Astori: “A pesar de que ha habido dificultades y escollos, yo amo este trabajo”

EDICIÓN EMPRESAS & NEGOCIOS Nº 100

Danilo Astori, ministro de Economía y Finanzas


Ha sido el factótum del manejo económico en las tres administraciones frenteamplistas. Y aunque las cifras macroeconómicas no son iguales a las de la época de bonanza, el país encadena 15 años de crecimiento continuo. Su función no siempre corrió con viento a favor; muchas veces, los obstáculos surgieron de su propia fuerza política. Aun así, se las ha arreglado para marcar su impronta y señalar el rumbo en materia económica.

La región vive momentos complicados, con Argentina atravesando su propia realidad y Brasil la suya. Por otro lado, Estados Unidos da señales de querer aplicar una política proteccionista, la UE parece estar pasando por un momento de gran incertidumbre a nivel económico tras la salida de Gran Bretaña del bloque, hecho que da la sensación, no logra superar aún. Y Uruguay está ahí, con su propio contexto. En medio de ese escenario, ¿cuáles son los principales desafíos que tiene por delante el país?

De acuerdo con las apreciaciones de la economía mundial, a escala global uno ve mucha confusión, volatilidad y contradicción, porque hay tendencias proteccionistas evidentes, pero también hay una potencia mundial como China apostando al libre comercio. Por otra parte, la política económica de la otra potencia mundial, que es Estados Unidos, muestra también indicios de confusión y de rumbo incierto. Es cierto que se está llevando gradualmente una normalización de la política monetaria de los Estados Unidos con una leve suba de las tasas de interés, pero que, en todo caso, va a tener efectos en el mundo. En la región tenemos problemas, y en el vecindario en particular las perspectivas de crecimiento de Argentina y Brasil son muy pobres; ambos tienen desequilibrios macroeconómicos importantes -alta inflación, alto desequilibrio fiscal-. En ese marco, Uruguay ha venido tratando de mantener un rumbo que, sin dejar de prestar atención a lo que ocurre en el mundo y, sobre todo en la región -porque vivimos entre dos países grandes y complicados-, le permita mantener un crecimiento aun a tasas menores que en el pasado. Que a su vez, pueda incrementar los niveles actuales de inversión -que son bastante mediocres en su conjunto-; encarar los temas de empleo -que están asociados precisamente a la mediocridad del comportamiento de la inversión-; y, sobre todo, mantener el orden macroeconómico. Uruguay tiene allí un desafío fiscal importante. Ha mantenido una política monetaria disciplinada, conservó hasta ahora niveles de inflación razonablemente adecuados a ese orden macroeconómico y, al mismo tiempo, una política de ingresos flexible. Y cuando digo política de ingresos, me refiero tanto a salarios como a ingresos de los empresarios. Hoy estamos en circunstancias de iniciar una nueva ronda de negociación salarial con este criterio, guiados, a su vez, por un criterio de flexibilidad. En suma, los desafíos de Uruguay en ese mundo complicado son los de recuperar niveles de crecimiento mejores que los actuales, mantener su solvencia financiera -que es indiscutible-, asegurar en la manera de lo posible eso que llamamos el orden macroeconómico, y estimular la inversión y el empleo que, me parece, son objetivos fundamentales de este Uruguay actual.

Da la sensación de que hoy, más que nunca hay una necesidad imperiosa de lograr acuerdos comerciales, de lo contrario el crecimiento puede verse interrumpido. ¿Tiene esa lectura del tema?

Absolutamente. Es un tema fundamental. Yo no lo mencioné en la primera respuesta, pero, sin duda, lo incluyo dentro de los principales desafíos que tiene el país. Uruguay ha tenido un comportamiento lamentablemente muy limitado en la materia. Tiene vocación de abrirse al mundo, pero es poco lo que se ha conquistado hasta ahora al respecto. Hacíamos una comparación hace algunas semanas en una presentación, donde veíamos que apenas una tercera parte de las exportaciones uruguayas de bienes gozan de preferencias arancelarias, mientras que hay países -como Chile- que están cerca del 100%. Esto revela la existencia de un ancho campo de apertura que Uruguay todavía no ha recorrido. Por eso digo que esto también se presenta entre los principales desafíos, y al mismo tiempo, destaco como crucial la necesidad de avanzar. Uruguay es un país físicamente pequeño, pero con potencialidad para salir al mundo con resultados relevantes. Es más, en una estrategia de desarrollo nacional es absolutamente imprescindible tener mayor grado de apertura, y es por eso que le doy tanta importancia al tema. Es un lineamiento que subrayo de estratégico, sin duda.

Da la sensación de que en la interna del Frente Amplio (FA) algunos sectores aún no han entendido la importancia que esto tiene para el país. ¿Por qué es tan difícil hacer entender de esa necesidad a ciertos sectores de la fuerza política?

Es evidente que este es uno de los puntos de discrepancia, entre otros -no es el único-, de posiciones que conviven en el FA y que, sin embargo, tienen este tipo de diferencias. Yo creo que aquí hay dos componentes que hay que saber reconocer. Por un lado, uno netamente ideológico, que quizás vea en el camino de la apertura un peligro, un riesgo, que personalmente no alcanzo a definir bien. Y otro que es el de la necesidad de seguir estudiando, explicando, convenciendo, porque los temas de apertura son complejos, y lo son mucho más en el mundo de hoy. Antes era más sencillo leer, por ejemplo, un tratado de libre comercio; hoy no es tan fácil, porque en la actual generación los tratados están saliendo con complejidades crecientes. Ya no es un tema arancelario puramente el que está en juego, hay asuntos laborales, de género, de derechos humanos, ambientales; existen cuestiones de propiedad intelectual que muchas veces conducen a confusiones y que pueden terminar trabando una decisión. El ejemplo de la propiedad intelectual es un tema absolutamente claro al respecto… Estamos quienes creemos que la protección de la misma es un activo que el país debería tener, y que deberíamos estimular para que haya más patentes de invenciones e innovaciones uruguayas, y que existan mecanismos para proteger esas patentes. En cambio, hay otras posiciones que lo ven como un peligro; esto es, la protección de la propiedad intelectual desplazando la producción nacional de ciertos bienes -la industria farmacéutica quizás sea uno de los mejores ejemplos-, y protegiendo grandes intereses del exterior.

Estudiamos un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Chile de última generación, porque TLC con Chile ya teníamos, y con todos los países del Pacífico… con Perú, con Colombia; con México tenemos uno bilateral. Digo esto porque también hay una convergencia hacia la Alianza del Pacífico, que ojalá se concrete. En la discusión del TLC con Chile -el actual-, se pidió un estudio de impacto del mismo, el que hicimos entre varios compañeros del Ministerio de Economía a solicitud del FA y de la Cancillería. Considero que fue un buen estudio, que puso claridad sobre los temas que están en juego, y que permitió avanzar hasta su aprobación.

Da la sensación de que si con cada TLC o acuerdo que vaya a firmar el país va a llevar este tiempo, estamos dando ventajas.

Es un camino difícil y complejo, y ciertamente, damos ventajas. Mencionaba antes la comparación entre la proporción de bienes uruguayos que tienen preferencias arancelarias y la situación de Chile al respecto, y tengo que agregar también la situación de los competidores de Uruguay en el mundo -viéndonos como un país productor de alimentos de calidad-, con nosotros peleando sin protección arancelaria ante Australia y Nueva Zelanda. ¿Qué pone Uruguay? Pone calidad -una calidad indiscutible-, niveles sanitarios del más alto nivel en toda su producción agropecuaria, y niveles de inocuidad en la producción de alimentos que lo hacen un proveedor apetecido por muchos mercados del mundo. Pero es difícil pelear sin el arma de la protección arancelaria. Y como lo dice la pregunta, el camino largo es pérdida, es deterioro. Muchas veces, en este mundo comercial, no aprovechar un momento es perderlo, porque no es fácil ganar mercados. Uruguay ha hecho avances, peleando sin esta arma; porque para un país como el nuestro, exportar bienes a 140-150 países del mundo hasta no hace mucho tiempo era algo impensable, y hoy es algo a destacar. Si unimos esto con la primera pregunta, esta diversificación fue fundamental para que Uruguay iniciara lo que llamamos “desacople de los problemas de la región”. Brasil y Argentina ya no son los clientes de Uruguay que absorbían gran parte de su producción exportable; hoy el país tiene otros mercados. Y si no los tuviera, estaría mucho más afectado por los desequilibrios de los vecinos.

¿Qué posibilidades reales hay de que los socios del Mercosur le permitan a Uruguay celebrar acuerdos comerciales en forma bilateral, tal como lo hizo con México?

Ojalá, y digo así porque no puedo contestar esta pregunta con seguridad. Hasta ahora ha sido muy difícil. Sin embargo, se ven movimientos, indicios, de que algo puede cambiar en el futuro próximo. Por ejemplo, en esta última cumbre del Mercosur que realizamos en Asunción, Argentina insistió mucho con la flexibilidad de los acuerdos. Por supuesto, Uruguay y Paraguay están en el rumbo aperturista, en la actitud estimulante para poder hacer acuerdos que, definitivamente, no exijan la participación de todos los países. Desde luego, Uruguay, en todas las oportunidades que se presentan, insiste. Entonces, mi respuesta a esta pregunta es: hay más posibilidades que antes, sin dudas; antes era casi imposible pensar en esto, pero todavía no hemos llegado a la meta que tenemos que llegar.

¿Con cuál de los dos socios mayoritarios del bloque -Brasil y Argentina- nos estamos llevando mejor en este tipo de iniciativas?    

Desde el punto de vista de la apertura, sin duda con Paraguay, que no es uno de los dos grandes. Yo no establecería diferencias entre Argentina y Brasil porque, así como dije que Argentina comenzó a hablar más frecuentemente de flexibilización, yo noto en Brasil una actitud menos proteccionista que antes. Es más, lamentablemente aún no hemos concretado el acuerdo con Europa, pero  si hoy estamos mucho más cerca de concretarlo -al punto tal que el Mercosur entero se siente frustrado por la actitud europea de no aceptar una buena culminación de esta experiencia-, es en parte porque Brasil ha abierto más sus posiciones. Concretamente, con Paraguay estamos en el mismo rumbo desde este punto de vista, y no establecería diferencias notorias entre Argentina y Brasil. Incluso, los discursos de los cancilleres y de los ministros en la última cumbre fueron muy claros al respecto.

¿Sigue pensando que es posible bajar a 2.5 el déficit? Esa era la meta, y cada vez parece más lejano el objetivo.

Esa meta ya ha tenido un desplazamiento de un año porque tuvimos algunos factores que no previmos, porque no podíamos hacerlo, hace un año, cuando hicimos la otra Rendición de Cuentas. En la pasada, la meta de 2.5% estaba referida al año 2019; ahora está referida al año 2020. ¿Qué factores no se tuvieron en cuenta porque no era posible? No se aprobó el impuesto a las altas pasividades militares, que el Ministerio envió con la intención de que se aprobara antes de esta Rendición de Cuentas. En segundo lugar, tenemos que cumplir el acuerdo salarial con el Poder Judicial para resolver un conflicto que se venía arrastrando desde hace tiempo y, obviamente, recién celebrado el acuerdo, conocemos las cifras involucradas. Y luego hay una parte del déficit que yo estimaría en un punto del PBI, que está muy vinculado al déficit parafiscal del Banco Central del Uruguay. Este hizo enormes compras de dólares en la época en que el tipo de cambio estaba planchado para que no descendiera más, y luego tuvo que salir a esterilizar medios de pago a través de la colocación de deuda para evitar consecuencias inflacionarias. Eso llevó a un déficit parafiscal importante, que equivale, reitero, a un punto del Producto, aproximadamente, que se suma al déficit del gobierno central para dificultar el cumplimiento de la meta en 2019. Entonces, hoy tenemos una trayectoria distinta a la que incluimos en la Rendición de Cuentas pasada. Es una trayectoria descendente, y que culmina con 2.5% en 2020.

Sigue, entonces, siendo optimista al respecto.

Sigo estando absolutamente convencido de que tenemos que trabajar para lograr eso, y que es posible el objetivo. ¿Por qué es tan lento, además de estos factores circunstanciales? Porque lo que mencioné son factores circunstanciales… Espero que no haya que volver a comprar miles de millones de dólares y no tener que volver a colocar tanta deuda en el mercado interno con los correspondientes costos financieros. Además, espero no tener otro conflicto con el Poder Judicial; y que los tributos que programe el Ministerio de Economía -que no va a establecer nuevos impuestos-, se aprueben. Y también que algún día se apruebe el impuesto a las altas pasividades militares. Entonces, si contamos con una situación de ese tipo, yo creo que es absolutamente posible cumplir con la meta.

El PIT-CNT pide mayor carga impositiva. Incluso realizó una serie de propuestas que no aparecen como tan innovadoras, porque habla de incrementar impuestos, flexibilizar la meta de déficit fiscal, redireccionar partidas e incluso cambiar criterios de devolución del Fonasa. El gobierno se comprometió a analizar la propuesta presentada por la central sindical. Como responsable del equipo económico, ¿puede afirmar que no habrá más impuestos?

“Creemos que se ha llegado a un límite en el que no se puede seguir aumentando la presión tributaria, sobre todo en circunstancias en que necesitamos incrementar la inversión y el empleo”.

A mí me consta que el presidente de la República le dijo al PIT-CNT que no se van a aumentar impuestos. Se comprometió a considerar otras medidas que propuso el PIT-CNT, pero me consta personalmente que el presidente negó incrementar la carga tributaria. En eso el gobierno está muy firme, porque creemos que se ha llegado a un límite en el que no se puede seguir aumentando la presión tributaria, sobre todo en circunstancias en que necesitamos, como dije antes, incrementar la inversión y el empleo. ¿Cómo vamos a aumentar la carga tributaria de los sectores que tienen mayores capacidades y posibilidades de hacerlo? Es un contrasentido total. Al contrario, tenemos que estimular a esos sectores, que es lo que estamos haciendo. El Ministerio puso en práctica un conjunto de nuevos estímulos económicos para la inversión, procurando asegurar una rentabilidad importante a la misma como forma de incentivarla. Algunos opinan -lo he leído y escuchado muchas veces- que el gobierno apuesta a estimular la inversión extranjera; no es así. Estos estímulos son para toda la inversión: la nacional, la extranjera, la pública y la privada.

Entonces, no es que estemos apostando solo a lo que viene del exterior, sino que todas las fuentes de inversión son bienvenidas, y las consecuencias sobre el empleo tendrían que ser positivas, sobre todo si ciertos sectores con gran capacidad de generación de fuentes laborales, como la construcción, por ejemplo, pueden verse estimulados por esas medidas y crecer en el futuro.

Respecto de la seguridad social, un ala del gobierno quiere eliminar el sistema mixto. ¿Está en discusión el sistema de las AFAP?

No, para el gobierno no está en discusión. Eliminar el sistema mixto sería una muy mala decisión para el país, que va en el sentido contrario al rumbo que necesitamos. Uruguay necesita una profunda reforma de su sistema de seguridad social, que involucre a todos los principales parámetros que están en juego -edad de retiro; haber de retiro; tasa de reemplazo, esto es, la tasa entre el salario en actividad y la pasividad-, y que tome nota de los cambios demográficos que ha experimentado. Hoy tenemos que trabajar con otras tablas de natalidad, de mortalidad, de esperanza de vida, porque ha habido cambios muy importantes en el Uruguay para la esperanza de vida. Hoy, tanto para hombres como para mujeres, la esperanza de vida medida a los 60 años, supera los 80, entonces no podemos seguir con parámetros propios de otra estructura demográfica. Y como parte de esa reforma, tenemos que fortalecer y confirmar el sistema mixto. Esto, porque genera una mejor distribución de costos y beneficios de un sistema de seguridad social, articulando un ahorro individual obligatorio de las personas con el pilar solidario intergeneracional que permite tener la flexibilidad necesaria como para aprovechar las ventajas de ambos. Pero Uruguay no puede seguir aumentando el costo de su seguridad social a cargo del Estado, y suprimir el sistema mixto sería recorrer el camino contrario que necesita el país; y eso no está en la agenda del gobierno. Que se puede mejorar la gestión de las administradoras de ahorro previsional, sin dudas; se puede mejorar la gestión de gran parte de este país, en el sector público y en el sector privado. Una parte del país son las AFAP, y también desde ese punto de vista se pueden alcanzar mejoras. Con respecto a comisiones y tasas de rentabilidad de las AFAP se ha dado un paso adelante con la reciente ley que se aprobó en el Parlamento.

¿Le preocupa el aumento en las cifras de desempleo?

Sí, me preocupa, aunque no estamos a niveles desmesuradamente altos. La última medición es de 8%, que para Uruguay es una cifra alta. Tendríamos que lograr disminuirla.

¿Y la falta de empleo de calidad?

Me preocupa igualmente. Hoy en día, con las cifras que tenemos, algunos podrían sostener “preocupémonos más por la cantidad que por la calidad”. Yo creo que hay que preocuparse por todo, es decir, aumentar la capacidad de creación de empleo, disminuir el desempleo y mejorar la calidad del trabajo que se está ofreciendo y demandando. Por otra parte, muy vinculado con esto, está el vertiginoso cambio tecnológico que tenemos en el mundo y que nos va a traer modificaciones en todos los sectores de actividad, y hay que prepararse para eso. La historia del mundo indica que cuando se produjeron grandes cambios en las estructuras productivas que trajeron consigo, entre otras cosas, modificaciones tecnológicas profundas, se salió adelante capacitando a la gente, educándola, y dando un salto cualitativo, no solo en el nivel cuantitativo del empleo, sino en la calidad del mismo. No creo que los tiempos que se viven hoy sean una excepción. Vamos a ir encontrando en el mundo nuevas maneras de generar trabajo humano, pero eso requiere desarrollar capacidades, educar mejor, crear conocimiento; todo esto acompañando las medidas que se toman en cuanto al empleo.

Según el INE, décimos más o menos, el empleo formal ronda el 75%. Eso significa que el empleo informal -subempleados o no registrados- es alto. ¿Tiene Economía un plan para revertir esa situación?

Sí. Uruguay ha crecido mucho en formalidad del trabajo. Antes teníamos cifras bastante peores. Es una materia en la que tienen que trabajar conjuntamente dos ministerios: el nuestro y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Pero, ya que estábamos hoy haciendo comparaciones, por muy lejos Uruguay es el país más formalizando en trabajo de la región de la que formamos parte. Con todo respeto, voy a poner un ejemplo que mencionamos mucho, que es el de Paraguay… Paraguay tiene muy buenas cifras económicas: crecimiento del Producto; inversión -dicho sea de paso, absorbiendo en parte inversión de origen uruguayo que se radica en ese país-; inflación muy moderada, orden fiscal; pero tiene una informalidad imponente. Uno de cada tres trabajadores paraguayos se encuentra en la informalidad. No menciono esto para recorrer el camino de “mal de muchos, consuelo de tontos”, sino para marcar que no despreciemos ni subestimemos las conquistas que ha logrado Uruguay desde este punto de vista. Pero también reconozco que es un tema sobre el que hay que poner atención, sobre todo porque en tiempos de dificultades en la creación de empleo y desempleo en crecimiento, hay como una especie de campo propicio para que aumente la informalidad. De todas formas, yo creo que estamos en niveles altos de formalidad, pero no hay que distraerse respecto al tema.

Algunos analistas consideran que la regulación y las rigideces laborales pueden estar asociadas a que las cifras de informalidad no bajen. ¿Qué opina al respecto?

Puede ser, no me animo a negarlo rotundamente ni a no estudiarlo, porque es un tema de estudio, sin duda. Esto tiene mucho que ver también con lo que hoy llamábamos flexibilidad en la negociación salarial. A mí me parece que, en la actual etapa del proceso económico nacional, el objetivo empleo tiene que ser importante. Yo utilicé la palabra flexibilidad cuando hablé de las pautas, y lo que se ha buscado expresamente es eso, es decir, que se tengan en cuenta diferentes situaciones de empresas, cosa que ya hicimos en la anterior, en la sexta ronda. Esto significa tener en cuenta situaciones de empresas que están mal, u otras que están bien -que son calificadas como dinámicas-, y una categoría intermedia, de modo que en cada caso se puedan tomar en cuenta, con flexibilidad, las perspectivas de futuro. De esa forma, no solo se trata de mejorar las condiciones del trabajador, sino asegurarles trabajo, porque todos vamos a estar de acuerdo en lo primero, pero la meta fundamental es que haya trabajo, que haya empleo; es por eso por lo que definimos esas categorías, para tener en cuenta diferentes situaciones. Por supuesto, en cada categoría apostamos a metas que sean compatibles con la situación de cada una de esas empresas -públicas o privadas-, y esperemos también practicar la equidad, o sea, tratar de que el que está más perjudicado o en peor situación tenga un apoyo algo mayor que los que están mejor. Eso se logra también con flexibilidad. Ahora, me parece que el subrayar la importancia del objetivo empleo es muy importante.

¿Hay conciencia por parte del sector sindical de esa situación?

Estamos recién empezando, entonces todavía no tengo mucha experiencia sobre este tema como para comentar qué es lo que está pasando tanto de parte del sector sindical como del empresarial. Se ha avanzado muy poco hasta ahora. El ministro de Trabajo está impulsando y promoviendo una mayor velocidad en el inicio de las negociaciones, pero yo no tengo información suficiente como para transmitirlo. La experiencia que tenemos sobre estas mismas bases, que es la de la sexta ronda, es buena.

Las cámaras empresariales han pedido cordura, y tratar de negociar de acuerdo con el contexto y el momento que vive el país.

Por eso tenemos que articular intereses, obviamente. Hoy hablábamos de la  inversión y la necesidad de crear fuentes de trabajo, y eso tiene que ser articulado con la necesidad de preservar los intereses de los trabajadores también, donde están en juego, por un lado, las fuentes de trabajo, y por otro, las condiciones de trabajo. Precisamente, la negociación colectiva es otra virtud del Uruguay. En los ejemplos que manejábamos recién, y específicamente en Paraguay, no hay negociación colectiva, no existe. En ese sentido, Uruguay es el país que más avanzó en la región. Esta negociación es un activo del país, por eso sería muy bueno que tuviera la capacidad para articular objetivos e intereses.

¿Usted ve maduro al país, tanto hablando del sector de los trabajadores como del empresarial para poner el tema productividad sobre la mesa y avanzar en serio?

Creo que estamos más cerca. Cuesta, es lento. Ya en la sexta ronda de negociación salarial se empezó a manejar con un poco más de insistencia el tema productividad. En esta séptima ronda creo que va a seguir creciendo la necesidad de tenerlo en cuenta. Pero si de avanzar se trata, quiero decir que también necesitamos un poco más de grado de madurez para tratar el tema. No verlo como un tema riesgoso, sino, al contrario, como un factor que ayuda a fortalecer estructuralmente al trabajo y sus resultados.

Durante la Conapro hubo un acuerdo multipartidario para respetar los depósitos, sin importar qué partido ganara. ¿Debería considerarse en Uruguay un acuerdo multipartidario por una regla fiscal? Cada vez son más los especialistas que recomiendan un camino de este tipo.

Es que Uruguay tiene una regla fiscal. Yo sé que quienes proponen desde la oposición este concepto no tienen la misma opinión y optan por un camino más duro, más rígido de regla fiscal, como por ejemplo el de establecer un límite a la evolución del gasto público. Nuestra regla fiscal es más flexible, porque nos parece importante no llegar a ajustes fiscales muy profundos y muy abruptos que castiguen, sobre todo, a la población más vulnerable. Por eso creemos también que en esta materia debe haber flexibilidad y gradualidad. Nuestra regla fiscal está establecida en base al límite de crecimiento de la deuda neta del país, eso es lo que está limitado. Obviamente, al limitar la evolución de la deuda neta, uno está limitando el resultado fiscal. El resultado fiscal negativo se financia con deuda, y si yo limito la deuda, estoy, de hecho, limitando el resultado fiscal. Nos parece que es mejor avanzar por esa vía que simplemente estableciendo que llegando a cierto límite el gasto público se corta. Eso puede llevar a situaciones muy perjudiciales para algunos sectores de la población, incluso desde el punto de vista social, del conflicto, del enfrentamiento, del descontento. Es por eso que creemos más en la gradualidad y en la flexibilidad.

Otro fuerte reclamo está relacionado con el gobierno corporativo de las empresas públicas. El pedido es que no se transformen en catapulta de candidaturas. ¿Cree conveniente establecer algún período de impedimento de, precisamente, candidaturas, para quienes están al frente de las mismas?

No solo creo que debe ser así, sino que los legisladores de nuestros sectores políticos -Asamblea Uruguay, Nuevo Espacio y Alianza Progresista-, presentamos un proyecto de ley al respecto. Así que mi respuesta es afirmativa. Creo que eso es necesario.

Da la sensación de que el desarrollo del mercado de acciones es un tema relegado por las autoridades. Si bien hay otros instrumentos -títulos, bonos, fideicomisos-, no hay acciones.

Hay pocas. Es otro caso de avance lento.

Hay múltiples informes de diversos organismos que hablan de la importancia de tener un mercado de acciones desarrollado para el crecimiento en varios aspectos de la economía. ¿Es un tema que está realmente en agenda?

Sí, totalmente de acuerdo con que es un instrumento muy importante. Creo que ha habido avances, no solo por tener una nueva ley de mercado de valores que constituye un instrumento jurídico del que antes carecíamos, sino porque hemos tenido experiencias tanto de empresas privadas como de empresas públicas. En el caso de estas últimas, por ejemplo, las emisiones de valores que ha hecho UTE en relación con la expansión de la energía eólica, dirigidas incluso a pequeños ahorristas, son algo novedoso en el país, que antes no existía. Si la afirmación es que ha habido un progreso escaso, lento, sí, estoy de acuerdo, pero creo que hay que seguir trabajando en la medida que podamos promover un desarrollo de este tipo. Es más, yo creo que la participación de las empresas públicas no solo en el establecimiento de fondos de ahorro de inversión, como mencionaba el de UTE, sino accediendo a la propiedad de la empresa aún en términos minoritarios, no deberíamos desecharla en el país.

Con más de tres años de vigencia y aplicación efectiva del Código Aduanero, ¿qué evaluación hace de sus consecuencias?

Hago una buena evaluación. Me parece que ha contribuido a mejorar la inserción internacional del país, que tiene otro tipo de problemas. Uruguay está haciendo una importante reforma de su Aduana, lo cual está vinculado al nuevo Código Aduanero, y mi evaluación es positiva. Me parece que los temas de la apertura van por el lado que conversábamos al principio, fundamentalmente.

Uruguay está haciendo todos los deberes ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero no ha manifestado su intención de ingresar formalmente, como sí lo ha hecho Argentina. ¿Cuál es el plan, si lo hay?

El plan es llegar a ingresar a la OCDE, pero nos ha parecido correcta esta aproximación por etapas sucesivas. Primero, entramos a formar parte de su Centro de Desarrollo, luego de su Comité de Asuntos Fiscales, y así hasta poder ser miembros de la organización. Ese es el camino que estamos procurando seguir.

Algún colega suyo lo ha mencionado como un relator de la realidad, utilizando ese término. ¿Qué significa esto? Que tiene el diagnóstico, que es protagonista de los mecanismos para llegar a los resultados, pero que no siempre puede llegar a aplicarlos y arribar a la solución porque encuentra escollos dentro mismo de la fuerza política de la que forma parte. ¿Lo siente así?

“Desde mi lugar, muchas veces el objetivo político es evitar que pase algo, y eso no se computa como resultado positivo, pero generalmente lo es”.

Que a veces se logra el objetivo que se persigue y a veces no, sin dudas. No llevo la cuenta para hacer un balance entre ambos, pero es verdad que muchas veces el camino que se quisiera seguir no se puede por razones de carácter político, porque acá hacemos política. Este es un Ministerio que forma parte del gobierno, el gobierno encara la realidad haciendo política y el Ministerio de Economía y Finanzas también. Ahora, a veces el objetivo fundamental es evitar, más que lograr. Muchas veces, desde mi lugar, el objetivo político es evitar que pase algo, y eso no se computa como resultado positivo, pero generalmente lo es. Acá, en este Ministerio, por las características que tiene, se deciden muchas cosas, muchas acciones, pero también hay acciones para evitar que pasen ciertos eventos que consideramos negativos para el país.

¿Va a ser candidato?

No lo sé. Sinceramente no lo sé. Creo que no tengo los elementos suficientes como para tomar una decisión. No estoy apurado en absoluto porque no es el objetivo de mi trabajo y de mi actividad en este momento. Ya llegará la decisión, pero ahora no la puedo compartir porque no la tengo, sinceramente.

Cuando el presidente Tabaré Vázquez le ofreció ser ministro de Economía usted ya sabía con qué se iba a encontrar. Como dijo, muchas de las cosas que en el Ministerio se evitan no trascienden, y las que sí lo hacen, no siempre tienen buena prensa. En el sentido político, da la sensación de que fue como ponerle una valla muy alta como para que al final del período fuera candidato.

A pesar de que ha habido dificultades, escollos, problemas, yo amo este trabajo. Diría que lo que yo he aprendido en estos dos períodos como ministro de Economía ha sido, en mi sentimiento, muy importante. Me ha enriquecido mucho profesionalmente este trabajo. Y lo he hecho con mucha dedicación y placer, lo digo con toda sinceridad, porque es lo mío, lo que más me gusta. Yo sé que muchas veces una candidatura electoral para un ministro de Economía es difícil, pero estoy contento de no haber renunciado a ser ministro para ser candidato.


Mejorar el terreno fiscal de la mano de la productividad

El Índice de Competitividad Global (WEF) sitúa a Uruguay en el lugar 76, con un índice de 4.1 sobre 7. Tenemos mala nota en entorno macroeconómico, ubicados en el puesto 95 de 137 países, con una inflación alta, que incluso con la suba del dólar se espera suba algún punto más. Y en el mercado de trabajo estamos en el puesto 121. ¿Cómo modificamos esa realidad?

El entorno macroeconómico lo mejoramos trabajando por alcanzar mejores equilibrios que los que tenemos hoy, particularmente en el terreno fiscal, que es la gran herramienta macroeconómica que tiene un país tanto desde el punto de vista de los ingresos como de los egresos; y haciéndolo compatible con el manejo de la política monetaria, cambiaria y de ingresos. El orden macroeconómico se mejora con esas herramientas. ¿Tiene Uruguay campo y necesidad de mejorar? Sí, sin duda. No lo digo simplemente por esas estadísticas que muchas veces no manejan con rigurosidad los distintos factores que están en juego, y mucho menos en la comparación internacional. Yo creo que esas estadísticas que se mencionan hay que tenerlas en cuenta relativizando los resultados que proponen. Pero si vamos al fondo de la cuestión, repito, mi respuesta es sí, y tenemos que mejorar por esa vía. En Uruguay, aumentar los ingresos por la vía de una mayor tributación no es posible, al menos en la situación actual. Quiere decir que tenemos que apostar a incrementar los ingresos por la vía del aumento de la actividad, que es lo que estamos haciendo en esta Rendición de Cuentas. No hay un solo aumento de impuestos y todos los ingresos provienen de la actividad y de las utilidades del Banco República, que también están vinculados con la actividad. Y en materia de egresos, Uruguay tiene un problema importante, que es el alto porcentaje de gasto endógeno, de gastos que ya están predeterminados. Ejemplos son el de la seguridad social y el Sistema Nacional Integrado de Salud; esas son decisiones que tomó el país en beneficio de su sociedad, pero que ya marcan un límite de gastos muy alto. Entonces, el tema fiscal es lento por eso, pero hay que insistir por esa vía para que, aun cuando sea lento, podamos lograr resultados mejores.

En cuanto a eficiencia del mercado de trabajo, yo incrementaría mis reservas respecto a la estadística. Uruguay, en materia de eficiencia del mercado de trabajo, ha mejorado mucho. Que se puede seguir mejorando no tengo la menor duda; no sé si se incluye este concepto en la medición, que es trabajar para mejorar los niveles de productividad del trabajo. Aquí hay una clave fundamental: la productividad se logra estructuralmente por la vía de la innovación, en su mayor medida. Y la innovación es estimular el conocimiento, y apostar a incrementar la productividad del trabajo por la vía de la eficiencia, por la vía, precisamente, que significa apostar por la calidad del trabajo. Desde ese punto de vista también digo que Uruguay tiene un ancho campo para mejorar si se entiende eficiencia por lo que estoy señalando: incremento de productividad. Cuando yo decía que Uruguay avanzó mucho en materia de eficiencia del trabajo, me refería a otros factores, pero remarco que un factor fundamental es también este.