El Sistema de Información de Calidad Laboral (Siclab) realizó un estudio en el que analiza las condiciones laborales de las mujeres en Uruguay. Utilizando diversos indicadores, tales como la región, nivel económico o nivel educativo, se midieron las diferencias y similitudes entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. A pesar de esto, se destaca la heterogeneidad entre las mujeres, ya que presentan más diferencias entre ellas –y en algunos casos más notoria– que las diferencias entre los dos sexos.
Por Ignacio Palumbo | @ignacio_palumbo
El Siclab es una iniciativa de Unión Capital AFAP, a cargo de Equipos Consultores y el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (Iecon-UdelaR), cuyo objetivo es el análisis y seguimiento permanente de la calidad del empleo en Uruguay.
Presentado en diciembre de 2017, el primer informe de Siclab hacía referencia a la evolución de la calidad de empleo en Uruguay entre los años 2009 y 2016. Este revelaba una mejora continua en los indicadores, lo cual da cuenta de la calidad de las condiciones laborales de los ocupados uruguayos en este período.
Ahora, cuatro meses más tarde, este segundo informe profundiza sobre las diferencias entre hombres y mujeres respecto a la calidad y condiciones de los puestos de trabajo a los que acceden, su (in)satisfacción, entre otros. El trabajo fue presentado por la directora de Desarrollo Social de Equipos Consultores, María Julia Acosta, e Ivonne Perazzo, del Iecon, en la sede de Unión Capital AFAP.
El informe
Las mejoras en la calidad del empleo reconocidas por esta publicación son similares entre hombres y mujeres. A su vez, las carencias consideradas son el no registro a la seguridad social, tener más de un empleo (“multiempleo”), la extensión de la jornada laboral (sea por exceso o insuficiencia de horas trabajadas), la estabilidad laboral, el empleo productivo y la insuficiencia de ingresos (divididos a su vez en ingresos relativos y absolutos).
Analizado por dimensión, en promedio la falta de registro a la seguridad social no distingue grandes diferencias entre ambos sexos; la extensión de la jornada laboral afecta en mayor proporción a los hombres; mientras que las carencias restantes afectan en mayor medida a las mujeres.
Las principales diferencias entre hombres y mujeres se ven, fundamentalmente, en los factores primarios: tasa de desempleo (menor para hombres), en relación a los distintos sectores del empleo -tanto la distribución como el peso de cada uno-; y el salario mínimo para aceptar un empleo (ver gráfica).
Sin embargo, hay algunos rubros e indicadores que presentan mayores diferencias entre mujeres que entre hombre y mujer, como, por ejemplo, el porcentaje de mujeres ocupadas que afirman estar “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con que la empresa donde trabajan “satisface sus aspiraciones laborales y de desarrollo”. El 72% de las mujeres con educación primaria respondió positivamente,mientras que el porcentaje va en descenso hasta llegar a 47% en cuanto a educación terciaria.
Conclusiones
Los datos, porcentajes e indicadores que maneja el informe son muchos, muy variados y específicos entre sí, lo cual lleva a que se llegue a muchas conclusiones.
Las mujeres se ven afectadas en cuatro de las seis carencias evaluadas en el estudio.
En líneas generales, las mujeres enfrentan más vulnerabilidades en la calidad de sus empleos, mayores dificultades en el acceso al mercado de trabajo y son más heterogéneas entre ellas.
Además, las mujeres tienen menor antigüedad en la empresa en la que trabajan, menor cantidad de horas semanales promedio trabajadas, mayor incidencia de trabajadoras unipersonales, menor proporción con personal a cargo, menor proporción de trabajo los fines de semana y reciben bastante menos beneficios que los hombres.
En lo relativo a la satisfacción del trabajo, en general es un indicador que muestra poca variabilidad y no presenta diferencias entre ambos sexos. Sin embargo, cuando se analizan las dimensiones específicas comienzan a aparecer diferencias que también se ven cuando se evalúa el lugar de trabajo: la vivencia subjetiva del lugar de trabajo es más crítica en el caso de las mujeres en la mayoría de los indicadores evaluados. Estas brechas de género son más marcadas en las mujeres de nivel educativo y nivel socioeconómico alto y posiblemente estén asociadas a expectativas o aspiraciones diferentes.