acuerdo del Mercosur. Esto permite que se pueda avanzar más libremente en todo tipo de iniciativas y acuerdos. Indefectiblemente, el desarrollo de la industria de servicios va de la mano de la apertura comercial tradicional, por distintas razones, entre ellas porque también requiere inversión y acuerdo con otros países. Los últimos acuerdos comerciales incluyen capítulos de servicios, pero también en el tema específico de la tecnología, protección de datos, regulaciones sobre servidores y propiedad intelectual.