La falta de inversión es el principal desafío que tiene Uruguay hacia adelante, según evaluó en diálogo con CRÓNICAS, el flamante director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), Ignacio Munyo. Aseguró que Ceres “como institución, va a estar empujando (para que se realicen) las reformas comprometidas y que consideramos vitales para que el país vuelva a crecer”. Ese crecimiento, además, generará un mejor nivel del desarrollo, nivel de vida de la gente, y distribución del ingreso, profundizó Munyo.
Por Ignacio Palumbo | @ignacio_palumbo
-¿Cuáles son tus objetivos a corto, mediano y largo plazo en el Ceres?
-Los objetivos son a todos los plazos. El objetivo es el mismo: estar presente en la opinión pública con las políticas, estudios o análisis que permitan darle insumos a la gente común que está muy complicada con su trabajo. Que puedan empoderarse de las decisiones importantes que se discuten en el país, opinar con mayor información. Que se pueda subir la calidad del debate público sobre aspectos relevantes para el país, que van desde políticas que pueden tener relevancia en la coyuntura, hasta reformas estructurales que el país tiene por delante -por ejemplo de las empresas públicas-, hasta temas sociales como delincuencia juvenil y seguridad ciudadana.
– Asume en un momento complejo para el país, con el Covid-19 golpeando a la economía por distintos frentes. ¿Lo considera una dificultad extra?
– Cuando tuve la noticia de que por parte del consejo directivo de Ceres me ofrecían asumir esta responsabilidad en este momento, yo no estaba buscándolo. Tenía una situación muy buena, estaba muy confortable en las instituciones en las cuales estaba trabajando, y cuando aparece el desafío en este momento, una de las razones por las cuales tomé la decisión de aceptar el ofrecimiento fue justamente por la situación del país. Por la urgencia que tiene por delante, y para las reformas pendientes de hace mucho tiempo, que pueden reimpulsar el crecimiento económico, atraer inversión, y poder sostener el nivel de vida que hemos logrado mejorar a lo largo de estos años y poder incluso tratar de seguirlo mejorando. Para hacer eso, el país tiene una agenda muy compleja de reformas a las cuales necesita estar empujando permanentemente, porque la coyuntura es abrumadora. Uno puede tener una mirada un poco más lejos, de levantar los ojos más allá del horizonte y discutir temas que parecen lejanos pero que te determinan que haya en el país nuevamente rentabilidad para la inversión. Uno ve ahí un rol central de Ceres. La motivación se hizo gigantesca y me hizo tomar la decisión.
– ¿Cuál es el principal problema que Uruguay enfrenta hoy?
– Uruguay está siendo, a nivel mundial, un ejemplo claro del manejo del coronavirus. Uruguay ha vuelto al tapete mundial. El país no estuvo en el tapete mundial previo al Covid-19, como estuvo toda la región -desde México hasta Tierra del Fuego- por manifestaciones violentas en las calles. Todos los países de América Latina, con excepción de Uruguay, tuvieron casos violentos de manifestación por descontento social relacionado con políticas que se estaban tomando a nivel de gobierno. Uruguay fue la única excepción. Eso es un tesoro enorme que se suma a esta coyuntura de estar siendo tomado como un ejemplo positivo de buen manejo de la crisis sanitaria. Tenemos la única democracia plena de América Latina, tenemos un rol institucional ejemplar, interés global y regional -específicamente de Argentina- para invertir en Uruguay. Nos está faltando un ingrediente muy importante para que todo esto se concrete, que es la rentabilidad para la inversión.
– ¿Cómo se logra eso?
– Uruguay, a lo largo de estos últimos años, se ha vuelto muy poco competitivo. El nivel de productividad no ha acompañado el crecimiento de los costos para producir, y hoy se hace difícil encontrar sectores que puedan ser atractivos para invertir, para producir, para contratar trabajadores, para generar valor agregado. Es muy difícil. Ahí está el enorme desafío que tiene Uruguay, porque para que la mesa esté realmente servida para los inversores, hay que darles oportunidades de rentabilidad. Nadie puede invertir, por más interés que haya, para perder plata. Para poder generar de nuevo las condiciones para que la inversión vuelva al país, como estuvo viniendo entre el 2005 y 2014 -en niveles récord, históricos-, necesita una agenda completa de reformas pro-crecimiento y pro-inversión que están establecidas y comprometidas en cada uno de los programas individualmente considerados de los partidos de la coalición de gobierno. Cada programa del Partido Nacional, Cabildo Abierto, Partido Colorado, Partido de la Gente y Partido Independiente, si uno los ve uno por uno, se encuentran en sus hojas reformas en una línea de una mayor apertura comercial para mejorar la inserción económica internacional del país, para que se puedan colocar en mejores condiciones los productos uruguayos en el exterior; reformas para mejorar la eficiencia de las empresas públicas y que sus servicios no tengan un costo que se vuelva una traba para poder producir; tienen todos una reforma educativa para mejorar la calidad de los recursos humanos disponibles para las empresas; tienen aspectos de regulación laboral para adaptarla a las condiciones actuales de mercado de trabajo y del futuro del trabajo. Por tanto, se puede ser optimista.
– ¿Y qué rol juega el Centro en todo esto?
– Ahí es donde entra Ceres también. Como institución, tiene vocación de influir en las políticas públicas. Va a estar empujando estos años para que (se realicen) las reformas comprometidas y que consideramos vitales para que el país vuelva a crecer y, a partir del crecimiento, volver a mejorar el nivel de desarrollo, el nivel de vida de la gente, la distribución del ingreso, que tienen que procesarse. Hoy la pelota la tiene el Ejecutivo para proponer, implementar e impulsar estas reformas. Y nosotros, desde la sociedad civil, desde la independencia del sistema político, vamos a estar proponiendo, impulsando, insistiendo en la línea de estas reformas, porque realmente estamos convencidos que son fundamentales para aprovechar este momento único que está viviendo el país de una crisis muy importante, cuya salida depende de que vuelva esa inversión y el crecimiento. Para ello, es esencial ese insumo vital, que es la agenda de reformas, para que vuelva la rentabilidad del país.
– ¿Qué tipo de recuperación espera de la coyuntura actual? ¿Quedaría bien parado Uruguay en la salida de la crisis?
“La respuesta (sobre la reactivación) depende de que el país pueda ir instrumentando las reformas que necesita”
– Hay que tener claro que previo al Covid-19 Uruguay estaba en recesión. Antes que se bajaran las persianas por dos meses de la actividad, la economía ya estaba en recesión y venía arrastrando cuatro años de estancamiento productivo. O sea, la situación de partida ya es mala. Pero cuando uno tiene que pensar la recuperación, ¿qué es recuperarse? ¿Es volver al estancamiento? ¿Volver a la recesión previa? ¿O poder tomar un nivel de actividad superior al que estabas previo al Covid-19? La verdad que la respuesta depende de que el país pueda ir instrumentando las reformas que necesita. Porque la salida depende de que haya inversión. Ahí se juega el partido. Las reformas que se pongan sobre la mesa en este momento son lo que determinan la velocidad de la salida.
– ¿Qué perspectivas maneja para el cierre del año en términos de actividad?
– La verdad no tengo un número, porque realmente es muy grande la incertidumbre. Los números que se manejan por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial, y del gobierno los tomo con pinzas porque no descarto que pueda ser menor la caída que se maneja en el sentido que se concreten algunas señales que puedan generar confianza. Depende mucho de las acciones. Creo que la salida de esta crisis depende mucho más de nosotros. De las acciones y políticas que se lleven a cabo, porque Uruguay ha logrado posicionarse en un lugar para aprovechar una coyuntura negativa en la recuperación a su favor, pero tiene que hacer deberes propios. Y sin esos deberes propios no alcanza. Lo que yo al día de hoy no tengo claro es cómo va a ser la intensidad y la profundidad y la velocidad con que esas reformas se van a ir tratando, y eso para mí me hace imposible dar una proyección de crecimiento, porque depende de eso.
El mundo del trabajo
– ¿Considera que esta crisis acentuó los problemas de empleo que ya se venían dando?
– Sin duda. Esta crisis va a dejar una situación económica tremendamente delicada, pero va a dejar un drama en el mercado de trabajo. Realmente un drama profundo, porque a los problemas previos a los que teníamos -en febrero un desempleo de 10,5%, donde se habían perdido 60.000 puestos de trabajo entre 2014 y fines de 2019-, muchos de ellos ya venían asociados al aumento de la automatización en los distintos procesos. Con el Covid-19 se ha acelerado enormemente, y esto es un tema global. La incursión y la generación de automatización y robotización en los distintos procesos de trabajo es cada vez más común hoy, y se ha abaratado y acelerado enormemente estos meses. Cuando las empresas en momentos de crisis empiezan a revisar sus números, los puestos de trabajo, en qué se gasta y en qué no, qué es eficiente, y se dan cuenta que ahora pueden hacer lo mismo con menos personas, realmente es muy difícil poder esperar que se recompongan los niveles de empleo anteriores. Incluso en el mejor escenario en que la actividad vuelva a los niveles previos, porque ya se necesitan menos personas para hacer lo mismo. Es un drama muy profundo y que no tiene una solución mágica.
-¿Hay algo que se pueda hacer?
-Hay un desempleo tecnológico estructural que va a tener por delante el país que solo se puede atacar con políticas de recapacitación. El año pasado se cumplieron 100 años de la OIT. El tema del aniversario fue “El futuro del trabajo”, y se mandaron a hacer una serie muy amplia de estudios y documentos. Yo los leí todos. La conclusión prácticamente de todos (porque eran de distintos expertos, en distintas áreas) era que la única solución para esto es la recapacitación permanente de las personas. Es un error tratar de que la automatización no llegue, es frenar el desarrollo. Las personas tienen que estar en permanente recapacitación. Ahí es donde se juega el partido, y es muy complejo, porque es fácil decirlo pero es difícil de instrumentarlo.
– ¿Cómo se logra esa instrumentación?
– El país y las instituciones especializadas -como Inefop- tienen por delante una responsabilidad gigantesca, para lo cual van a tener que estar a la altura de las necesidades del país. Como te dije al principio, el mercado de trabajo es un foco crítico, es realmente un drama que el país va a tener que enfrentar y darle soluciones en los próximos años. Ahí no hay subsidio que alcance. Porque cuando estamos en una situación fiscal delicada, cuando el gobierno ya tenía una situación muy delicada previo al Covid-19 que se ha agravado con todos los gastos y costos que han subido por la asistencia tanto social como a nivel de empresas, hace que no haya capacidad de subsidiar empleos como sería tal vez deseable poder hacerlo en algunos aspectos. Lamentablemente, es tan delicada la situación financiera y fiscal que tiene Uruguay, el déficit y el nivel de deuda es elevado, que limita mucho las posibilidades de acción que tenemos por delante. Limita mucho las posibilidades de acción para subsidiar la contratación de trabajadores por parte del Estado.